Adi

Los días pasan y yo no dejo de amarte. Me sorprende cuan drogado has dejado mi cuerpo, pues sin corazón aun te anhela. Mi mente te reproduce en cada pequeño reflejo de mi mundo. ¿Acaso eres como un tatuaje que voy a ver toda mi vida? No, ojala fueras pintura sobre mi cuerpo para que solo me dolieran los ojos, pero no es así y la tortura que es no tenerte se extiende a cada fibra de mi ser. Jamás he conocido virus tan letal que el que dejaste en mis recuerdos. Lleno de un ansia destructora que me consume por dentro y me obliga a desear que te despiertes una mañana y te arrepientas de haberte ido. Me llena de deseos crueles.


Maldigo estar tan enfermo de ti, maldigo haberme vuelto tan estúpido, maldigo ser lo suficientemente débil, maldigo ser lo suficientemente fuerte…Maldigo y maldigo, pero solo siento pena; pena por saber que me esperan noches de techos oscuros, de acrobacias entre sabanas, de sollozos apagados por el abrazo de la almohada, de un vacio que robará cada una de las pocas sonrisas que no te llevaste…Y entre toda esa pena, me queda un consuelo; una hoja sin filo en un cementerio de espadas, una burbuja de aire en el fondo del mar donde me hallo, un rayo de sol en medio de una tormenta…¿Es esperanza? No. Es el aplacamiento de saber que nadie te va a dar lo que yo pensaba darte.



Me gustaría decirte “adiós”, pero mañana volveré a decirte “hola”, aunque ya no te encuentres cerca. Hasta mañana.