amigos desconocidos

Me subí al avión buscando mi lugar y cuando me acercaba, una mujer me miró e hizo un gesto para que tomara asiento, como si de alguna manera supiera mis deseos por lo mismo. Esa mirada y sonreír me hacían sentir distinto y agradecido por las sorpresas que los días- aunque no todos- de alguna manera te muestran. Me senté al lado de esta morra que nunca había visto, pero sentía como que sí y la duda me hizo buscar en mis recuerdos. No sé, quizás dentro en alguna tienda, en una subasta de ganado, en algún juzgado civil o una calle sin salida donde al regreso nos encontramos.

Es insólito, especialmente en estos días, encontrar a alguien que nunca has conocido y un poco después esté compartiendo, no solo ideas, pero mostrando su corazón a un ser totalmente extraño, como si viejos conocidos volviéndose a encontrar, aunque esta vez entre turbulencias aeronáuticas que se sentían como si anduviéramos encima de un bravo toro y no una mansa mariposa. Esos brincos del avión, afortunado yo, la llevaban a tomarse de mi hombro, y a mismo a disculparse, pero yo recibía esa grata cercanía con gratitud. Pasaron ciertas ideas por la mente, como esa de ser miembro del club de las alturas eróticas porque ese vaivén de sus lindos pechos queriéndose salir de su escondite me daban una alegre sensación u erección. Hasta hoy ha sido el vuelo más corto y feliz de Bogotá a Los Ángeles. Fue agradable volar con una mujer que no sabía de dónde, pero sí que éramos amigos desconocidos.


Fidel Guerra.

Marzo 8, 2023.