103º

Una vez más se enamoró mi alma tonta. Quise hacerle ver luz en aquellos ojos tristones, esos tan azules.
En puntos suspensivos quedaba mi habla en oír su voz. Cerraba los ojos y poesía nacía en mí. Gritando por medio de palabras escritas. Se apreciaba el dolor en ellas con solo ver las marcas furiosas sobre el papel humedecido por mis lágrimas. Seguía el compás de la primera melodía que sonaba.
La música y las letras retenían mi llanto, de alguna manera el dolor se desvanecía al sujetar el lápiz. Pasaba horas, día a día en mi cuarto sumido en la penumbra, escribiendo e imaginando esas melodías inspiradas en su dulce voz. El vello de punta… Enmudecía. Enamoraba a mis ojos con esa luz que desprendía su piel de porcelana. Entonces, la peor parte se mostraba. Un sinfín de recuerdos felices, aquellos que ocurrieron y los que mi cabeza soñaba. Recordaba sus huellas en la arena húmeda, su sonrisa que iluminaba el mar entero, su pelo al viento perfumando todo cuanto la rodeaba. Mi alma caía al suelo en cuanto recordaba sus besos perfectos, sabiendo que jamás volvería a probarlos, siquiera a tenerlos tan cera, sabiendo que ahora solo guardaban palabras de desprecio.