A mi querida amiga...

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¡Qué belleza verte que corres hacia a mí!
¡Sentarme sobre la frescura del pasto y sentir tu lluvia de arrumacos y caricias!
¡Junto al árbol que plantamos juntos aquél día, ése minúsculo elemí!
¡Te veo posar sobre mis piernas y te tomo de tu juguetona pata con blandicia!

Me concibo incrédulo aún después de lo sucedido ¡Pero aquí estamos ambos vivos!
Deslizo mis manos con suavidad sobre ese vientre color panqueque mientras veo que alzas tus patas ¡Pues estás encinta nena mía!
Aboco mi rostro sobre ti y de inmediato siento el hormiguillo de tu lengua húmeda revolotear por mis mejillas ¡Rawr! ¡Que te como a besos! -digo felizmente-.
Quedo extendido en el pasto mientras tú, toda enérgica, saltas encima de mí e intento zafarme de tu lengua ¡Otra vez!

Me pongo de pie y caminamos recto hacia donde el viento suave intenta advertirnos que nos detengamos;
pero corremos a paso largo, sin ataduras como eternos amigos, sin temor a poder ser alcanzados;
el trayecto se torna largo, pero tú, mi fiel amiga, me has seguido siempre en el camino del cual conectamos;
mira creo que nada puede separarnos, aunque llueva con fuerza en nuestros corazones o así sea cualquier cosa la que hagamos.

Te siento muy lejos mi querida niña, te dije que la ruta de la vida sería larga;
debo regresar por ti, voy a quedarme aquí a tu lado todo el tiempo ya verás;
es impresionante la belleza de tus ojos y esa mirada apacible que enamora;
y el color del pelaje cobrizo claro que a la vez límpido de ese blanco lanoso.

Tus ojos entrecerrados me dicen algo yo lo sé;
veo que a mi lado duermes corazón, pero para mí, ya es hora de despertar.​

Haz de saber que donde quiera que vayas,
tú y los cachorritos que llevabas en tu vientre
dejarán una estela de luz enorme en mí
y en aquellos que sin razón alguna,
envenenaron la fuente de vida que yacía
en tus interiores.
En memoria de ti Vainilla.
30/03/2016

 

Triste día el mío, aunque respeto la belleza de esta hermosa mañana, queda claro que hoy será día de reflexión profunda y de aguas saladas corriendo como dos pequeñas cascadas vertiendo cuesta abajo mientras intento preguntarme por qué.