Adiós...

Y de pronto la tomo entre sus brazos y la llevo a su habitación, no dijo ni una sola palabra mientras subían los peldaños de la larga escalera, simplemente la recostó en su cama y se quedó observando, sus ojos se llenaron de lágrimas.

-¿¡Que hicimos!? - Pregunto el de frente a la cama, y ahogo un gemido…

Pasaron los minutos a cuentagotas, y él se dio cuenta que era inútil seguir así, aguantando el llanto miro el rostro de su amada una última vez, en un suspiro salió de la casa, y casi tropieza en la acera, corrió por varios minutos hasta que el cansancio lo detuvo cerca de un basurero. Busco una lata metálica, saco las cartas arrugadas de su bolsillo, se quitó los guantes y la camisa manchada, puso todo en el interior, lo roció con su loción y le prendió fuego, al fin pudo llorar tranquilo.