Amor Orgánico

Te amo como el maíz ama a la tierra, hundiendo sus raíces profundas mientras sus hojas buscan el sol, creciendo al ritmo pausado de la lluvia y el tiempo. Nuestro amor no tiene adornos ni artificios; es orgánico, desnudo, libre de pesticidas y apariencias. Una semilla que, al caer en el lodo, encuentra su fuerza para florecer en medio del caos.

No hay palabras pulidas para describirte este amor, porque no se sostiene en discursos ni en promesas huecas. Es un amor que vive en las manos llenas de tierra, en el sudor que los días difíciles arrancan, en la paciencia de esperar a que los frutos finalmente maduren. Te amo en lo imperfecto, en esas grietas que el agua acaricia y en el musgo que el tiempo pinta sobre los años compartidos.

Bajo el suelo, donde nadie nos ve, nuestras raíces se entrelazan. Allí, invisibles pero inseparables, respiramos la misma esencia. Es un amor que se siente en el viento que barre las hojas secas, en el aroma del café recién molido, en el crujir de la madera que soporta el peso de los días y sus silencios.

No quiero para nosotros un amor empaquetado, de esos que se compran y se exhiben. Quiero un amor que respire, que caiga y se levante, que huela a pan recién horneado y a la frescura de la lluvia después del verano. Quiero el amor que se siembra y se cosecha, que aprende a morir en invierno solo para volver a brotar con más fuerza en la primavera.

Te amo como la selva cuida sus sombras, como el río acaricia sus piedras, como la vida misma celebra el simple hecho de ser. Y si algún día nos convertimos en polvo, que sea ese polvo que nutra la tierra, donde otros aprenderán, tal vez, lo que significa amar.

 

La tierra es una gran maestra si se la sabe observar. Es una metáfora viva del amor cuando se la contempla espiritualmente.
Me agradó mucho la temática de tu prosa y la fluidez del relato.
Saludos, José Aníbal.