El Humorista

EL HUMORISTA
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Míralos, mira cómo se ríen. Allí sentados riéndose a mandíbula batiente con toda su atención focalizada en mí. Bueno, en mí no, en lo que digo, en mi personaje. Cómo se proyectan en él.
He hecho este monólogo tantas veces que sería capaz de recitarlo dormido. Aquí estoy yo frente a un gran auditorio con mi mente desdoblada. Una parte de mí haciéndolos reír y otra analizando sus risas.

Qué gran trabajo el mío. No hay nada más gratificante que conseguir la sonrisa de alguien. Qué sería de nosotros si no fuéramos capaces de reírnos… de todo, hasta de nosotros mismos. Cómo nos libera la risa, nos hace aprender, nos hace más humildes, nos hace pensar…. Sí, que gran profesión la mía. Si no fuera por el humor habríamos perdido la cordura hace mucho tiempo.

Los humoristas somos terapeutas del alma y sin embargo hay tanta gente corta de miras que piensa que sólo hacemos tonterías. Tonterías… El humor es algo muy serio. Muchos de los mejores humoristas fuera de los focos son gente muy profesional que planifica y ensaya sus “tonterías” al milímetro. Hay mucho menos espacio para la improvisación de lo que la gente cree.

Míralos como se ríen… Están a punto para el chiste del pingüino patoso. Siempre cosecha multitud de carcajadas.

Me pregunto cómo estará mamá. Ayer la vi tan frágil, y tan sola… Ella también se ríe cuando le cuento mis chistes, pero por razones distintas. Veo el amor en su mirada, sé que está viendo a su retoño plantándose delante de ella y contándole el último chiste que se había inventado… Eran malísimos, pero ella siempre me los reía.
Papa sin embargo era más serio. Costaba mucho más hacerlo reír. Sólo le gustaban los chistes negros, ácidos y crueles. Una válvula de escape para toda esa amargura vital que le acompañó toda la vida, no sin razón. Espero que ahora esté descansando en paz.

Justo lo que imaginaba, un éxito. El chiste del pingüino patoso nunca falla. Ahora el monólogo de la tetera y la taza y para casa.

Este fin de semana no veré a los niños, va a ser duro. Tanta soledad… No me gusta quedarme a solas con mis pensamientos. Me desgastan. Creo que es por eso que me he vuelto un adicto al trabajo. Y paradójicamente cada vez me cuesta más reír. Eso me preocupa, no es bueno para mi profesión, ni para el alma. Las heridas se emponzoñan.
Mírame…. Me estoy convirtiendo en un payaso triste. Pagliacci en persona. ¿Quién hará reír al payaso triste?

Aplausos. Otro éxito. Por ahora… Qué cansado estoy.