Adolescencia helada

Adolescencia helada

En mis fiestas adolescentes me partía la emoción una media luz, un vaso de agua para la noche y conectar el radio con una emisora yanqui al televisor soviético para magnificar el sonido y darle un poco al descabezado botón del contraste para tratar de ver en las lloviznas de interferencia; irreales siluetas de la banda que tocaba la canción que escuchaba.
Era una ilusión (supongo); pero yo llegaba a visualizar los contornos de los pelos largos y en mis mejores días hasta colores veía en la pantalla de aquel armatoste cinemascopio, particularmente, cuando cerraba los ojos.
Mi pequeño hogar olía en invierno a una mezcla incolora de almácigo y naranjas agrias entonces en verano el salitre endógeno del sudor aromatizaba con yerbas húmedas y mariposas presas o moribundas.
Como el baño era a jarrito y cubo, casi a diario, suponía más importante en mi nueva mente, las mañanas de manguera, los días en que venía el agua o nos dejaban bañar en el aguacero, que las tremendas fechas patrias.
Casi he olvidado con este chapuzón los largos viajes con rosas para el mar allá por Octubre, cuando la licuada turquesa, se vestía de gris sin comprender porque hacíamos eso…Y tenía razón el mar, pues las flores se fueron quedando en la carretera que dejamos de tomar y el hombre del pueblo con la barba hasta el hombro se ha escondido hoy más que la estatua maleconera del general Calixto.
Así que como les comentaba, a uno le gusta lo que escasea y muy pocas veces había ido a bañarme a un rio; recuerdo que cuando lo hice por primera vez, fue todo un espectáculo. Descendí la rivera hacia el cauce lentamente, veía a una hermosa mujer en el cristal del agua; me recordó el rostro sonriente de “Riachuelo”, pero más alegre, más pintoresca y extremadamente bella.
Ese día le hurte al afluente la preciosa dama en un cubo forrado de escoba amarga y bledos herbáceos, me asegure que durante el viaje no se saltara para que no se golpeara y cambiara esa hermosa cara alegre por cualquiera de dolor. No quería verle llorar y sangrar mucho menos. Eran los últimos días de Agosto y le propuse matrimonio a mi agua a propósito de mi cumpleaños el 23 de ese mes.
Agüita aceptó enseguida y comenzamos una vida juntos. A veces se quejaba que no la dejaba salir del cubo; pero la verdad entre nos…No quería que se marchara.
Ya para el otoño, Agüita, había perdido su olor fresco, aparecieron lagañas en su cara y su sonrisa convexa se hacía plana.
Al principio del invierno la mueca cóncava de estomodeo (boca fetal), agrietaba su cuero cabelludo ya sin pelos y con un genio insoportablemente más brutal que su olor a podrido….
Nos separamos el día antes de la madrugada más fría de aquel insoportable invierno
Al amanecer, salí al patio a ver a la odiosa Aguada, (otrora Agüita) mi insoportable mujer, y no estaba en su acostumbrado envase. La mugrienta fangosa yacía rota en pedazos de hielo a unos metros del recipiente. Me detuve. La contemplé fallecida, color tierra usurpada, como una mujer helada y amarga.
Iba a llorar, cuando un vecino me gritó:
- ¡Oye Robert!...
Miré medio contento y medio triste, mientras él volvió;
- ¿A que no me acompañas al rio a darnos un chapuzón frío?

Vampi

 

Me encantó tu relato mi querido doctor, sabes expresarte y haces de la narración un
lugar muy agradable para disfrutar. Gracias por compartirlo en el foro. Besitos por
miles que se aprieten en tus mejillas.