Amor humilde.

Y fui un santo.
Y no me espanto.
Os adelanto...
Pero estoy extinto.


Como un fuego que fue apagado.


Ya, consumado.
Ha sucedido.
Me felicitan los ángeles.
Involucrado y comprometido.


Un caballero andante.


Por eso, escribo...
Como hiciera el Manco de Lepanto.
Sin voz ni voto.
Ni dotes de mando, ni don de gentes, ni gran talento, ni hambre ni sed,


ni Sol ni sombra, ni agua ni nieve, ni ropa ni cuerpo, ni mesa ni silla.


Sólo sé que no sé nada, como Sócrates.
Pala, cubo y rastrillo.
Centollo, cigala, gamba.
Erizo de Mar, caracola, mejillón. Sardinas.


¿ Venganza ? No es menester. No es preciso. Tan sólo, el gobierno de una ínsula.

 

Solo puedo decir que es un texto curioso. Saludos.

 

Tu escrito me recuerda algo que tengo pendiente con la Liga Santa en Lepanto. Saludos para ti Nommo.

 

Gracias, compañeros.
Yo ya, me despido.
Lo he dado todo.
He aprendido a respetar a las damas, y a los caballeros.
Yo soy, siempre, un muchacho.
Impresiono mucho, claro está, con mis ideas inverosímiles.
Pero es puro cuento. Una leyenda.
Un paroxismo. Un clímax. Que se evapora.
O sea, es el sentimiento reunido y apelmazado, Sexy y explícito.
Revestido de un atuendo elegante.