A la ceguera del poder global

Varones de ceño adusto,

que al orbe queréis adquirir

sin en la razón sugerir

si vuestro juicio es el justo.


Con el arsenal tan presto,

y el decreto altanero,

pensáis que es orden verdadero

el que nace del arresto.


¿Decid, qué os da licencia,

de violar el ajeno fuero,

y usar del poder severo

que la Paz hacéis violencia?


Creéis que el dictar la regla

a quien de vos no depende,

es la virtud que defiende

la gloria que se os arregla.


Mas si con la espada sola

buscáis que el mundo os adore,

veréis cómo el tiempo ignore

la fuerza que os descontrola.


Es necio el que solo mira

su provecho por divisa,

y a la pobre gente pisa

si a su dominio no aspira.


Si del temor y el agravio

hacéis vuestro fundamento,

no habrá muro o monumento

que honre vuestro juicio de agravio.


Dejad, pues, la vanidad ciega

del que se cree causa y meta,

y entended que la verdad completa

no se impone, sino se entrega.
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Si Sor Juana Inés de la Cruz, aún viviera, seguro que este poema lo escribiría con mayor sabiduría y maestría