Ataque de tristeza

Se siente en voz baja, como si por alzarla, se fuera a resquebrajar y así, desaparecer.
Pienso en mi pasado...de cómo dejo que éste, permanentemente, controle mi presente y mi futuro.
Un pasado yermo, un pasado mustio que enmohece mi corazón.
Un pasado estruendoso convertido en andrajosos gemidos que molestan al presente.
A pasado latente, presente inerte....futuro predestinado.
Es tan aburrido mirar hacia el interior de uno mismo que ni sé por qué me molesto en paladear tedio.
Observo recelosa lo que mi mente hace....no la obstaculizo, no la reprimo; tampoco la perturbo...sólo está ella, yo emprendo nada por mi parte.
Sólo ella...para poder tener una sensación completa de lo que es pensar y de lo que es ser testigo.

Soy testigo de mí misma dentro de este ataque de tristeza, observando cómo el tiempo llora lentamente, cómo fluyen pensamientos efervescentes y tibios de vida, cómo perezco de pena, de llanto, de ausencia.
Respiro entre penumbras...inhalo silencios herméticos, vastas pausas de abatimiento, tiranas ausencias de sonidos...
Y así, en la inopia de la melancolía, esa respiración se hace taimada, pesada...respiración sollozante de regia elegancia.
La tristeza es un fraude...pícara cavila la forma de apretar más el nudo para que esa respiración deje de ser generosa y se convierta en deficiente, en desdichada, en letal....husmea en la vida cuando y donde quiere, engulle órganos, aglomera aromas, relega sentimientos, transforma fantasias...y aun así, esta noche la venero. Me hinco de rodillas ante su majestuosidad, me dejo engañar sabiéndola embustera.

Cuando me he cansado de sentirla he corrido hasta vomitarla, increpándola con voz desajustada y proporcionándola un cordial perdón.
He traicionado vilmente los restos de intenciones, de juramentos y me he dejado arrastrar por la más estúpidas de las carcajadas.
Entonces, ella me ha mirado con ojos iracundos y amenazantes, ha girado sobre sí misma...y se ha marchado.
Pero volverá.
Alguno de estos dias me iré con ella....entonces también retornará, mas no a por mí.



¤†TÄkH̊̊‹íÍ웆¤

 

Desde este incómodo pedestal en el que nos instalamos a veces no se tiene verdadera conciencia de qué es lo que ocurre, ni por qué ocurre, ni a quién. De vez en cuando es mejor bajarse para poder observar con mayor precisión, algo imprescindible para cualquiera que pretenda escribir (o describir) con un rigor mínimo. Thakhisis, tú lo has conseguido. La fuerza de tus palabras ha hecho presa en mí como lo haría un lobo hambriento de mi carne y de mi sangre. Leyéndote, he sentido esa tristeza como la has sentido tú.

Un beso.

 

Todo eso es la tristeza admirablemente sentida y descrita, pero para ser tan letal ¿no necesita de nuestra complicidad?