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A las Puertas del Cielo: La Maldición de la Flor del Sol (Cap IV - VI)

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Vidal, 20 de Julio de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 838

  1. Vidal

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    V – El Remolino del Roble


    Ludwig con la ayuda de Anthony había escrito una carta para Gretchen, pero aún así había vuelto a escribirla un centenar de veces, en la carta la citaba a la Feria del Remolino del Roble, una feria permanente que celebraba a los alrededores del único viejo roble que quedaba en la parte este de la ciudad. Anthony fue quien le entregó la carta, pero no le dio respuesta alguna, simplemente sonrió cuando termino de leerla y le dio las gracias, por ese mismo motivo a Ludwig los nervios lo mataban, lo torturaba el saber si ella iría o no a aquel lugar para escuchar lo que tenía que decirle, ahora el ya no quería decir nada, estaba sudando. Pero a la insistencia de Anthony se vistió elegante y fue a pararse a la entrada del Remolino del Roble a esperar a la muchacha vigilado de lejos por Anthony para evitar que este se escapase. Finalmente un coche marrón tirado por dos caballos blancos se detuvo cerca bajando de el la muchacha de los ojos azules acompañada de una criada que había ido a cuidarla.


    -¿Pensé que no vendrías?―Dijo Ludwig algo aturdido―
    -¿Y por qué no habría de hacerlo?―Contesto ella mirándolo directamente―
    -Bueno vamos...―y emprendieron la caminata, la otra mujer los seguía a cierta distancia―
    -A pesar de haber vivido toda mi vida en Ciudad Oscura, nunca había venido a la feria de del Remolino del Roble, mi madre me dijo que las tiendecitas han aquí tanto tiempo como ella recuerda―comentó Gretchen mirando a los alrededores―
    -Es la primera vez que vengo también, mi padre me dijo que la feria vino por primera vez cuando la ciudad se fundó y que nadie sabe porqué nunca se fueron―dijo el joven mirando fijamente a la muchacha―
    -¿Cuánto misterio no?―preguntó, le sonrió y agregó señalando a una de la tiendecitas―...¡mira! Una tiendecita dulcera...―caminaron y entraron en ella―
    -Señorita y Señorito ¿qué es lo que desean degustar en esta tarde?―les preguntó la mujer parada tras de una mesita de madera vieja, usaba unos aretes enormes y su cabello era oscuro como la noche―
    -mmmm...¿qué me recomiendas?
    -Para usted señorita galletas rellenas con mermelada de mora y para el señorito, pues bien, para el caramelos de miel y hierba Luisa, díganme que he acertado―dijo con esa voz enrarecida que tenía―
    -Increíble, ¿no es así Ludwig?―dijo Gretchen cogiendo la bolsita de galletas
    -Parece que así es―contestó tratando de disimular su asombro y estirando las dos manos, una pare recibir sus caramelos envueltos en papel y la otra con las monedas para pagarle a la mujer―
    -Gracias por venir al Dulce Misterioso...ah por cierto si les gustan los misterios no dejes de visitar la tienda de mi hermana, es una adivina―agregó la mujer mientras los muchachos salían de la tienda―
    Al salir Ludwig vio que sobre cada una de las tiendas había un pequeño cartel con el nombre de las tiendecitas, esa obviamente decía “El Dulce Misterioso” y visitaron todas las que les llamaban más la atención como la de enfrente llamada “Costurera de Felpa” donde vendían toda clase de muñecos de felpa, la de más allá era “La posada del Herrero” en dónde vendía bebidas dulces, calientes y frías en vasos y copas de metal con graciosos grabados, “Desafío y Reto” donde estaban los clásicos juegos premiados y donde Ludwig ganó una mariposa de cerámica que le regaló a Gretchen, visitaron también “La increíble biblioteca antigua”, dentro se exhibían libros antiguos pero ojear cada uno costaba tres monedas adicionales aparte de la entrada que habían pagado, así que solo leyeron los títulos de algunos de los libros asediados por la vigilante mirada de un hombre calvo y muy flaco que cuidaba que nadie mirase los libros sin haber pagado la tarifa. Entre ellos encontraron libros de Caballería famosos escritos por los antiguos escritores Dan y Elias Trambous, libros de poesía de Tania Rindaure y Alphonse Elendemer, manuales de cocina que parecían prehistóricos escritos por una tal Amara del Amarana y en un estante independiente había un libro forrado en cuero en cuyo lomo estaba escrito “El inmortal” y que el hombre flaco advirtió era el más antiguo y raro de entre todos y que costaba diez monedas ojear cada página, vieron también entre otros libros escritos en idiomas extraños, que eran idiomas antiguos según el hombre flaco, idiomas ancestrales y perdidos que nadie había entendido jamas. Visitaron también “La Estufa Estrambótica” donde se ofrecían platillos extraños o combinación terribles que a ambos les parecieron demasiado para sus paladares.


    Finalmente habían llegado a la última tienda, una sin cartel, dónde les habían dicho en tiendas anteriores que estaba la adivina, entraron entonces.


    -Bienvenidos, mi nombre es Amatista y les puedo decir su futuro por una moneda solamente―dijo la mujer que tenía una pañoleta en la cabeza y usaba unos enormes arete como la mujer de los dulces, eran increíblemente parecidas―
    -¿Ustedes es la....―entonces interrumpiendo la pregunta de Gretchen la mujer contestó―
    -¿la hermana de la dulcera?, sí lo soy, somos gemelas...entonces díganme van a querer que les vea el futuro o no―insistió―
    -Yo voy primero―dijo Gretchen alzando suavemente el brazo―
    -La moneda primero―replicó la mujer―
    -Aquí tiene dos, la otra es para mí y por adelantado―dijo Ludwig poniendo las dos monedas sobre la mesa―
    -Muy bien...ven querida siéntate aquí...―dijo señalando un banco pequeño enfrente de una mesa donde en medio reposaba solitaria una vela color caramelo. Gretchen se sentó―...bien, bien veamos―encendió la vela entonces y miró fijamente la llama quedándose en silencio unos instantes―¿Cual es tu nombre?―preguntó rompiendo el silencio―
    -Gretchen Stom...―contestó―
    -Tu nombre completo por favor―replicó la mujer―
    -Gretchen Alexa Stom de Nerembu―dijo mirando de reojo a Ludwig quien estaba parado más allá con los brazos cruzados―
    -¿Stom de Nerembu?...apellido particular...hija de...¿Albert Stom de Nerembu?
    -Sí―contestó temerosa―
    -Veo que tu vida se vera marcada por el hombre con el que te casaras, no seras feliz, tu padre...del norte ¿verdad?
    -¿Cómo sabe que mi padre vive en el norte?―Preguntó con cara de desconcierto mirando a Ludwig después―
    -Es que es una adivina de verdad―contestó Ludwig con los ojos redondos de la sorpresa y la boca un tanto abierta, la adivina lo miro y volvió a hablar―
    -Como decía, tu padre arreglará tu matrimonio...―La mujer suspiró―...creo que eso es todo...¿sigues tú?―le preguntó a Ludwig―
    -Sí, sí―contestó este caminando hacia la silla de donde se levantaba una Gretchen pensativa. Se sentó y dijo―
    -Entonces dígame, ¿Qué es lo que ve?―la mujer se quedó en silencio unos momentos―
    -Te vas a marchar, vendrán por ti y te iras con ellos porque así lo vas a querer...pero si lo haces tu vida cambiará para siempre...serás el que tendrá que hacerse con todo lo que venga después...―La mujer lo miró directamente y agregó―...si tan solo pudiese ver algún rostro...
    -¿Quienes vendrán por mí?...―interrumpió Ludwig―...¿serán acaso mis padres?
    -No lo sé, lo sé que te vas a ir, son susurros del destino borroso que tienes muchacho...
    -Dime adivina...―dijo Ludwig poniéndose de pie un tanto exaltado―...toma otra moneda si quieres...
    -Aunque me dieras las monedas del mundo entero, no podría hacerlo...es como ver una pintura difuminada y no sé por qué...lo siento―la mujer bajo la cabeza y concluyó―...gracias por venir y espero entiendan que tienen que retirarse porque ya voy a cerrar mi tienda―Gretchen tomó de la mano a Ludwig que seguía de pie y ambos salieron―
    Salieron de la tienda donde esperaba siempre la criada cada vez que entraban en una, caminaban juntos hasta la entrada de la feria cuando Gretchen detuvo a Ludwig cogiéndolo por el brazo suavemente, este había estado callado desde que salieron de la tienda de la Adivina.
    -Ludwig, escucha...―dijo la muchacha cogiéndole el rostro con una mano, el corazón de Ludwig volvió a acelerarse―...lo que la mujer dijo son cosas sin mucho sentido, quizá nos conocía, quizá su hermana le dijo algo, la ciudad es chica y al final todos se llegan a enterar de todo...no quiero que estés triste pensando en tus padres, no quiero que se creen falsas esperanzas en tu corazón y que sufras por eso...―Ludwig estaba pasmado, ella realmente le estaba diciendo esas cosas, estaba preocupada porque no quería verlo sufrir, sus ojos azules estaban fijos en los suyos, no tenía escapatoria―...sé que debe de haber sido difícil...
    -No te preocupes...―interrumpió Ludwig y le cogió la otra mano, ahora si tenía la certeza de que los latidos de su corazón se notaban a través de su ropa, sonrió entonces con dificultad―...yo Gretchen...quería...―la palabras no le salían, había decidido finalmente confesarse y las palabras se le atragantaban―
    -No tienes que darme las gracias, no tienes que agradecerme por preocuparme por ti Ludwig―Quitó entonces la mano de su rostro y Ludwig se la cogió con la otra, la miró fijamente―
    -...yo quería decirte...―Ella sabía que él tenía que decirle algo, en la carta lo mencionaba y en todo el momento quiso saber que era pero no le había preguntado―...lo mismo que le dijo Jack Jones a quién sea a quien iba dirigido el poema...quería decirte que “los días sin ti son tan largos como la noche más lúgubre, y que para desgracia mía todas esas se parecen en esta ciudad gris tan ajena y tan mía”...―Ella sonrió, Ludwig sudaba y por poco y temblaba―
    -¿Me quieres?...―Preguntó ella, soltándole las manos, Ludwig se quedó callado, y ella volvió a preguntar―...¿me quieres?
    -Como un loco triste, como un pintor inspirado, como un poeta apasionado...te quiero Gretchen...―El la miro fijamente casi suspirando―
    -Yo también te quiero, pero...―Dijo ella levantando las cejas―
    -¿Pero qué?―preguntó él, imaginando las mil maneras en que sentía el rechazo viniendo hacia él―
    -Pero hay algo que tienes que decirme...estaba escrito en tu carta, ahí lo decía...―dijo ella serena―
    -Yo quería decirte eso, que te quiero...―Ahora sentía como los colores se le subían al rostro―
    -¿Solo eso?―Preguntó con calma nuevamente―
    -Sí, quería decirte que te quería para que ya no sea más un secreto, quería saber si tu sentías algo...quería saber si querías estar conmigo...―Se sintió entonces derrotado y bajo la mirada―
    -Pues sí y esa es tu respuesta, sí Ludwig quiero estar contigo―Su corazón que parecía haberse detenido volvió a latir y subió la mirada, ella sonrió y lo abrazo, él la abrazo suavemente también―
    -Gracias...―dijo susurrando―...por todo
    -Ya te dije que no me tienes nada que agradecer...―le contestó ella―


    El coche estaba esperando a Gretchen en la entrada, el cochero abrió la puerta, la criada subió primero, ella le dio un abrazo, le dijo “gracias por todo”, le sonrió y cuando se disponía a subir regresó de súbito para darle un besito rápido en la boca que lo dejo perplejo y con la sensación de estar parado entre nubes. Le hizo adiós con la mano antes de que cerrasen la puerta y el coche se marchase. Ludwig suspiró al fin, desató su caballo que estaba amarrado a un poste a la entrada de la feria que era cuidado por un hombre de grandes barbas a quien le dio una moneda y emprendió el feliz camino a casa.



    V – La decisión


    Era muy de mañana todavía y en cualquier otra ciudad en esos instantes los rayos del sol empezarían a escurrirse por entre las líneas del horizonte pero en Ciudad Oscura siempre las madrugadas y anocheceres tenían el mismo aspecto al igual que el resto del día y con exactitud no se podía saber en que momento del día uno se encontraba. Arthur en una ocasión le había contado a Ludwig que la ciudad tenía ese nombre no por el cielo nublado sino por una especie de roca negra que los fundadores usaron para construir algunas de las edificaciones que hoy en día eran simbólicas o ya habían desaparecido conocidas como “Edificios Oscuros”, llamando a la ciudad en un principio “la Ciudad de la Piedra Oscura” pasando a llamarse tan solo “Ciudad Oscura” para evitar usar un nombre tan largo. Aquella mañana una piedrecilla fue a dar a la ventana de la habitación de Ludwig, este despertó y aun somnoliento fue a ver quién buscaba despertarlo, pero ya lo sabía, era Gretchen, que desde abajo le hizo algunas señas para que bajase. Tardó un poco, hacía frío afuera, ella lo esperaba como ya se les había hecho costumbre, en una las bancas de piedra que estaban en el jardín trasero de la enorme casa en donde vivía con Arthur, el gobernador.


    -¿Por qué tan temprano?―preguntó Ludwig sentándose a su lado―
    -Porque me voy...―contestó bajando la cabeza, ocultando su rostro entre el bonete de la caperuza marrón que llevaba―...mañana me voy de la ciudad...
    -¿Cómo?...no puede ser posible...―replicó poniéndose de pie―
    -Llegó anoche un mensajero de mi padre, quiere que vayamos a vivir con él y que nos vayamos mañana mismo...―dijo Gretchen con la voz entrecortada―...y yo no quiero...―ella lo abrazó fuertemente por la cintura, él no podía decir una palabra―
    -...¿Cuánto ha pasado?―preguntó con los ojos aguados―
    -De lo nuestro, hace ya un año, de mi padre, hace mas de diez...―Su lágrimas empezaron caer suaves, él le puso la mano en la cabeza―
    -...no sé qué hacer o decir en situaciones como esta...―bajó la cabeza―
    -Ven conmigo...―dijo repentinamente apartándose de él y poniéndose en pie―...ven conmigo...
    -¿Que vaya contigo?―preguntó dudoso―
    -Sí, ven conmigo, mi madre te quiere también y esta de acuerdo en que vengas, yo te adoro, mi padre te aceptará...ven conmigo...por favor―repitió con el aliento atragantado―
    -Yo...mi padre...no lo sé―respondió temeroso―
    -¿Acaso ya no me quieres?...ven conmigo―dijo nuevamente pero esta vez su voz era nudosa y las lágrimas caían sin recato―
    -Ven...―le dijo, ella dio unos pasos, se abrazaron fuertemente y agregó―...voy a hablar con mi padre...
    -Hazlo...―contestó ella apoyando la frente en su hombro izquierdo―...hazlo y te veo mañana, el coche parte tan temprano como hoy...―se soltó entonces, estaba un poco más calmada, le dio un beso rápido, se dio la vuelta y emprendió el camino a casa―
    -Te veo más tarde...―gritó cuando ella había avanzado cierta distancia―
    -¡No!...―gritó ella volviéndose pero sin dejar de caminar―...no quiero saber nada hasta mañana, el coche sale tan temprano como hoy...―y desapareció a la distancia―
    Ludwig se quedo parado en el mismo lugar un rato más y luego entro a la casa nuevamente con la mente llena de dudas.


    Iban siendo casi las horas del desayuno, Arthur estaba ya despierto y listo para comenzar con sus labores del día, saludó a cada una de las criadas por su nombre y preguntó por Ludwig, ninguna le supo dar razón, el viejo Arthur lo buscó por toda la casa y finalmente lo encontró ojeando los dibujos de un viejo libro sentado a un costado del palomar donde ya no habitaba ave alguna. El palomar de la casa del gobernador estaba en uno de los jardines traseros, oculto por un cerco de madera tallada con formas de distintos animales. Cuando Arthur lo descubrió, Ludwig alzó la mirada lenta y tristemente, el viejo le sonrió y sin pensarlo dos veces se fue a sentar a su lado sobre el piso de tierra.


    -¿Qué haces aquí hijo mio?...―preguntó mientras asomaba el rostro para ver los dibujos del libro que sostenía el joven―...ya va a ser la hora del desayuno y hace frío...
    -Leía esto...―Ludwig cerró suavemente el libro, y le mostró la tapa forrada en cuero con el título escrito en el―...¿lo recuerdas?
    -El caballero y el posadero...―contestó―...fue el primer libro que te compré
    -Así es, me lo regalaste cuando aprendía a leer y me gustaba porque tenía muchos dibujos...
    -...Santos el caballero y su amigo el posadero...¿verdad?―preguntó sonriendo y con la mirada que se le perdía entre los recuerdos―
    -El posadero Jhon...―dijo y quedaron en silencio un momento―...padre, tengo algo que decirte―finalmente agregó rompiendo el silencio de la mañana―
    -¿Y qué es eso hijo mio?
    -...yo padre...―se le hizo un nudo en la garganta pero con dificultad continuó―...yo me marcho―y al viejo se le entristeció la mirada, como cuando el alma abandona los ojos―
    -...¿Cuán...do?―indagó con la voz fracturada―
    -el día de mañana―y sus ojos se llenaron de lágrimas silenciosas que no caían―
    -...dime algo hijo...―sollozó y se calló tan rápido como empezaron a caer las lágrimas de sus ojos―...dime...¿vale la pena?―preguntó con dificultad como si su voz fuese estrangulada―
    -Creo que sí padre...―finalmente cayeron sus lágrimas, Arthur se puso de pie y le tendió la mano para que hiciese lo mismo, Ludwig se puso en pie también―
    -No llores mi niño...―le dijo secándole las lágrimas suavemente con las yemas de los dedos, acariciando sus mejillas―...no llores, que hay que celebrar cuando un caballero se va ¿no decía eso siempre el posadero?―Ludwig sonrió y lo abrazó fuertemente―
    -...padre...no vas a preguntarme el por qué―dijo apoyando en su pecho―
    -No, no lo haré, siempre fuiste libre de elegir tu destino...―respondió mirando el horizonte―...además creo en lo que Anna me dijo...
    -¿Qué fue lo que te dijo la señora Caleb?―preguntó apartándose ligeramente―
    -Agonizante me dijo, que mi hijo sería un gran hombre...―comentó bajando la mirada―...yo pensé que tendría algún heredero, pero eso no sucedió así que creo de alguna forma que se refería a ti y por tal motivo no debo de oponerme al destino...―concluyó―
    -Gracias padre...―sonrió Ludwig aun con los ojos húmedos―
    -Pues vayamos a desayunar, que hoy es día de celebración...―dijo y sonrió también y entraron a la casa a disfrutar del último desayuno que tendrían juntos―


    Arthur quería hacer una cena de despedida pero Ludwig le pidió por favor no la hiciese ya que decía su partida no la merecía, además alegó que sus invitados asistirían por compromiso, que Gretchen no quería verlo hasta mañana quizá para no sufrir aquella noche en el caso de que Ludwig decidiese quedarse, pero al único que merecía la pena invitar si de alguna invitación a la insistencia de Arthur se tratase, ese era Anthony, así que decidió ir a su casa a darle las noticias y a invitarlo para esa noche.


    La casa de los Cerlet era igual de enorme que la del gobernador, toda gris, de piedra con tallados del escudo de la familia por todos lados pero no tenia jardines, aunque llamaban jardines a los espacios de tierra donde crecían débiles pastos y ninguna flor, el clima no lo permitía. En la casa de los Cerlet una criada le dijo a Ludwig que los señores no se encontraban, que habían partido hacia Senatal esa misma mañana y que retornarían en algunos días. No había manera entonces de que se despidiese de su amigo ya que Senatal estaba fuera de las tierras oscuras, a unos diez quince días a caballo hacia noreste de Ciudad Oscura.


    Arthur cenó con él, solos los dos, las criadas murmuraban, había esa noche distintos platos servidos a la mesa, Ludwig solo pudo comer un poco de un par de ellos, la ansiedad lo devoraba verdaderamente, sería la primera vez que dejaría Ciudad Oscura, sería la primera vez que vería el sol en las tierras lejanas, sería la primera vez que tendría que hablar con un señor para presentarse como el pretendiente de su hija, pensaba en las cosas que le diría al padre de Gretchen cuando lo tuviese en frente.
    Aquella noche no pudo dormir, ya tenía sus cosas lista, básicamente estaba llevando solo algunas ropas, lo demás lo creía innecesario, se pasó mirando el cielo a través de la ventana de su habitación, Arthur por su lado tampoco pudo hacerlo, pensaba en el futuro de su hijo pero no podía retenerlo, no podía impedir su viaje, que cumpla su destino como el mismo se decía.


    Cuando era de mañana, un tanto más temprano a la hora acordada, Ludwig se fue a despedirse de Arthur, pero no lo encontró en su habitación. El viejo Arthur lo esperaba en la puerta con un criado y un caballo con la silla lista para el viaje. Ludwig quiso hablar pero el viejo le hizo una seña para que no dijese nada, le extendió la mano con una bolsa de monedas en el, “para el viaje” le dijo, le dio un abrazo, un beso en la frente y vio como Ludwig y el criado iban desapareciendo a lo lejos. Fueron primero a la casa de los Cerlet, donde Ludwig le dejó a la criada un libro para Anthony, era “El Caballero y el Posadero” junto con una carta de despedida. Fueron entonces con dirección a la casa de los Stom, a donde Gretchen lo esperaba con ansias.


    -Pensé que no vendrías―dijo la muchacha parada al costado del carruaje antes de correr y abrazarlo, el criado que había ido con el acomodaba sus cosas en el segundo coche que llevaba el resto de las cosas de los Stom―
    -Aquí me tienes...
    -Por el contrario, yo siempre supe que vendría joven Ludwig―Comentó Amademisa Stom desde el carruaje entreabierto―
    -Señora...―dijo bajando un poco la cabeza a manera de reverencia―...gracias por...
    -...Dejemos las formalidades y los agradecimientos para después―lo interrumpió―...es momento de partir...
    -Sí ya vámonos―agregó Gretchen subiendo al coche y haciéndole señas con la mano a Ludwig para que hiciese lo mismo, quien estaba parado mirando sus alrededores como despidiéndose silenciosamente de la ciudad―
    -Pues vamos...―finalmente contestó―


    El viaje hacía Temaris duraría unos cuarenta día o poco más, Ludwig estaba emocionado porque creía le esperaba un destino favorable pero triste por su padre, quién sufriría por su partida. Los caballos empezaron a moverse azotados por el cochero quien con mano firme había emprendido ya el largo viaje.




    VI – El viaje


    La carroza dejó Ciudad Oscura muy rápido y no le dio tiempo a Ludwig de mirar todas sus calles por última vez, ahora se encontraban en dirección a Delma, la ciudad del comercio, pero para eso tenían que atravesar primero las tierras oscuras, que era el territorio asediado por los densos nubarrones negros que cubrían el cielo, que era el único cielo que Ludwig conocía, debían de pasar también por algunas villas y pueblitos, nada interesante, tomando la ruta más rápida y segura hacia Temaris, donde el padre de Gretchen los esperaba.


    Trece días de camino después, cuando Ludwig dormía lo despertó Gretchen...
    -¡Despierta!...tienes que ver esto―dijo señalando la ventana del coche, Ludwig asomó la cabeza y lo que vieron sus ojos no lo podía creer, era el cielo, era diferente, era celeste y unos rayos dorados lo cegaron casi de inmediato―
    -¡Deténganse!, ¡deténgase por favor!―gritó entonces, los caballos se detuvieron y Ludwig saltó desde su asiento tan lejos como pudo hacia afuera―
    -¿Es increíble no es así?...es fabuloso...es tan dorado...es el sol, ¡es el sol Gretchen!...―dijo sonriendo completamente emocionado, efectivamente era la primera vez que veía el sol―
    -Así es, es el sol...―dijo ella y sonrío mirándolo apaciblemente, viendo como observaba todo a su alrededor como asombrado tal cual niño―
    -De acá en adelante todo será así, con el sol iluminándonos por el día y la luna por la noche...―comentó la señora desde adentro―
    -Y las estrellas las quiero ver también...―tenía los ojos brillantes―
    Siguieron su camino entonces, pasaron por verdes praderas, nunca en la vida había visto tantas plantas juntas decía, el sol le daba vida al paisaje. Pero el atardecer fue el mejor espectáculo que la naturaleza pudo darle ese día, los colores naranjas y rojos del cielo, el sol dorado moribundo en el horizonte y mucho mas alto donde el purpura se convertía en azul aparecían los primero puntos plateados titilantes esparcidos al azar por la alfombra celestial. Más tarde el disco plateado verdoso que conocía de los libros como luna hizo su magistral entrada, lo dejó boquiabierto, “es bellísimo, es hermoso” repetía, Gretchen solo lo miraba, estaba feliz de verlo tan contento y sorprendido, Ludwig creyó entonces que había valido la pena irse de casa y esa noche durmió tranquilo después de muchas otras.


    Unas cuantas noches antes de llegar a Delma, Amademisa le dijo a Ludwig que mirase el cielo, el coche aún se movía.
    -Todas las estrellas del cielo son bellas, con excepción de una―dijo la mujer―
    -¿Y cuál es esa?―preguntó Ludwig―
    -Esa de allá...―dijo apuntando a un estrella en especial―...es diferente ¿no es así?―Ludwig observó la estrella, era diferente en definitiva, era como si tuviese un agujero en medio, como si fuese un aro brillante suspendido en el cielo―
    -Es cierto...―Contestó sorprendido, en la escuela había leído sobre el sol y las estrellas, pero nunca sobre aros brillantes en el cielo, estrellas con agujeros―
    -Pero no siempre fue así...―dijo Amademisa―...esa estrella apareció hace quince o dieciséis años.
    -Interesante...―dijo Ludwig pensativo y agregó―...este tipo de cosas no están en los libros, ¿y tiene algún nombre?
    -No que yo sepa, la gente simplemente la llama el aro o la estrella incompleta...
    -Esperaba algún nombre extraordinario...―dijo Ludwig sonriendo y mirando el firmamento―


    Unos cuantos días después llegaron a Delma, era una ciudad enorme en comparación a Ciudad Oscura, estaba rodeada por una enorme muralla circular con cuatro gigantescas puertas, cada una mirando a un punto cardinal distinto, Delma era el paso obligado de todos los comerciantes y viajeros pues estaba exactamente en el centro del reino y para simbolizar esto, todas las calles de Delma se unían en el centro de la ciudad donde había una gran pileta circular también hecha de piedra en cuyo centro se erguía una pirámide alargada de cuyos lados brotaba el agua por cada uno de los ocho agujeros que tenía cada uno y en la punta de la pirámide estaba colocada la figura de un león sentado con cuatro cabezas, cada una de las cabezas miraba hacía un punto cardinal diferente y en sus bocas tenían distintos objetos, la cabeza que miraba hacia el norte tenía en la boca un escudo, la que miraba hacía oeste, una espada, la del sur sostenía una llave y la del este tenía una corona entre los dientes. Era una ciudad que vivía del comercio, en sus calles se podía ver gente vendiendo y comprando cosas, realizando intercambios o exhibiendo productos raros, habían posadas por todo lado y toda clase de negocio imaginable. En Delma vivía gente de todas partes del reino, se mezclaban costumbres de todo tiempo en las celebraciones que habían todas las noches al rededor de la pileta de Delma.


    Ludwig aprovechó la corta estadía en la ciudad para comprar todo tiempo de objetos, desde libros hasta una lampara de aceite con forma de caballo que le había vendido un viejo por quince monedas, compró también una daga por un preció algo injusto pero como le gustaba no lo pensó dos veces, un par de camisas nuevas y una capa de estilo norteño, más gruesa y con el cuello alzado para proteger el rostro y las orejas del frío. Estaba emocionado, preguntaba la procedencia de casi todos los objetos que veía y en una de las tiendecillas vio una pintura pequeña de un caballo blanco que se desvanecía en el viento, pensó en el caballo de Arthur y compró la pintura para regalársela cuando lo volviese a ver.


    Dejaron la ciudad rápido, no pasaron ni una noche en ella, Temaris los esperaba, estaba a un par de días, Albert Stom señor de Nerembu y Temaris los esperaba, Ludwig estaba ansioso por no decir nervioso, ya llegaba el momento, ya llegaba la hora.
     
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