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A propósito de diciembre.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por dragon_ecu, 8 de Diciembre de 2015. Respuestas: 1 | Visitas: 684

  1. dragon_ecu

    dragon_ecu Esporádico permanente

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    Cuenta una antigua leyenda...

    Un señor ya maduro transitaba por la ribera del río. Levaba en sus manos una bella caja de hojalata, de aquellas que suelen llevar dentro dulces galletas o deliciosos caramelos, o bombones rellenos de licores.

    Perdón pero el hambre me despertó la imaginación más allá de lo que narraba.

    Como decía antes, aquella mañana de sol y brisa fresca, aquel hombre deambulaba buscando algún paso al otro lado. La orilla irregular se mostraba caprichosa alejándose y acercándose como mujer en plan de conquista, mostrando apenas nada… pero incitando a pensar más arriba.

    De nuevo perdón pues esta historia es para niños.

    Contaba que el hombre iba contando y recontando sus pasos, como midiendo cada tanto, cuanto se alejaba el otro lado.

    Veía a distancia como se acercaba a preguntar a cuanta persona se le cruzaba. Pero por mucho que intentara no entendía sus palabras.

    Curioso como siempre me acerqué siguiendo sus huellas en el polvo.

    - Buenos días buen hombre, ¿dígame qué tanto le inquieta que tanto camina?

    Sus ojos grises tosieron ante lo súbito de mi pregunta.

    -- Nada joven, que busco cruzar el río, ¿habrá acaso, un puente en la cercanía?

    - ¿Un puente? - Me preguntaba en voz alta al mismo tiempo que recordar intentaba.

    Y de pronto la mente generosa me auxilió con premura.

    - ¿Ve allá? ¿Ve aquel puente roto? Años atrás un habitante de este lado vio a una mozuela recogiendo espigas en la otra orilla, justo en aquel campo a los pies de los restos del puente. Ilusionado aquel jopen construyó el puente, solo para poder acercarse a la dueña de sus sueños.

    -- Si, la verdad ya conocía esa historia, pero ahora necesito de un puente completo.— Replicó el hombre.

    Con mi cara torpe dejé de lado cualquier respuesta y me puse a buscar entre los engranes de la memoria, ¿dónde vi las noticias de cómo día a día se construyó el puente?

    Antes de que pudiera recordar algo, el hombre iba en camino donde un jornalero con machete desbrozando un jardín.

    Luego de unos pocos minutos el machete se agitaba con la rápida y pacífica violencia del desespero. El hombre golpeaba la base de un grueso tronco, y luego de derribarlo limpiaba las ramas para armar algo parecido a un pilote.

    Aquel hombre de edad avanzada bregaba con la fuerza de un quinceañero. Era tal su constancia que al rato se le unió el jornalero a tumbar otro árbol.

    Contagiado por aquella actividad y voluntad, se fueron sumando otras voluntades, incluyéndome yo también. Antes del mediodía ya estaban listos tres pilotes.

    La noticia se corría como el polvo detrás de los pies juguetones de los niños, como cuando corres a elevar una cometa.

    A media tarde estaban listos dos hoyos donde se plantarían dos de los pilotes. Se rodearon estos por rocas grandes y pesada para servir de tope. De las ramas más gruesas se hicieron rodillos sobre los cuales rodó el primer pilote, hasta colocar su punta al filo del hoyo.

    Dos gruesos cabos se ataron a la otra punta, la que quedaría al aire. Y entre decenas repartidas en ambas cuerdas, se tensaron estas en ángulo para que la punta del pilote choque contra las piedras de tope.

    A la voz de tres y ante la fuerza de los extremos, la punta se estrelló contra las rocas, y por la fuerza y su propio peso el pilote cayó al hoyo, levantándose vertical hacia las nubes.

    La gente entusiasta gritó de alegría y casi en seguida los más jóvenes presurosos llenaron el hoyo con más y más piedras para que pilote quede asegurado.

    Despuntaba el último rayo verde del sol ocultándose tras el horizonte. Ese latigazo verde fue el anuncio del segundo pilote colocado, y el tiempo de descanso de ahora un ejercito de hombres y mujeres unidos en un proyecto sin dueño.

    La idea estaba clara. Se usaría los dos pilotes para levantar y luego bajar lentamente una viga sobre el río, para unir ambas orillas. Ya con esta primera viga se colocaría una segunda y otras más que hagan falta, luego travesaños encima y finalmente cuerdas de seguridad a los lados, y estaba construido por fin un puente que reemplace al viejo puente roto.

    Claro está, después se podía construir una estructura sobre la actual de madera, tal vez de argamasa, de rocas, de hierro, sabrá Dios cuantas posibilidades volaron por las mentes del pueblo aquella noche.

    Mientras la gente se retiraba a descansar, ya iban planeando las actividades día siguiente.

    El hombre maduro con su caja de hojalata esmaltada, visiblemente cansado acercaba una cuchara de espesa sopa que le brindaron en la posada. Sin duda sus primeros pasos incentivaron a todos a construir el puente, a pesar de no haber pedido ayuda a nadie, todos sabían que era correcto ayudarle, además que era necesario para ayudar también al pueblo entero.

    Lo notaba felizmente cansado, así que no me acerqué para no incomodarlo. Además mucha gente empezó a contar historias sobre el puente viejo, el puente roto. Decían que lo construyó un vecino joven y enamorado. Decían que cada noche lo cruzaba para ir en secreto a visitar a su amada, y que cada madrugada lo cruzaba de nuevo, solo acompañado de una sonrisa de alegría y los suspiros de una mujer enamorada.

    De pronto pregunté… - ¿y en qué momento se rompió el puente?

    Sentí como ojos ajenos me acuchillaban la imprudencia.

    Guardé respetuoso silencio y al llegar las horas más sombrías, seguidas de los vasos llenos de cerveza, llegaron también… las noticias que había pedido.

    El puente no se rompió solo. El padre de la chica se opuso a la relación, y anunció que prefería verla muerta antes que unida a alguien del otro lado del río.

    Y las malas lenguas, que nunca faltan, decían que ya no era mozuela, que tenía marido, que el ingenuo se la llevó inocente al río, sin saber que en lugar de seductor resultaba ser el seducido.

    Y de pronto noté callados alrededor, a los chiquillos riendo en silencio para no ser sorprendidos… ¡¡¡ NADA … a dormir niños!!!

    En ello el viejo de la sacristía soltó. -En verdad era una buena mujer, yo ayudé en la misa en que se casó, pero el padre prometió matarla por lo que el entonces novio y después marido, en la noche de bodas tumbó este lado del puente, cayendo la mitad sobre el río.

    -¿Y después?- pregunté yo desconcertado.

    El viejo sacristán respondió –desapareció, desparecieron. Aunque cuentan que el padre buscó una gitana que lance un conjuro. Que para evitar que se arraiguen en otra tierra, que jamás lograran tener críos. Que su alma no tenga paz, a menos y sea enterrada alguna posesión suya… en su rivera natal del río.

    La puerta se abrió de pronto entrando el aire frío, como si la hubiera golpeado un macho cabrío.

    El golpe fue tan potente, que a más de uno la silla fue insuficiente, cayendo, pobres, de oreja al sucio piso.

    El hombre maduro apretó su poncho y salió a ver la luna, mientras muchos se preguntaban si tal vez esta noche de luna llena, la gitana hechicera cruce algún vado, para secuestrar algún niño impío.

    La cerveza mezclada al viento frío, cerraron mis ojos en pesado amorío… esta noche soñare con mi amada. Quién sabe, la que tal vez llegue a conocer… del otro lado del río.



    El gallo gritó con más fuerza que si lo hubiera sacado de su gallerío.

    Los ojos lagañosos miraban como los hombres ya amarraban el tercer pilote, el que serviría de viga.

    Mientras corría a tomar plomada y medida, veía al hombre sentado acariciando su caja de hojalata.

    - ¡Arriba!... ¡más a la derecha!.. ¡tiren juntos!

    Gritaba instrucciones no pedidas, porque la gente sabía por instinto lo que sucedía.

    Una vez esté lista la primera viga, colocaremos la segunda y luego los travesaños. La mente ya tenía prevista la lista de cosas por hacer.

    Mientras tanto el pueblo entero alistaba los materiales, y cada quien tomaba posiciones… ¡el puente debía terminarse hoy!

    Apenas un segundo luego que la primera viga tocó la otra orilla, el hombre caminó lentamente sobre esta con una naturalidad asombrosa, como si toda su vida hubiera sido una cuerda floja, o hubiera sido un artista de circo.

    Sus pasos fueron cubiertos por una tenue bruma, y al legar al otro lado se acuclilló… desbrozó una parte del suelo, y con ambas manos hizo un pequeño foramen, donde depositó su caja esmaltada…

    El pueblo siguió su tarea frenética, levantando y colocando la siguiente viga... las cuerdas, los amarres, y en poco tiempo gente del otro lado también ayudaba a reforzar y terminar la construcción.

    En la noche la algarabía llenó ambos poblados “hemos construido un nuevo puente”…

    Nunca más volví a ver al hombre maduro. Y mi memoria rara vez le recordaba, hasta que revisaba las fotos de aquella antaña historia.

    https://photos.app.goo.gl/SxzvAc8w6s4rXGFi6
     
    #1
    Última modificación: 25 de Marzo de 2025
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  2. José Ayarza

    José Ayarza Poeta asiduo al portal

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    Interesante leyenda, que aun sin entender apenas su título, nos deja situaciones encantadoras de una comunidad altruista que ayuda al protagonista, un amor imposible con tintes dramáticos y conjuros, la intriga final, y muy buen sabor de boca. Felicidades
     
    #2
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