A la mentira-.

Cuando la veas, dile que se me olvidó tenerla en cuenta, que no pude por obstáculos y óbices, decirle lo que verdaderamente sentía, y que además, me salían granos y acné cada vez que lo hacía. Dile también que nunca pude armarme de valor para combatirla desde todo su fragor y que entre mares y océanos de literarias geografías, me perdí sin buscarla en absoluto. Dile además, que abandoné el barco demasiado pronto, que obtuve el grado de honesto de súbito, y que apacigüe todo lo que supe, mi porvenir, hasta arrollarlo y dejarlo aplastado. Y dile finalmente que nunca podré santiguarme bajo una iglesia-.



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