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Alucinaciones de invierno

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Évano, 31 de Marzo de 2014. Respuestas: 14 | Visitas: 1033

  1. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Alucinaciones de invierno


    —¡No te aguanto, cacho gorda!

    —Paciencia, calvito mío, ya queda menos para que termine el invierno y salgamos de casa.

    —Ya estamos en primavera, vaca-burra.

    —Sabes que aquí el invierno no acaba hasta después de Semana Santa.

    —No habrá quien te saque en procesión. Te llamarán la Virgen de la Celulitis. Eso si tu cuerpo cabe por la puerta, porque si no te habrán de dar vueltas a la mesa del comedor, y yo quiero ver la tele. Y los cirios apagaditos, no vayan a quemar las cortinas y el techo.

    —Cabré por la puerta... siempre he cabido. ¡Anda, relájate. Bébete otra botella de vino!

    —Será mejor, aunque no sé... porque si te veo dobleeee... quizás me saques por la ventana, y como tiene rejas iré a parar al jardín, en trocitos, en cuatro trocitos, concretamente. Los podré llamar: Oeste, Casioeste, Casieste y Este. Y cada uno irá para un lado de la aldea: uno al norte, a la cima de la montaña y allí se cagará en la Virgen de la Teta al Hombro; otro irá al sur, a la ribera del río y meterá la churra en el río, para saber lo fría que está el agua; otro lo mandaré al oeste, con tu madre, para que le diga que se vaya a la porra; y Este se quedará aquí, en el sofá, día y noche, viendo la tele, sin afeitar, sin ducharse, oyendo todo el rato las mismas noticias y cagándose en los políticos, en los banqueros y en to dios mientras bebe y fuma hasta que le exploten el hígado y los pulmones. ¡Bueno, no!, el hígado y los pulmones que se los lleven los otros, el del oeste jajaja... El que va con tu madre, que exploten allí jajaja...

    —¿O sea, que Este, o sea tú, te quedarás aquí?

    —Pues claro, Este, o sea yo, se queda aquí contigo, como siempre ja,ja,ja...

    —¡Ay Señor, que poquito queda, danos fuerzas para llegar!

    —¡Sabes qué te digo, que nos vamos! Móntate en la bici que nos vamos. Estoy harto, si el higo no viene a la cesta, la cesta se mete en la higuera, ¡hala, toma ya!

    —Te lo acabas de inventar ese refrán, estás fatal. Pero creo que tienes razón, si seguimos aquí acabarás más loco que tu abuelo. Mejor preparo una bolsa con comida y bebida y nos vamos.

    —Pues venga, rápido, y pedaleas tú, así adelgazas jajaja...

    —No seas idiota, nuestras bicicletas son individuales, por lo que tú también deberás pedalear.

    Ofelia llenó una mochila con bocadillos de chorizo, salchichón, un queso de oveja curado y un jamón; más dos panes grandes de hogaza y dos cuchillos. Otra mochila la llenó de botellas de vino, casi cuarenta botellas. La bebida la llevaría él y la comida ella, así estaban seguros de que ninguno arrojaría a la cuneta los alimentos o la bebida.

    Era media noche de frío. La aldea susurraba ronquidos. La estrellas, con la luz de alarma allá a lo lejos, seguían sin recibir ayuda ninguna. El río, con su cansino sonido de corriente aburrida de siempre. Los árboles, escondidos, callados, solo ulularían para chivatearse de algún animal, incluido el hombre. El viento, tan pesado como de costumbre, dando vueltas sin encontrar lo que quiere. Las ranas, sapos, ovejas, vacas, caballos, gallinas, ovejas, aves, reptiles y demás, por ahí, a su puto rollo, tumbados a la bartola o intentando trajinarse a alguien. O sea, una noche normal en la aldea. Aunque en esta, una pareja sigilosa, montadas en sus bicicletas viejas y oxidadas, empiezan a pedalear por la carretera que les sacará de allí.

    —¡Ovidioooo, joputaaaaa, aquí te quedas, así te pudras en la aldea...!

    —¡Calla, y no grites tanto que vas a despertar a toda la aldea! ¡Anda, pedalea, pedalea de una vez!

    —¡A toda la aldea, a toda la aldea, si solo hay siete! Ovidio, mamón, ahí te quedas aburridoooo ja,ja,ja...

    Inclinados en el manillar, zigzagueando el cuerpo de un lado para otro, y con él la bicicleta, Ofelia y Ofelio subían y bajaban montañas oscuras y aburridas; cruzaban puentes y pequeños pueblos dormidos de luces y olores amarillentos; luego largos llanos donde solo los árboles sin alma escoltaban las aceras; después una enorme bajada que despeinaba cabellos y dibujaba cara de velocidad en los rostros de los ciclistas; una bajada de más de cuarenta kilómetros, hasta dar con el final de un espigón rocoso de un pueblo donde el alba de todos los días volvía a salir porque era su obligación.

    Sin pensarlo, Ofelia y Ofelio empujaron hasta el mar una pequeña barca de pescadores y subieron a ella las bicicletas y las mochilas; a ellos mismos, cada uno se subió a sí mismo y cada uno se aferró a un remo y bogaron y bogaron océano adentro. Cuando la costa estuvo lejos y la luz de la mañana iluminaba tanta agua aburrida, discutieron por intercambiar bocadillos y bebidas, como si de un mercadillo mozárabe se tratara. Pero Ofelio no quería desprenderse de botella alguna, por lo que de momento, Ofelia debía contentarse con los bocadillos.

    A los cuatro días y noches de remar, medio muerta de sed andaba Ofelia, aunque harta de comer; medio muerto de hambre andaba Ofelio, aunque borracho perdido, por lo que no creyó lo del barco fantasma que gritaban el uno al otro; que el mío es un galeote medieval; que el mío un barco velero pirata. En todo caso, montaron al barco oscuro que ya estaba cansado de dar vueltas y vueltas por tanta agua salada, como Ofelia.

    Embarcaron como pudieron. No se sabría decir que si a una, gorda y torpe en escalar, o al otro, delgado y borracho, les costó más. Y hay que tener en cuenta que tuvieron que volver por las mochilas olvidadas; y luego otra vez, a por las bicicletas; y luego otra vez, a amarrar la pequeña barca de pescadores al barco fantasma y aburrido, y tuvieron que bajar los dos, no fuera que el uno trabajara más que el otro.

    Mucho anduvieron navegando, bebiendo una el agua de unos barriles mugrientos y polvorosos; comiendo poco el otro la carne seca y los arenques salados de unas cajas almacenadas abajo, junto a bolas de plomo, espadas pesadas y largas; monedas de oro y joyas que pateaban los dos marineros circunstanciales; y mapas y objetos antiguos que no querían ni comprendían. Por lo menos, como no hacía frío, daban largos paseos giratorios por una cubierta de mástiles en esqueleto: ora andando, ora en bicicleta; ora me subo a un mástil y grito a lo burro; ora te subes tú, so gorda.

    Cansados de tantas olas y peces saltarines, divisaron un montón de tierra llena de árboles raros donde un gran delta desembocaba el vómito de tanto líquido llovido. Un montonazo de pájaros pintados a lo indio se llamaban los unos a los otros sin que unos y otros hicieran ni puto caso de nadie. Unos cocodrilos miraban cómo les lanzaban monedas de oro a la cabeza mientras el barco fantasma, por aquellas casualidades de la vida que no quiero ni importa contar, se adentraba río arriba.

    Cuando se cansó de remontar ese barco fantasma el río desconocido, el barco quedó varado en una orilla ante los ojos atónitos de unos negros pequeñitos.

    Bajaron a estirar las piernas y presentarse a esos hombres, mujeres y niños tan curiosamente desvestidos. Ofelio quiso lanzarles primero el oro y las joyas a la cabeza, por aquello de a ver cómo suenan, pero desistió ante la mirada de uno de ellos.

    Tuvieron que volver a por las mochilas, aunque ya estaban vacías; y luego a por las bicicletas, aunque era imposible pedalear por aquel montón de hierba, matorrales y árboles, todos amontonados, como en una orgía marrana y cochina. Luego acercaron la pequeña barca y en ella montaron a algunos de aquella gente tan despistada. Estos, agradecidos, mordieron la barca, el oro y las joyas, que supusieron que era regalo de adorno para los hombres y estos se adornaron con ellas como pudieron. Las mujeres miraban un poco cabreadas, porque ellas creían que eso era cosa de féminas. Pero los dejaron, de momento.

    Les hizo mucho más gracia la barca, sobre todo a los niños, ya que era manejable, no como aquel montón de maderas amontonadas que no había quién lo moviera.

    —Yo Ofelio —dijo Ofelio a uno de ellos— y tú te llamarás Ovidio, Ovidio cabrón, para no echar de menos al otro jajaja...

    Se entendieron rápido y se hicieron una casa al aire, sin paredes, solo unas cuantas hojas enormes ejercían de techo para la lluvia. Tiraron las ropas y Ofelia, al empezar a adelgazar por lo mucho correr y la comida dietética que llevaban aquellos hombres tan olvidadizos, empezó a llamar la atención de los machos, menos la de su marido, que ya estaba harto de verla de todas maneras; además estaba más preocupado en ir detrás de toda jovencita que por allí pasara; y como eran tantas y tan poco el espacio que recorrer, siempre andaban delante de sus ojos saltarines.

    Con los años, se dieron cuenta que allí no había invierno que valiera; ni otoño ni verano ni primavera, que eran todos los días iguales a otros. Y que aquello era otra aldea, un poco diferente y con gente más ligera de ropa. Pero como había más población, y sobre todo jóvenes y niños, cosa que no vieron en su aldea en cuarenta años; y además el tiempo era aceptable y todo el mundo andaba como su dios los trajo al mundo, se quedaron allí para siempre, con sus mochilas, que se llevaban para recolectar; su barca, que al final descubrieron que con ella pescaban mejor que montados en un tronco de madera; y con las bicicletas, cuyas ruedas clavaron a un palo y este al suelo, ejerciendo de columpio giratorio para las risas de los niños.

    Ofelia no echaba de menos, aunque estaba cerca, a Ofelio; tampoco echaba de menos Ofelio a Ofelia, aunque estaba demasiado cerca. Lo que sí echaba de menos era su vino, ya terminado hacía mucho tiempo. Pero pronto descubrió que aquellos hombres tan simpáticos fumaban una cosa que te colocaba más que el vino. Como él era tan apañado para los vicios, se metió en el bolsillo a los hombres del poblado, los que se hicieron unos drogatas de cuidado, acabando por marcharse a la orilla de enfrente, ante los ojos de odio de unas mujeres que pronto empezarían una guerra sin cuartel que se extendió por todo aquel inmenso continente. Y luego al otro continente y al otro, hasta llegar a la aldea de origen de Ofelia y Ofelio, donde Ovidio se dio cuenta quién era el culpable de todo el mal que estaba asolando ese presente. Lo descubrió porque en la droga que llegaba empaquetada a aquella zona venía con un sello que decía: Compañía Ovidio Cabrón jajaja...








    Gracias por el tiempo valioso empleado en leer esta locura. Un fuerte abrazo, compañeros.
     
    #1
    Última modificación: 4 de Abril de 2014
  2. Ro.Bass

    Ro.Bass Guau-Guau

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    Así que un final feliz pues... Qué lindo aventurarse juntos
    a una separación amistosa jajaja


    Alguien le está dando mucho protagonismo al tabaco rubio eh!
    En mi país es legar y del gobierno y tú me terminarás mal influenciando
    y con tanta facilidad de adquisición cambiaré los cigarros por eso jajajaja

    Besos
     
    #2
  3. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Más feliz pensé dejar el final, sin la droga, pero como me encendí un cigarrillo me fue imposible jajaja... Mi tabaco sólo es hoja de tabaco, por desgracia jajaja... aunque rubio, como le decimos aquí. Y no cambie; sino deje de fumar del todo, que es malo.

    Un abrazo, amiga, y gracias por corregir.
     
    #3
  4. Siempreviva 1

    Siempreviva 1 Poeta fiel al portal

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    Me encantó leerte.
    Un abrazo con cariño.
    Siempreviva.
     
    #4
  5. Maldonado

    Maldonado Poeta veterano en el Portal

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    es grato ponerse a leer historias como esta, en el transcurso de siente uno atrapado, interesado en todo el acontecer, gracias por compartir

    saludos afectuosos
     
    #5
  6. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Muchas gracias, Siempreviva y Maldonado, por sus valiosos tiempos y comentarios tan agradables. Un abrazo, compañeros.
     
    #6
  7. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Alucinaciones de invierno dice,
    como que en verano o primavera no alucina,
    todavía más,
    ahora que llega el buen tiempo
    y las mozas se despojam de sus abrigos,
    sus bufandas, las medias,
    jajajaj
    que si la minifalda, que si el escote, ajajaj

    anda que no alucinas tú ni nada en verano,

    besitos ebanito.


    Como no me contestes a los mensajes de visita,
    te va a caer la del pulpo,
    verás, te sacaré los colores ante MP, ajajaja
    te voy a dedicar una prosita que lo vas a flipar

    tú no contestes, juega juega.

    Besitos ebanien.
     
    #7
    Última modificación: 7 de Abril de 2014
  8. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Mejor no contesto, así le da por escribir jajajjaja... Besitos luneros, Elenita.
     
    #8
  9. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Te vas a enterar!!
    Tendrás que pedir asilo poético en Pennsylvania. Si no está bien escrito lo editas.
     
    #9
  10. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    ¿Usted ha leído el relato? Ahora que lo pienso, Ofelia y Ofelio parecen una metáfora futura y ficticia de usted jajaja... ¡Y por qué no me manda más lejos? jajaja...
     
    #10
  11. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Tú un día la vas a llevar.
    Ya te gustaría que yo fuera tu futuro ja..................JA
    pongo un ja más grande que la catedral de Santiago

    aunque fuera gorda y vaca burra, ajajajajaja
     
    #11
  12. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Lea bien, que yo no hablo de mí, ni mucho menos jajajajaja... ¡Hala, me voy a fumar un cigarrillo de caldo de gallina!
     
    #12
  13. elena morado

    elena morado Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Ven aquí ahora mismo, ya te has puesto nervioso otra vez
    pasa pa aquí y deja de fumar
    ay ebanito que me muero de risa, mira que acojonarte, pero si soy una pobre chica desvalida e inocente, ya he editado jajajaaj
     
    #13
    Última modificación: 7 de Abril de 2014
  14. marea nueva

    marea nueva Poeta veterano en el portal

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    Es lindo volver a leerte y comentarte Sr Evano, y reír con tu ingenio. Un abrazo
     
    #14
  15. Évano

    Évano ¿Misántropo?

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    Un abrazo, Ethel, y arriba ese ánimo, amiga, que son dos días.
     
    #15

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