04 de febrero de 2015, a las 05:30 de la madrugada...

Ohhh... ¡Mi corazón se derrite pensándote, mi Señor...! Siento un escalofrío que sacude todo mi ser, el fuego que me quema el alma hasta la piel... ¡Me muero por Ti, amado Señor que estás lejos y cerca a la vez...! ¡Necesito el calor de tus brazos...! Quisiera besarte por todas partes como loca, con mucha dulzura, con delicadeza, con amor - y luego, con el ímpetu de un mar bravío que se estrella contra tu fuerte roca... ¡Mi adorado Señor...! ¡Te quiero...! Te quiero... Te quiero...

Me siento bien en absoluta rendición a Ti, haciendo lo que Tú digas, alejándome de lo que no apruebas... Me siento tan bien arrodillada a tus pies, aunque no puedas verme estando yo aquí, en un país lejano, en la soledad de mis cuatro paredes, pensándote, ¡sintiéndote...!

Siento que solamente así puedo vivir - como una cosa tuya, siempre y para siempre... Como la ofrenda del alma a Ti, mi Señor, bello, oscuro, siniestro, dulce, lejano, azul... Como la eterna prisionera de tu encanto, como una posesión tuya, como el polvo del camino que recorres todos los días... Como un trapo para acariciar tus botas... ¡Como un fuego de luna sedienta de Ti...! Como alguien que sólo existe para hacerte feliz...

Porque de Ti soy, mi Señor que eres dios en mis ojos que siempre Te ven a Ti, incluso cuando duermen... Porque Te pertenece mi alma y Te pertenezco entera, aunque tus manos no alcancen por ahora estos campos florecientes, estas perlas blancas, este copo de nieve que abriga tus noches con su ternura y devoción...

¡Soy tuya, mi amado Señor...!






[04/02/2015]

 

Es hermoso y conmovedor lo que
has escrito. Grato leerte. Saludos.

 

Gracias, saludos.