-Abadía de Fonthill-

Con pasos suaves la calesa se acercaba a la Abadía de Fonthill,recuerdo como la fuerte neblina rodeaba todo y la escarcha cubría los campos.No había presenciado nada igual a aquello,¡ante mis ojos se erigía una magnífica obra neogótica de corte paladiano localizada en el condado de Wiltshire!. Con un gran torreón,muros altos y ventanales clásicos con amplias cristaleras me inspiraba una belleza capaz de trasladarme a un tiempo que se había esfumado en la eternidad.

Su propietario,Sir Beckford era un plebeyo que gozaba de la riqueza gracias al comercio de esclavos enviados a sus plantaciones azucareras en Jamaica. La familia Beckford habían hecho de él una persona instruida en las artes clásicas y su inteligencia maravillaba a la sociedad más selecta de la época. Sir Beckford era una persona misteriosa que no gustaba prodigarse entre las clases bajas,razón que le llevó a gastar su fortuna en erigir una villa de semejante tamaño para su retiro,una villa rústica que había quedado inmortalizada en las obras del mismísimo Turner en una estancia y por donde pasaba lo más selecto de la sociedad.​

No me gustaría desvelaros quien soy,tan solo deciros que hace unos años recibí una invitación para visitar a Sir Beckford una vez hubiera logrado la pócima que me encargó en su misiva y que no debería desvelarlo a nadie a cambio de miles de libras. ¡Jamás había leído algo igual!, ¡Oh,el elegido!. ¿Cómo iba a rechazar semejante petición?.

Tan sólo os diré que he estado varios años viajando por El Cairo,Atenas,Venecia,Imperio Otomano y Persia entre otros destinos para lograr el secreto que mi Sir me encomendó,una fragancia exótica y que cualquier alquimista hubiera pagado su precio.

Ya era de madrugada,con pasos suaves entré a la Abadía, noté una sensación incómoda,un aura de misterio se apoderaba de mí y notaba como la energía se entregaba a una fuerza desconocida a medida que iba avanzando. Cogí una antorcha y subí las escalinatas hasta una cámara iluminada por la luz tenue que asomaba por el ventanal desde donde se divisa el bosque y las estatuas de mármol de un camposanto a lo lejos.

-¿Acaso estoy trascendiendo la línea del mal por desvelar este secreto?-me pregunté.¿No era yo el único elegido por la divinidad para esta misión?,han sido muchos años cayendo en las fuerzas maniqueístas y ahora os diré que el final de una vida no es nada salvo el comienzo de algo más grande y eterno. Los placeres solo existen una vez o se difuminan,tan sólo quería saber que se sentía por primera vez al cometer un acto para el cual no todos los instintos están preparados.

¡Oh,por fin!,no podía dejar que los primeros rayos de sol llegasen para cometer mi misión:¡Acabo de asesinar por primera vez a alguien en mi vida,es un adonis un sirviente de Sir Beckford. Con unas cuantas gotas de sangre joven dispuestas en una copa de oro para libar con mis labios.

¡Volví a recuperar mis energías!,notó una fuerza de voluntad que traspasan todo cuanto el progreso ha traído a la civilización,son las primeras horas de la mañana y la lluvia cae con fuerza regando toda la Abadía. Abandoné aquella estancia con un mar de dudas para empezar un nuevo día hacia algo más elevado que nuestros limitados sentidos.

¿Si soy eterno , por qué preguntarme por los juicios de la naturaleza ingobernable.? El resto de la historia nunca lo sabréis hasta cometer algo igual...

Tibulo (Elegías, 2, 4, 50): et bene discedens dicet placideque quiescas, terraque securae sit super ossa levis («y marchándose dirá: que descanses bien y con tranquilidad, y que la tierra te sea ligera sobre los huesos, bien resguardada»).

"Los nocturnos " de Chopin :
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