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Así es la vida

Tema en 'Poemas Generales' comenzado por chemiguel, 20 de Diciembre de 2005. Respuestas: 0 | Visitas: 753

  1. chemiguel

    chemiguel Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    18 de Febrero de 2005
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    (Este poema es sólo parte de la imaginación y mis ocurrencias, no todo puede ser seriedad)


    Un día me hice el muerto por una ocurrencia mía,
    para ver quien me lloraba y saber quien me quería;
    mas comprender de la vida su rampante hipocresía,
    porque me han contado cosas y yo nunca las creía.

    De la familia que tengo llegaron apresurados,
    mi hijo menor, mi hermano, y mi mujer lagrimeaba
    con la cara entre las manos, como buscando un consuelo;
    y oí decir ¡Buenas tardes! a mi compadre Mariano

    Mi hijo con mucho empeño le preguntaba a su madre,
    -¿Mami, dónde están las escrituras de las casas y los terrenos,
    y los permisos y llaves del camión y el carro nuevo
    que yo las quiero tener antes que salga el entierro?-

    Mi hermano sin inmutarse y no quedándose atrás,
    oí que dijo ¡ Cuña, mi brother vestía bien;
    y usaba buenas colonias, me da pena que se vaya;
    pero recuerde que somos los dos de la misma talla.

    Yo quería reventar del coraje que sentía,
    y hasta me llegué a creer que era un muerto de verdad.
    ¡Se los juro compañeros, que ni un gas se me salía!
    pero aún eso no es nada miren esta fechoría.

    Al regarse la noticia de que yo me había muerto,
    llegaron al aposento otros más de la familia;
    y no me pueden creer quien consolaba a mi amada,
    dándole un abracito y una que otra palmada.

    Fue mi compadre Mariano, muy gentil y ser humano,
    le aconsejaba a mi esposa -¡Comadre usted no se apure,
    pídale a Dios que me ayude; para yo ayudarla a usted,
    además como se ve aún luce muy hermosa!

    Así es la vida mi gente, todo aquel que te sonríe,
    Tú no sabes si es sincero o a qué es que está pendiente;
    ya que de frente te finge y a espalda es otra cosa,
    y este compadrito mío quería una limosna.

    Cuando ya no pude más porque mi sangre me hervía,
    abrí los ojos bien grandes y de la cama salté;
    unos salieron corriendo escaleras hacia abajo;
    cual cucaracha que vuela huyendo de un gato manso.

    Cogí un pedazo de palo de una madera bien dura,
    y muy lleno de dulzura a centellazos le entré,
    le que no perdonaré que eran también familia;
    y sin pensar en la Biblia, pal’ carajo los mandé.
     
    #1

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