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Pecado azul

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ivoralgor, 19 de Septiembre de 2014. Respuestas: 0 | Visitas: 273

  1. ivoralgor

    ivoralgor Poeta asiduo al portal

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    Hombre
    Me levanto con pesadumbre de la cama. Siento un peso en las espaldas que no me dejó dormir bien. Mi esposa aún duerme, son las siete de la mañana. Me dirijo al baño para lavarme la cara y ponerme un short y una playera para salir al balcón del cuarto. El sol apenas está sobresaliendo en el horizonte. Abro la puerta de cristal corrediza. La brisa es fría, es por el temporal que se disipó hace un par de días. Debo empezar con mi penitencia. Respiro hondo, con resignación. Padre nuestro, que estás en los cielos. Camino por el balcón. Una mujer corriendo por la playa y un hombre nadando me distraen. Santificado sea tu nombre. Me entra una desesperación, quiero mandar todo a la chingada. Es mi penitencia, me repito en silencio. Aprieto los puños para concentrarme de nuevo. Venga a nosotros tu reino. Recuerdo a Celeste, la secretaria de mi hijo Antonio. Es una mujer joven, de cuerpo atlético. Una mañana la vi salir del baño de la empresa y se justaba la blusa ceñida. Me quedé mirándola, deseándola como un adolescente. Bajó la mirada y se fue ruborizada. Hágase tu voluntad. No logro evitar una pequeña erección. La mujer viene de regreso caminando. El tipo que nadaba ya no está. Debo concentrarme de nuevo. Escucho en mis adentros la voz del sacerdote que pregunta mis pegados. Intento acordarme si eran cinco padres nuestros y diez avemarías. En fornicado, Padre, con la secretaría de mi hijo. El sacerdote sólo levantó la mirada incrédulo, quizá por mi edad avanzada, sólo tengo sesenta años. Es un pecado grave, hijo. El sol empieza a calentarme lentamente, pero un frío recorre mi espalda. Padre nuestro; Dios te salve maría. Sabía que Celeste era una trepadora y me aproveché de eso para tener relaciones sexuales con ella. No fue nada difícil, una invitación a comer fue suficiente, y, por supuesto, la promesa de un aumento de sueldo. Para no quedar en ridículo tomé esas pastillitas azules que anuncian en la televisión. Esa tarde le dije a mi hijo que necesitaba que su secretaria me viera unos pendientes. Aceptó sin chistar. Don Julio, a mí gusta tomar vino blanco en la comida, retumbó su voz en mi cabeza. Llena eres de gracia. Después de comer marisco, en La Pigua, la llevé al departamento que tengo para mis “citas privadas”. Está lindo su departamento Don Julio, dijo ajustándose la falda. Se paseó por todo el departamento y entró al cuarto principal. La pastillita azul estaba empezando a surtir efecto. Cuando entré al cuarto ella estaba recostada, desnuda, en la cama. El señor es contigo y bendita tú eres. El sudor recorre mi frente y aprieto los puños con más fuerza. Me agarro del barandal y bajo la mirada. Antes de dejar el confesionario el padre me dijo: Te veo la próxima semana, hijo. No te olvides que la penitencia es para toda la semana. El recuerdo de los gemidos de Celeste, fingidos a todas luces, me eriza la piel. No puedo seguir rezando. A la chingada la penitencia. Mañana sábado le daré una jugosa limosna al padre para comprar el perdón. Hoy comeré con Celeste de nuevo y no tengo pastillitas azules. Pendejo.
     
    #1
    Última modificación: 19 de Septiembre de 2014

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