Aquellos momentos que he de extrañar mañana -4/11-

A veces, solo a veces, me preocupo por no destruir aquello que me importa.
He dejado pasar momentos colgados en fugaces nubes arrastradas por los vientos de mis tormentas más fuertes.
Rechace las charlas que no se pueden anticipar y que jamás se repetirán en otras voces.
Hice un cuadro, que guardé en un cajón, de aquel atardecer que me atreví a contemplar mirando la luna.
Hice mi rutina a la rutina y cuando supe que la llevaba a cuestas, la dejé esperando promesas a un lado del camino.
Busqué los labios y las caricias, todos, desechando los mas cálidos y sinceros, y permitiendo posarse sobre mi pecho a los que nunca les conocería el nombre, pero que de todas maneras, fueron también olvidados.
Ya no recuerdo, siquiera, de qué color era la tinta con la que dibuje aquellas palabras que le dedique a alguna persona, con un nombre y perfume particulares, que hoy no asoma por mi memoria.
Algunos discos, en su envoltura, de ese artista favorito que se reproducen en silencio debajo del polvo que ahora adorna sus caratulas y sus líricas.
Otras tantas promesas que no salieron de nuestras bocas que fueron la espada de la valentía, que no pudo conocer el combate.
Por debajo de mi cuerpo, y más abajo, yace, como yo, una figura recostada, con los brazos extendidos, boca abajo.

Por qué me veo así? Por qué no puedo diferenciar ninguno de mis rasgos? Por qué soy una sombra?

Tengo un libro sin leer, que todavía guardo en su empaque original, cerca, para cuando me atreva a leerlo.
Llevo mi canción favorita guardada levemente, como un tarareo, en mi cabeza. La única manera de escucharla, que me permito, es cuando la oigo por casualidad en la radio, por ejemplo.

Éstas, entre otras, son cosas que no me atrevo a destruir.
Mientras tanto se me escapan de las manos todas las cosas que no pueden almacenarse. Se me escapan de las manos, digo. Ni siquiera intento sujetarlas.

Y sin embargo sigo sin leer ese libro que tanto quiero.
Por arriba de mi alma, y más arriba, se suceden, sin retorno, aquellos momentos que pasan como el caudal de un río, que siempre lleva agua y que erosiona esta orilla, pero que nunca es la misma, y que nunca vuelve.
Aquellos momentos que he de extrañar mañana.

Hace mucho que no escucho esa canción.

 

un gusto enorme pasar por su sentimiento



salu2

 

gracias francisco por tu visita. un abrazo!