Alta como una torre

Señora, me permito dirigirle estas palabras como quien lanza un cohete de papel por la ventana. Porque apenas se desprenden de mi mano dejan de ser mías.
Usted me vuelve loco, me cautiva; hoy por ejemplo dejo su aroma en mi en el diario ritual de saludo matinal. Un beso y a trabajar... con su fragancia en mis mejillas. Que delicada pero fatal sentencia; es tenerla y no, sentirla y no.
La visualizo desnuda, fragante, mis labios recorriendo su cuerpo dulcemente, dulce mente; que me permite explorar su cuerpo en sueños. Interrogar esas cicatrices de su historia, dejarlas que hablen de usted, como solo su piel puede hablar de su cuerpo.
Una torre, que cada día construyo apilando mis palabras a sus pies, y usted ni siquiera las organiza, ni siquiera las destruye, nada, nada. Nada en el mar pobre poeta desesperado, espera que se baje el puente que te llevará a conquistar el grial de su cuerpo, el caliz de sus cavidades, la miel de sus sabores.... que ya conoce este poeta su fragancia
Y no podrá olvidarse de ella. Por eso señora, le mando estas palabras, como ese cohete de papel, quizas entran por su ventana. Yo viviré con dignidad mi condena, templaré mis pasiones, refinaré mis palabras, que algún día como un cuchillo afiladas lograrán herirla de muerte como a mi.