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02/04.- Jandy, la valiente

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por RamónL, 18 de Junio de 2011. Respuestas: 2 | Visitas: 820

  1. RamónL

    RamónL Poeta recién llegado

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    Al oír su voz, abrí los ojos lo más que pude y volteé hacia donde se encontraban justo en el momento en que él la empujó del hombro y ella se tambaleó, dio unos pasos de lado, y cayó sobre sus rodillas. Al voltearse mi amiga, noté que una de sus piernas se había raspado. Jandy se tapó la herida con las manos y apretó los ojos, mas no dejó salir un solo quejido de su boca.
    — ¡Niña metiche! ¡No te metas en lo que no te importa! ¡Tarada! —Gritó levantando sus puños por sobre de ella, amenazando un guantazo.
    Al escuchar y ver lo que estaba sucediendo, sentí que mis tripas me quemaban y que el corazón ardía en mil latidos. Apreté el ceño fuertemente, me quité y tiré mi mochila y de un brinco me lancé contra mi enemigo tomándolo desprevenido. Lo tiré al suelo, él giró quedando boca arriba y sólo atinó a verme pero, por su mirada, pareció no reconocerme. Lo tomé de la camisa y comencé a golpearlo con el puño cerrado en donde podía: en el pecho, la cara, el estomago. Él no tardo mucho en reaccionar y, como pudo, me tiró un derechazo a la mandíbula, lo cual me obligó a bajarme de él, quedando recargado de espaldas en un árbol. Después, rápidamente se incorporó y me pateó el estomago. Yo me doblé del dolor. Estaba a punto de repetir su maniobra cuando, automáticamente, giré hacia mi derecha haciendo que estrellara su pie de lleno en el árbol. Al sentir el Rica el fuerte dolor, se tiró de espaldas y dio un potente y agudo grito, el cual alcanzó a ser escuchado por la directora, quien apenas salía de su oficina. Al buscar la fuente de aquel sonido vio cómo tres niños estaban, entre los árboles, todos desaliñados y pudo deducir que se trataba de una riña, a lo que rápidamente se encaminó hacia nosotros. Al ver a Jandy la ayudó a levantarse y le ordenó que se fuera a la dirección; ella, cojeando un poco, obedeció. Después se dirigió a nosotros, dos niños adoloridos y jadeantes.
    — ¿Qué está pasando aquí? —Preguntó de manera enérgica.
    Ninguno respondió, por lo que nos tomó a cada uno de un brazo y, casi a rastras, nos llevó hasta la dirección, dejando nuestras respectivas mochilas entre los árboles. Ya en el privado, la docente nos interrogó nuevamente acerca de lo que había sucedido. Por segunda ocasión nadie mencionó nada.
    —Así que, éste es su juego ¿Eh, niños? Muy bien, ¿cómo te llamas, niña?
    —Alejandra —contestó mi amiga mirando a la mujer a los ojos, con cierto temor.
    —Bien, Alejandra; dame el teléfono de tus padres —ordenó a la vez que descolgaba la bocina.
    — ¡No! —Interrumpí abruptamente—. Todo fue mi culpa, yo comencé con la pelea. A ella la aventamos sin querer… —mentí para no meter en problemas a Jandy, quien ya había hecho bastante con ayudarme.
    — ¿Es eso cierto, Ricardo? —A Jandy y a mí nos sorprendió que llamara por su nombre a aquel niño, como sí lo conociera de hace tiempo.
    —Sí —se limitó a contestar. Tenía la cabeza agachada.
    —Bien —tomó un lápiz y se lo llevó al mentón—, puedes irte niña.
    Desconcertada, Alejandra sólo atinó a verme. Yo agaché la cabeza mientras ella salía de aquel lugar.
    —Ahora sí. Cómo no quieren decirme qué pasó realmente, tendré que llamar a sus padres, comenzando con los tuyos Ricardo.
    Al decir esto, el buscapleitos que estaba a mi costado izquierdo se notó muy nervioso y, poco a poco, comenzó a confesar la verdad.
    —Es que... yo... no, es que... tenía hambre y... este niño, pues... traía un lonche y...
    —Se lo robaste ¿verdad? —La profesora le ayudó a terminar.
    —No... bueno... sí. Pero no fue adrede —volteó a ver a la directora por unos segundos pero rápidamente volvió a desviar su mirada.
    —Ya lo creo que no. ¿Cuántas peleas llevas con ésta? ¿Tres o cuatro?
    El chiquillo sólo atinó a entrelazar sus manos y agachar la cabeza, encorvando el cuerpo. Al ver esto, la directora asintió y tomó el teléfono; marcó un número que tenía previamente anotado en su cuaderno. Al contestar la otra persona pude percatarme de que se trataba de los padres de Ricardo, a quienes les estaba pidiendo que se presentaran lo más pronto posible en la escuela, ya que su hijo había vuelto a pelear y que eso ya era demasiado serio.
    Al terminar la llamada, Ricardo tenía los ojos llenos de lágrimas. Yo no alcanzaba a comprender qué estaba pasando. Una vez terminada su labor con el otro chico, la maestra se dirigió a mí.
    —Muy bien, ¿cuál es tu nombre? —Me cuestionó mientras recargaba los brazos en su escritorio, como si quisiera memorizar mi cara.
    —Sebastián —me limité a responder. Tenía la mirada expectante, fija en el teléfono.
    —Bueno, dame el número de tus padres.
    Al oír la orden abrí los ojos muy grandes y comencé a temblar ligeramente, pero obedecí su mandato. Después, ella se comunicó a mi casa y le pidió a mamá que pasara por mí, ya que me había visto envuelto en una pelea.
    Mientras esperábamos la llegada de nuestros respectivos padres, la directora nos mandó por las mochilas, cosa que hicimos sin dirigirnos la palabra el Rica y yo.
    Al regresar a la dirección, pude observar cómo un carro se estacionó frente a la escuela y de él, salió una mujer. Los alumnos del siguiente turno, ya estaban ingresando a sus clases. Ella entró abriéndose paso entre los estudiantes. La señora volteó y observó a mi compañero con una mirada fría; realmente se notaba enojada. El niño no se atrevió a subir el rostro. Al ver las reacciones de ambos, pude deducir que ella era su mamá. No me equivoqué, ya que al llegar a la oficina, la maestra comenzó a hablar con la señora y sólo le permitió la entrada a Ricardo, ordenándome esperar en la puerta. Mientras lo hacía, comencé a pensar en lo que podría estar pasando adentro y en lo que me aguardaba a mí, mas no tuve mucho tiempo de reflexionar porque, de improviso, arribó mi mamá a donde me encontraba. Volteé a verla, mas ella no dijo nada, sólo pude notar su disgusto.
    Ambos guardamos silencio todo el rato que estuvimos parados ahí, hasta que salieron madre e hijo del privado. La señora iba visiblemente enojada tomando a su hijo de la muñeca; él iba llorando y jadeando, limpiándose los ojos con su empolvado brazo que, al contacto con las lágrimas, formaba un ligero lodo que lo hacía ver aún más patético.
    La directora nos pidió que pasáramos. Ya adentro nos invitó a sentarnos y comenzó a explicarle a mamá lo sucedido.
    —Lamento tener que molestarle, señora, pero encontré a su hijo en medio de una pelea contra el alumno que acaba de salir. Al parecer este niño le venía robando a su hijo la comida que traía para su refrigerio y Sebastián, cansado de ésta situación, se enfrentó a él.
    — ¿Es verdad, Sebastián? —Me interrogó mi mamá con unos ojos que aún denotaban su enojo.
    —Sí —bueno, técnicamente eso había pasado, así que mejor omití los detalles.
    — ¿Cuántas veces ocurrió esto?
    —Bueno,... una o dos veces —dije tímidamente.
    — ¡Habla claro! —levantó un poco la voz, yo me encogí de hombros.
    —Bu-bueno —tartamudeé—, fueron... dos veces —en realidad fueron más, pero ¿quién las cuenta?
    — ¿Y por qué no lo denunciaste con tu maestra o con tu directora?

    Finaliza en 05/02.- Jandy, la valiente
     
    #1
  2. Maramin

    Maramin Moderador Global Miembro del Equipo Moderador Global Corrector/a

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    Interesante y por lo que veo va para largo, nos deja mil preguntas en mente...:::banana:::

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    #2
  3. RamónL

    RamónL Poeta recién llegado

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    Hola. Efectivamente, son capítulos divididos en segmentos. Con el siguiente post cierro éste y espero continuar con "Su cabello huele a fresas". En total son 14 caps que forman parte del libro. Gracias!
     
    #3

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