Agua y aceite.

Pregunto al cielo si está
el arco iris cobarde;
luego de la lluvia esperé
desnuda, si avizoraba
al amante que en sus brazos
como cactus con espinas,
hacía llorar mi espanto
y gozaba masoquista,
mientras su flor me vestía.

Elixir de flor silvestre
en mis aguas te atormento
con horizontes de sueños.
Tantas piedras he cruzado;
lagos de cristal tan solos,
con su vastedad mis ojos
se nublaban y cerraban,
como abrojos se quedaban
en mi corazón pegados.

Mas no creas no he pensado
en tirarte a los abismos
donde la cascada azul
te dará más de un motivo,
luchando como el aceite
por separar el dolor
que te causará la muerte.

Yo seré la rosa hidalga
sin espinas, que engalana.


Matilde Maisonnave


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Eban:
¡Muchas gracias amigo Eban por tu hermoso comentario que me alegra!
Este poema nació por un cactus que creció en el jardín de mi casa (ciudad)
de 6 mts., que llamaba la atención pues en Mar del Plata no se ven cactus enormes.
Una bella flor, grande y amarilla lo adornaba.
De allí en más vinieron a mi mente recuerdos lejanos. Quizá las espinas me tocaron...
Un abrazo afectuoso desde mi bosque.
Matilde