Amalgamiento

La luz no brilla sin oscuridad.


Los átomos que flotaban entre sus cuerpos

comenzaron a excitarse con violencia,

y el viento suspendió su soplo

cual anciano que por última vez suspira.



Él le mordió el labio inferior con delicadeza

y ella frunció levemente el seño

en seña de un dolor con sabor a placer.

Ella introdujo su lengua al misterio

y él cedió a la humedad y naturaleza de un beso.



Sus cuerpos se rozaron y los excitados átomos centellaron

ante el asombro de las estrellas que los espiaban.



Sus lenguas jugaron y sus cuerpos se juntaron.

La intensidad se hizo rapidez y la rigidez, armonía.

El color de sus manos se hizo uno

como el amalgamiento del oro con el mercurio.



Dos elementos se fusionaron,

dos almas en fría pena se unieron,

surgiendo un alma de pasión y calor.



Se hizo la alquimia del amor

y desaparecieron ante el firmamento

para ser por fin energía libre de todo lamento.