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Tema en 'Prosa: Melancólicos' comenzado por Starsev Ionich, 5 de Febrero de 2025. Respuestas: 1 | Visitas: 117

  1. Starsev Ionich

    Starsev Ionich Poeta asiduo al portal

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    26 de Marzo de 2011
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    Ancla
    La música retumba en sus oídos. El ritmo acelerado dilata sus pupilas mientras se besan con desenfreno.
    Se ha acabado el vino. El ultimo sorbo fue a parar al piso, en donde están desperdigadas sus prendas, unas colillas de cigarrillo y las compras para hacer la comida a su hijo.
    Las luces mortuorias de las bombillas del cuarto, palidecen el escenario febril de su sintonía. Se habían cruzado apenas unas palabras, pero desde el principio ella había evitado la atracción de sus ojos verdes, su poblada barba y sus pectorales, meneándose en la esquina de la gasolinera, mientras repartía las dosis a sus clientes fieles.
    Ella sintió el craving mientras el humo dibujaba lunas en el cielo. Él, con la intuición del dealer vio en sus ojos ansiedad y le ofreció un cigarrillo. La conexión fue inmediata. Horas después ella ya estaba semidesnuda sobre su cuerpo y su perfección, deseando más, deseando el efímero sabor de la felicidad.
    Las risas de su pequeño hijo en el cuarto contiguo la detuvieron. El hombre ya había puesto el torniquete en sus brazos, había calentado el cristal sobre una oxidada cuchara, mientras una jeringa bebía impulsiva el líquido transparente.
    Los ojos de la mujer recularon sobre sus orbitas mientras escuchaba el llamado a su puerta. Bajó el volumen y escuchó su tierna voz, como un ancla que le recordará su vacía existencia.
    -¿Mamá estás allí? ¿Estás con un amigo? Perdóname… Pero tengo hambre, perdón por molestarte, pero me dijiste que no te demorabas- el niño al terminar de hablar empezó a realizar pequeños toques rítmicos sobre la desvencijada puerta, que recordaban la ronda de Mambru se fue a la guerra-
    -Hijo ya salgo, mamá está solucionando un problema, pero ya te hago la colada, dame un momento- la mujer enjugo sus lágrimas -que habían corrido su rímel- con la manga de su saco roído. Quitó el torniquete con ira y culpa, ante la mirada atónita del hombre.
    -Pensé que estabas sola... El sabor de la felicidad tendrá que posponerse ¡Me encantas! Ya sabes en donde encontrarme. Una estela de patchouli y fougere quedó levitando en el aire como una aparición demoniaca, pero excitante. El hombre desapareció como un espectro o un sueño lleno de vacios temporales.
    La mujer se vistió veloz, limpió su rostro y también los rastros del clímax y del deseo, aseo su cuarto, y se puso su delantal. Alzó a su hijo dándole unas cuantas vueltas por el aire, mientras hacía como un avión con sus labios pintoreteados; alejándolo de su cuerpo para evitar que sintiera sus rastros de debilidad. Atónito, el niño solo dijo…
    -Mamá, hueles a lo que huele el abuelo cuando llora al frente de su botella escuchando tangos-
    -Solo tome con tu tía un par de traguitos. Pero mira te traje los stickles que te prometí- La sonrisa del niño terminaba de pisotear su corazón-.
    Luego de la merienda su hijo se dejaba vencer por el sueño en sus brazos, mientras un episodio de Popeye terminaba de arrullarle el sueño. La mujer probaba el sabor de la felicidad de manera ambigua, como el sorbo de agua contaminada que a corto plazo calma la sed del deshidratado. Se sentía como la peor piltrafa que amara a sus hijos sin arrepentimiento.
     
    #1
    A Alizée y Alde les gusta esto.
  2. Alde

    Alde Miembro del Jurado/Amante apasionado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    11 de Agosto de 2014
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    Hombre
    Unas líneas y una historia muy triste.

    Saludos
     
    #2

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