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02/01.- Jandy, la valiente

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por RamónL, 6 de Junio de 2011. Respuestas: 2 | Visitas: 522

  1. RamónL

    RamónL Poeta recién llegado

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    La primaria no me gustó como hubiera querido ya que, debido a mi timidez, algunos chicos sacaban partido de mi persona.
    En una ocasión estaba sentado en un banco del patio a la hora del recreo y noté cómo un grupo de 3 niños se aproximaban hacia mí. Sentí desconfianza, la cual comenzó a desaparecer al ver que dos de ellos se detuvieron y sólo uno se aproximaba.
    —¿Qué traes allí? —Me preguntó el niño, de tez blanca y re-gordete, señalando la torta que me disponía a comer. Lucía algo mayor que sus acompañantes.
    —Mi lonche —le contesté.
    —Eres nuevo, ¿verdad?
    —No sé —realmente no sabía a qué se refería con esa pregunta; ya tenía seis años y, en mi nervioso razonamiento, un niño nuevo tendría que ser un recién nacido. Al escuchar mi respuesta los tres niños se carcajearon y comenzaron a insultarme.
    —Es un tonto —dijo uno de ellos, quien era de baja estatura, delgado y de cabello oscuro.
    —No merece tener un lonche —repuso el primero que se me acercó quien, al parecer, era el líder.
    —¡Sí, quítaselo! —Exclamó el tercero, un chico pelirrojo, más bien delgado, chaparro y pecoso.
    Al escuchar esas palabras, me levanté de un salto y les di a los tres una buena tunda... bueno, lo que realmente pasó es que me dio pánico y no supe qué hacer, por lo que sólo atiné a darles mi comida y, mientras los tres malandrines se retiraban cantando su victoria, yo me quedé sollozando mi derrota. Digo, es mejor quedarte sin lonche a quedarte sin dientes, ¿verdad?
    Imaginen la escena: en pleno mes de octubre, en el patio de la escuela, un niño sentado en una banca de cemento, con la cabeza sostenida entre los brazos cruzados y, a su alrededor, una multitud de chiquillos jugando todo tipo de aventuras y ni uno que le haga caso, nadie a quien contar sus penas. Y para terminar, el viento frío que soplaba con fuerza como queriendo llevarse los sufrimientos que le afligían al pobre Sebastián, logrando únicamente que esa sensación de despojo se incrementara.
    Al día siguiente aconteció lo mismo y así sucesivamente hasta que en una ocasión, Jandy, a quien no quería ver porque me daba vergüenza admitir lo que ésos me hacían, atinó a mirar lo que estaba pasando y, cuando los tres abusadores se marcharon, ella se acercó y se sentó a mi lado.
    —¿Qué te pasa, Bástian? —preguntó.
    —No, nada —le mentí mirando al piso.
    —¿Cómo qué nada? acabo de ver cómo les diste comida al
    Rica y sus amigos —objetó señalando con el dedo a los tres niños que se alejaban al otro extremo del patio.
    —¿A quién? —Pregunté mientras volteaba a verla.
    —El Rica, así le dicen; es el más grande, y los otros dos se
    llaman Juan y el Mike. ¿No lo sabías?
    —No —respondí mientras movía la cabeza de un lado al otro.
    —Esos tres son unos abusadores, van en el tercer año. Una amiga que va en segundo me dijo quiénes son y que me cuidara de ellos.
    —Ah —exclamé sin ánimo.
    —¿Por qué no los acusas?
    —¿Con quién?
    —Pues con tu maestra.
    —¿Para qué? — Me asusté un poco; abrí los ojos lo más que
    pude mientras me ladeaba hacía atrás.
    —Para que te dejen en paz.
    —Pues sí, pero luego me van a decir de cosas como a Rafa. —¿Quién es él?
    —Es aquel niño que está allá —lo señalé a la distancia, era un
    niño de segundo que se encontraba solo, jugando con una pelota; se veía triste—. Él acusó a un niño que le pegó y ahora le dicen gallina y miedoso. ¡Y yo no quiero que me digan así!
    —¿Entonces prefieres que te sigan dejando sin comer?
    —Bueno, no sé —volteé al piso.
    —¿Sabes una cosa? Si yo fuera tú, ahora mismo iría con la
    maestra y los acusaría —dijo rotundamente.
    —Pero tú eres niña y a ti no te dicen cosas.
    —Pues tú sabrás, Bástian; pero si no te defiendes o haces algo,
    no te van a dejar en paz —aseguró.
    —Bueno, a lo mejor tienes razón, voy a ver qué puedo hacer. —¡Eso es, yo te apoyo! —Me sonrió.
    Al concluir las clases, y por el resto del día, estuve meditando
    acerca de lo que podía hacer para que ya no me dejaran sin comer. Fue hasta en la noche, antes de dormir, que tuve una idea: me propuse que ése sería el primero y el último día en que me robarían. “A partir de mañana eso no volverá a pasar más”, me dije. Y, con este pensamiento, dormí profundamente, ¡seguro de que había tomado la decisión correcta!

    Continúa en 02/02.- Jandy, la valiente
     
    #1
  2. dulcinista

    dulcinista Poeta veterano en el Portal

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    Amigo, está genial tu crónica del colegio. La he sentido muy cercana, ya que pienso que todos hemos vivido alguna vez una situación como esa que cuentas o paraecida. ha sido un placer leerte. Un fuerte abrazo para ti.
     
    #2
    Última modificación: 6 de Junio de 2011
  3. RamónL

    RamónL Poeta recién llegado

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    Hola y muchas gracias. Así es, trato de colocar situaciones parecidas a lo que muchos pudimos haber vivido. me parece interesante y divertido porque puedes proyectar tu mente y recuerdos a aquellos días que tanto extrañamos. Espero mañana poder colocar la segunda parte.
    Un abrazo!
     
    #3

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