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la planchadora

Tema en 'Prosa: Surrealistas' comenzado por Melquiades San Juan, 1 de Mayo de 2014. Respuestas: 3 | Visitas: 1650

  1. Melquiades San Juan

    Melquiades San Juan Poeta veterano en MP

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    Hombre
    Ella escoge a la tarde para planchar; y escoge, frente a las anchas puertas abiertas que desnudan el paisaje campestre, el sitio para tallar con las superficie del hierro ardiente los tejidos de lino.

    Abre la boca del carbón en brasa y sopla dentro con aliento de nube. El fantasma brota y huye diseminándose en el ambiente hasta volverse invisible. Allá, en la cuna el bebé sonríe emocionado, quiere ver otro fantasma surgir desde la celda del carbón.

    "Madre mía, explícame el objeto de este mar de rutina cotidiana."

    Abren las puerta de la ventana, de un golpe, las corrientes invocadas por la profunda tristeza.
    Invisibles, misteriosas, cálidas aún por las ardientes panzas que las hacen huir de todo sitio.

    "Madre mía... qué soledad, qué abandono."

    Las complicadas comisuras del cuello requieren que regrese del mundo subliminal para hacerse cargo de la navegación del fuego.

    Hay otro solitario que empieza a llorar. No quiere leche, hace poco se despachó la teta morena y cargada del suculento néctar de la vida. Es víctima del tedio, del navegar las horas de su propia invalidez post nata, cansado de las espaldas torturadas por las rudas cobijas.

    ¡Cállate ya!

    Solo el silencio es testigo de la breve batalla. Él, se calla; ella suspende el tráfico del hierro sobre el lino y se acerca a la cuna: acto de contrición, de redención humana y maternal hacia el más desvalido.
    Junta el cuerpo a su pecho como si exorcizar quisiera, los huecos, que por dentro, la abundan. Él es otro olvidado, inocente y sereno, que depende de sus brazos para sortear tormentas desconocidas y cargadas de lluvia.

    Lúgubre, pesa, el amarre de ropas desordenadas que la esperan junto a la mesa. Ropas muertas para cubrir los cuerpos de los vivos. Comida, gracias al habito que habita en el paradigma de temer a la luz, y a la desnudez; comida, casa y sustento.
    El niño calla, se adormece, vuelve a su sueño bendito mientras la tarde corre en su camino de cascada hacia la noche.

    ¡Ay, noche solitaria!, musitan los suspiros.

    Se nos permite escuchar los pensamientos pues estamos en soledad, como espíritus fantasmas, contemplando la agonía del preso de este mundo. Somos ajenos al dolor, a las angustias, al sufrimiento, a las desdichas de los cuerpos, pues estamos desnudos de todos los tejidos que conducen emociones mundanas. Sí, para nosotros es posible, viable: podemos escuchar los pensamientos y sentir las emociones poderosas que por estos se emiten a todos los universos.

    La plancha se confunde con los colores desvanecidos del tejido. Burdos colores que visten como flor, como mar, como cielo o como campo florido, talvez fachada de edificio, a los vivos.

    "Madre, quieta la luz, no brilla. Hace falta el espejo, el reflejo, para vivir la vida."
    Se cierra sobre el cielo el capote de sombras que permite, como si fuera un cine, mirar tantas estrellas. Un lucero febril se cruza ante la vista, y la mano se cierra para atrapar deseos, que, de prontos, se escapan sin construirse en meros pensamientos.

    Hay espacio de sobra bajo el cielo y sobre el cielo. Largas colinas e interminables caminos. Los caminos se unen unos con otros para llegar de entre unas gentes a con otras gentes. No terminan, le dan la vuelta al mundo varias veces, muchas veces, hacen falta más vidas para cubrirlos todos, muchas vidas...

    Ya la plancha se enfría, ya reposa.
    Los vestidos perecen muy formados sobre formas que apilan. Esperan con su rostro acartonado a que un cuerpo les simule cosas vivas.

    Ahí, con el pequeño en brazos como si fuera un muñeco que la obliga a venderse para seguir con vida, ella mira y murmura.

    A nosotros, duendes del cobertizo, del rincón que cobija los restos de las voces que huyen del silencio, nos es dado escuchar, nos es dado enterarnos -por ser parte y cuerpo del secreto- de todo lo que bulle, lo que no se musita:

    "Madre, qué soledad ha quedado anidada en mi pecho tras su ausencia."

    "Qué dicha de ser hombre, abre puertas, caminos, mares." "Abre todo ser hombre, incluso hasta las tumbas que lo esperan, sin anunciarle dónde." -Piensa y se bebe la amargura de su propio pensamiento-.

    Hay un viento de noche que la espía: viene y va, vuelve, sabe.
    Entra con voz sin eco, y parte, bebiendo su desdicha.
    Sabe, más no le es dado hablar: inútil mensajero que se viste de prisa.
     
    #1
    Última modificación: 1 de Mayo de 2014
    A JULIA y (miembro eliminado) les gusta esto.
  2. Ro.Bass

    Ro.Bass Guau-Guau

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    La maravillosas imágenes y la delicadeza expresiva, lírica de punta a punta, dicen que es surrealista...
    Pero yo lo sentí tan real, tan conocido, tan vivido..., y me dejó tanta melancolía... :::triste:::


    Una hermosa cachetada para esta tarde de feriado en honor a justamente...


    Abrazo!
     
    #2
  3. josealdebaran

    josealdebaran Poeta fiel al portal

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    Sublime relato, me hace recordar la niñez, viendo a mamá planchar blancuras por venir, mientras de paso atendía a mi hermano pequeño, su plancha a carbón era de hierro, con un gallo que hacía de cerrojo en la tapa de la plancha.
     
    #3
  4. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Don, yo no sé si es surrealista, también lo sentí poéticamente realista,
    Y cómo hace pensar,

    ¡Cállate ya!

    Me callo, el silencio es testigo de tantas cosas,
    es testigo como la luna.
    Un beso, gracias siempre por estos maravilloso regalos.
     
    #4

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