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Adiós identidad.

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Bolígrafo crítico, 7 de Noviembre de 2011. Respuestas: 0 | Visitas: 460

  1. Bolígrafo crítico

    Bolígrafo crítico Poeta recién llegado

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    7 de Noviembre de 2011
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    Eran ya tres las horas que Rashid llevaba buscando sentido a los insultos que había recibido en los últimos cuatro meses. Él no entendía porqué la gente le llamaba mono, manchado, perro, escoria o porqué le miraban con asco. Incluso hubo dos ocasiones en las que Rashid fue agredido por personas, que no solo no conocía, sino que además el veía como iguales. Este último recuerdo le transportó a uno nuevo, pensó en su última herida, adquirida en la última agresión con una botella y pensó que tardo mucho en cerrarse, pero le daba igual, porque al igual que el trato recibido, nunca entendería porque era así, nadie se lo explicaría, él estaba solo.
    A Rashid no le gustaba demasiado pensar en eso, pero después de llevar ya un mes en el centro de internamiento de extranjeros, era lo único que le hacía recordar que en un principio el también era humano, o por lo menos eso creía el.
    Rashid no tenía muy claro el por qué se había llevado a cabo su internamiento en aquel lúgubre, triste y desatendido lugar, pues lo único que le gritaban los encargados del aislado centro es que no podía estar en la calle sin un papel que le reconociera como ciudadano. El primer día que Rashid pasó allí, estuvo preguntando que si era necesario ese papel, que si no se veía a simple vista que era humano. Pero esas preguntas se respondieron con el primer golpe que recibiría allí dentro, el segundo vino después del inmediato grito de dolor de Rashid. Fue ese mismo primer día cuando Rashid comprendió que allí no era una persona más si no el número 1222.
    Rashid estaba ahora mirando el techo de su celda, con brillantes lágrimas en pleno descenso por su cara, pensaba ahora en su familia, pero rápido la nostalgia se esfumó, con un gran rugido de sus tripas. No sabía si llevaba uno o dos días sin comer, pues las ventanas estaban tapiadas, pero luchaba por silenciar los rugidos de su tripa, ya que los guardias encontraban diversión en privar de la asquerosa comida a los estómagos cantantes como ellos los llamaban de manera burlesca. Esa noche Rashid se sintió afortunado pues no se le privó catar un plato de lo que esos agentes llamaban comida. Después de haberlo ingerido creyó conveniente cerrar los vidrios ya que eran 6 los días que llevaba sin dormir.
    Rashid intentó dormir pero millones de preguntas le rondaban la cabeza. ¿De verdad era todo esto necesario? Es verdad que rashid no dominaba perfectamente el castellano, que no tenía conocidos en el país y que no poseía el dichoso papelito que le reconocería como ciudadano pero… ¿Tan solo por estas pequeñeces Rashid debía pasar por todo aquel tormento?
    En el fallido intento de dormir, Rashid recordó su segundo día en el centro de internamiento para extranjeros. Era posiblemente el recuerdo más desagradable de toda su vida. De ese día recuerda que fue abstraído de sus pensamientos con un cubo de agua helada que se derramó por su espalda, la sensación fue desagradable como poco ya que en paños menores y en pleno mes de enero esa agua era lo que menos se deseaba. Acto seguido el 1222 fue arrastrado y zarandeado por dos guardias que le condujeron a una sala en la que le desnudaron. Entre varios guardias le rodearon con una pose amenazante. Un guardia más alejado le pidió de muy buenas maneras y con la cortesía rebosándole por la boca que por favor dejara de tiritar, pero para Rashid eso era imposible, lo que fue tomado como una desobediencia y el violento circulo que le rodeaba procedió con extensibles a grabar en su piel desnuda el correspondiente castigo. Tras unos minutos, Rashid perdió las fuerzas para gritar, llorar e incluso moverse. Fue en ese momento cuando el círculo castigador paró con la tortura y procedió a conectar al número 1222 a una extraña máquina. El hombre de los buenos modales le volvió a dirigir la palabra, esta vez para pedirle que se pusiera en pie. Rashid con fuerza sobrehumana lo consiguió, pero en vano, pues esta vez fue la suela del zapato de un guardia la que hizo que Rashid volviera al suelo. Al no estar de pie ni un segundo bajo el juicio del hombre de los buenos modales, 1222 recibió su segundo castigo, que fue una alta descarga eléctrica que le hizo perder el control de su cuerpo de tal manera que cuando recobró el sentido vio que no había sido capaz de retener su orina ni su saliva.
    De nuevo Rashid fue arrastrado, esta vez a unas duchas, en las que fue encerrado con un guardia primero, luego con un segundo guardia y así hasta con 4. Rashid que estaba ahora dando vueltas en su celda cayó al suelo envuelto en llantos al pensar en lo que le hicieron aquellos 4 guardias en las duchas.
    Por fin Rashid durmió durante unas horas, pero de lo que él no se daba cuenta era de que ahora reflexionaba mientras dormía. El buscaba respuestas al trato recibido en sus sueños, pensó que era por su origen, pero luego calló en que hay otros de diferente origen a los que llaman turistas, pensó en que sería por su tono de piel, pero no entendía por qué, entonces pensó que podía ser por el dichoso papel o tal vez por el asqueroso dinero, actual motor de todo, pero antes de llegar a una conclusión final, este fue despertado por una voz que gritó su identidad, 1222. Rashid ya contestaba a ese número pues era lo único que le identificaba como ser vivo pues la humanidad, consideraba él, la perdió el día que entró en el centro de internamiento para extranjeros. El guardia que entró le pidió que le besara los pies a cambio de un plato de la repugnante comida. El número 1222 se negó a hacerlo, y el guardia que vio restos de dignidad presentes en ese endeble cuerpo todavía, le castigó con su extensible hasta ver sangre. Obviamente Rashid no comió nada en todo el día como castigo extra por hostilidad.
    Pasaron las horas, y de entre toda la sangre derramada, brilló una sonrisa y es que Rashid estaba ahora pensando en su hija de 7 meses, en su mujer y su madre, a las cuales había abandonado para venir a esta tierra de oportunidades con el fin de mantenerlas con un salario por mínimo que fuera. Pero la sonrisa murió pronto pues Rashid llevaba 5 meses sin verlas y uno sin tener noticias de ellas, aunque por egoísta que sonase, a Rashid ahora mismo le daba igual el estado de su pequeña familia, pues lo único que ahora le importaba era él, deseaba salir de allí como fuera y no existía nadie más que él.
    Llegó lo que para el número 1222 era el siguiente día, despertado de nuevo por un guardia. Rashid parecía ya un muerto viviente, con grandes ojeras, costras, sangre por todos lados y casi sin ropa. El guardia le dijo algo que le sorprendió. Le dio la enhorabuena pero 1222 ignoraba que el tono del guardia era sarcástico y que por lo único que le congratulaba era porque ya había cumplido un mes en el centro de internamiento para extranjeros. A continuación el guardia le explicó a Rashid algo que si entendió, y es que resulta que Rashid había seguido un programa de reeducación e integración y que al no haberlo superado exitosamente se debería volver a someter al mismo programa. Las últimas y más frías palabras del guardia fueron: “Disfruta de hoy, porque mañana será tu segundo primer día aquí fétido despojo”.
    Rashid se arrinconó en su mugrienta celda y pensó en que lo que para él habían sido años en realidad había sido tan solo un mes. Pensó además en las ganas que tenía de ver a su familia aunque no fuese lo más importante para él en ese momento, pero no lo exigió por miedo a que lo usaran en su contra. Lloró ese día más que ninguno bajo los insultos de los guardias que rondaban su celda, cuestionando su hombría. Pero lo que 1222 más temía y se negaba a volver a vivir fue lo ocurrido aquel fatídico segundo día y lo único que tenía claro era que no quería tener su segundo segundo día en aquellas duchas.
    Sin dormir ni dejar de tiritar, no por el frio si no por el miedo, Rashid inició su segundo primer día en el centro de internamiento de extranjeros. Todo fue horriblemente familiar. Se le asignó un nuevo número como a un animal de ganado, esta vez fue el 2032.
    En este segundo primer día el número 2032 recibió una paliza, esta vez ya sin pretexto alguno, pero él no reaccionó, pues pensar que estaba a menos de veinticuatro horas del segundo segundo día le paralizaba.
    Pasó la noche en vela, recordando los cuatro meses que pasó en las calles de la ciudad, cuatro meses que sin duda ahora tacharía de gloriosos a pesar de haber sido tratado como escoria, pero 2032 no puedo pensar mucho más pues el momento llegó y la celda se abrió. Los guardias, con sonrisas dibujadas sabían perfectamente lo que 2032 pensaba.
    Fue arrastrado de nuevo a una sala en la que fue rodeado por un circulo que le castigo por no cumplir cosas que un tipo le pedía. Más adelante, Rashid noto de nuevo las punzantes descargas eléctricas y casi sin darse cuenta ya se estaban dirigiendo a las duchas. El número 2032 estaba desesperado y su corazón latía a un ritmo desorbitado. Lo único que pudo hacer ese pobre animalillo asustado es arrebatar en un descuido una pistola y sonreír a la vez que apretaba el gatillo apuntando a su sien. El ensordecedor disparo silenció la caída de su cuerpo pero no ahogó las sonoras carcajadas de los guardias, los cuales abandonaron el cuerpo 2032 para ir en busca del siguiente.
     
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