Al llegar el amanecer

Es mejor acurrucarme en tus senos tibios. El amanecer dicta unas líneas líricas de sueños varios. Cada suspiro se amarra al mástil de un acordeón. Tú meces los besos en mi pecho batido de tristezas. La noche fugaz se pinta en tu espalda cansada y húmeda. Un duende se escapa con las estrellitas para regocijarse en besos transparentes y tibios. Nada quieta la nostalgia. El horizonte de rosas y chocolates se resfrían en tus labios y la cereza vibra en mi lengua tímida. Cuando las sábanas niegan tu aroma, la almohada se ahoga en tu pubis recién bañado por mis caricias. Soy música para el son de tus dedos y tú pentagrama para los espacios vacíos incoloros de los ayeres. Imprescindible no poder vivir sin los canelas de tus ojos. Los sepias viajan en tu maleta y el pecho regocijado del avión que parte para saborearte lentamente. Tú quieta en el lápiz que ahora escribe. Yo una amalgama de mares escondidos que brotan en cenotes recónditos de un labial que se presta a sonrojarte una vez más. El destino sucumbe ante la desnudez de tu cuerpo frágil y llora cuando parto para ahogarme en silencio lejos de tu boca. Los recortes de la tarde de noviembre vislumbran tus pisadas de candencia llenas. Te vi y me enamoré y tú envolviste mis sueños en tus manos para desatarlos en versos apasionantes. Cuando no puedo te escribo y cuando quiero te amo cada noche a pesar de la distancia. Miles de fragancias llenan los acordes de una sinfonía sorda. He aquí que llevo y tú llevas un corazón compartido y una pasión que aún arde como hoguera. Es mejor acurrucarme en tus senos tibios y no pasar frío. El amanecer llega y los sueños siguen a flor de piel y yo sigo amándote y tú deseando el palpitar de mi pecho ávido de poseerte. Es mejor amanecer cerca de tu boca.

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