A quemarropa II

La luz de neón parpadeaba, al mismo tiempo que un ruído eléctrico sonaba cada vez que se encendía. Repetitivo, como la luz de un faro en mitad de la noche, invitándome a entrar.
“La Campana de los Perdidos”, se llamaba aquel local.
Era tarde, muy tarde y la noche como todas las noches comenzaba a retirarse, dando lugar al cercano día.
Me escuché decir: ¿por qué no? Que sea la última.
Empujé la chirriante puerta y bajé los escalones hacia el infierno. Ese infierno en el que los parroquianos se protegen y niegan la llegada de otro día entre copa y copa.
Como forastero de aquel lugar, me dirigí al final de la barra atravesando todas las miradas de los auténticos residentes de aquel templo del beber.
Me palpé el bolsillo del pantalón intentando calcular las monedas que me quedaban, y grata sensación la de sentir mi mano pesada con los últimos euros de la noche. No tenía más y la música no era mala.
Me senté en un taburete y pedí una cerveza.
Conté lo que me quedaba y sonreí. ¡Era rico! Todavía podía tomarme alguna cerveza más.
A mitad de mi birra, la música cambió. Un grupo heavy metal comenzó a sonar a todo trapo, y en ese mismo momento, la puerta se abrió.
Vestida de cuero, con medias y liguero, Antares entró, destrozando miradas oscuras de sexo y deseo.
La más brillante estrella de la constelación de Escorpio, iluminó aquel antro y aún más mi corazón.
Irremediablemente atraído, clavé mis ojos en ella y bajó la cabeza.
Irremediablemente atraído, fuí a su encuentro.
Saqué todas las monedas de mi bolsillo y las estampé contra la barra...
Esta es mi fortuna, le dije.- Dilapidemos la herencia de mis futuros hijos, y pedí dos cervezas.
Sonrió y brindamos, se acarició el pelo.
Nos marchamos en mi coche, Toxicity de fondo sonaba en la radio, la misma canción que se escuchó cuando entró en el bar, mientras soltaba las medias de su liguero.
Sus pechos turgentes clamaban una urgencia desesperada. Mis manos en sus muslos. Su lengua en mi lengua. Me mordía los labios, mientras manaba la esencia de ese cielo secreto que guardaba entre sus piernas.

A quemarropa I se puede leer en Poemas de Amor. Esta prosa es la visión del hombre de lo sucedido esa noche en ese bar.

 

ya se que es la versión masculina, pero aun me parece suave
un gusto leer.
saludos.

 

Gracias Zev por pasar por este espacio y comentar mis letras. Un saludo y buen finde.

 

Pues con apenas dos euros la hizo de oro. Saludos cordiales, Antares.

 

Gracias Sergio por tu visita y comentario. Saludos y buen finde.

 

Una de esas noches de locuras, donde la soledad y el alcohol hacen la dupla para la sensualidad y el sexo, magnífica prosa, saludos Daniel

 

Me alegra tu visita Daniel. Agradezco el comentario y que hayas disfrutado de mi relato. Saludos desde mi estrelka roja.