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Autopsia de un poeta oscuro

Tema en 'Poemas Melancólicos (Tristes)' comenzado por samsahara, 6 de Diciembre de 2025 a las 5:59 PM. Respuestas: 0 | Visitas: 22

  1. samsahara

    samsahara Poeta fiel al portal

    Se incorporó:
    24 de Septiembre de 2007
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    Informe Forense Nº 0876-D — Autopsia de un sobreviviente
    Paciente: Cuerpo exhausto, identidad en ruinas.
    Antecedentes: distimia crónica, recaídas silenciosas, escritura compulsiva como único soporte vital.
    Motivo de muerte: ruptura total del eje alma-cuerpo.
    Estado del cadáver: parece dormido, pero huele a guerra.

    Iniciamos el procedimiento.
    La primera incisión se hunde más de lo previsto:
    la piel está tan desgastada
    que se rinde sin protestar,
    como alguien que ya dijo “me duele” millones de veces
    y fue ignorado cada una de ellas.

    El bisturí toca la dermis
    y brota una sangre espesa, casi negra,
    mezclada con recuerdos que deberían haber cicatrizado
    pero siguen aquí, respirando como animales heridos.
    Quema.

    Arde como si el cuerpo hubiese estado almacenando llanto
    a presión mortal.
    Retiro la piel.
    Debajo no hay músculo.
    Hay culpa.
    Culpa adherida como una segunda carne,
    tejido fibroso formado por años de sobrevivir a solas,
    aguantando tormentas que nadie vio,
    sosteniendo un mundo que jamás devolvió el gesto.
    Las costillas están fracturadas,
    pero no por impacto físico.

    Son fracturas emocionales:
    pequeñas líneas blancas donde el corazón
    se golpeó una y otra vez intentando seguir latiendo
    cuando ya no quería.
    Al abrir la caja torácica
    me recibe un olor que duele.
    Sí, duele.

    Un olor a melancolía rancia,
    a noches interminables suplicando silencio,
    a deseos de dejar de existir
    que nunca cruzaron los labios
    pero dejaron marcas de uñas en el alma.
    Los pulmones están colapsados.
    No por falta de oxígeno,
    sino por exceso de pensamientos.

    Cada alveolo está lleno de frases que el paciente
    se obligó a callar para no incomodar a nadie.
    Puedo ver palabras enteras incrustadas,
    palabras pesadas, húmedas, insoportables:
    “aguanta, no llores, no caigas, sé fuerte, no sientas.”
    Nadie puede respirar así.

    Cuando tomo el corazón,
    tengo que hacerlo con ambas manos:
    está hinchado, aferrado a un dolor que lo mantenía vivo
    al mismo tiempo que lo destrozaba.
    El órgano parece haber aprendido a latir
    a través del sufrimiento,
    como si el dolor fuera su única fuente de electricidad.

    Cada latido es un grito.
    Cada latido es una renuncia.
    El estómago contiene restos de días sin comer,
    horas tragadas de madrugada,
    y una piedra densa hecha de ansiedad.
    Hambre, sí, pero no de comida:
    hambre de alivio,
    hambre de descanso,
    hambre de que por una vez la vida no doliera.
    El cerebro está devastado.
    No roto: devastado.
    Los surcos son trincheras.
    Los lóbulos, territorios bombardeados.

    Encuentro pensamientos fosilizados
    que nunca vieron la luz
    porque el miedo los mantuvo enterrados.
    Hay una masa gris oscura que no debería estar ahí:
    es desesperación solidificada.
    Quema al tocarla.

    Las manos cuentan una historia aparte:
    las líneas de la palma están llenas de palabras arrancadas,
    como si la poesía hubiera intentado escapar
    por las grietas de la piel.
    Las uñas tienen tierra. sí: tierra.
    Como si el paciente hubiese intentado
    desenterrarse de sí mismo.
    Este cuerpo no vivía. resistía.
    Y resistir es una forma lenta, organizada y cotidiana de morir.

    Conclusión de la autopsia:
    El sujeto no murió por depresión.
    Murió por exceso de supervivencia.
    Por resistir tanto
    que el cuerpo empezó a descomponerse
    desde adentro hacia afuera.

    Causa final de muerte:
    hemorragia poética interna,
    con fuga constante de imágenes atroces
    que funcionaron como un veneno lento
    y a la vez como su única forma de respirar.

    Observación final:
    Dentro de la cavidad torácica
    se encontró un poema todavía tibio.
    Latía.
    Intentaba nacer
    mientras el resto del cuerpo
    por fin descansaba.
    Ese poema era lo último vivo.
    Y lo más cruel de todo
    es que seguirá escribiendo,
    aunque ya no quede nadie para salvar.

    Hallazgo complementario:
    En el interior del tórax,
    adherida al pericardio,
    una frase escrita con tinta seca:
    “Nací para doler.
    Y escribí porque doler no bastaba.”
     
    #1
    A Medusa y Maramin les gusta esto.

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