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Autoretrato

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por LADAMADEFUEGO, 7 de Octubre de 2008. Respuestas: 0 | Visitas: 985

  1. LADAMADEFUEGO

    LADAMADEFUEGO Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    6 de Octubre de 2008
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    Quizás no sea lo mejor que he escrito, quizás esto sea lo mejor que he escrito en los últimos tiempos pero quizás no sepa qué es lo mejor que he escrito, pero me pareció una buena forma de presentarme.


    Auto retrato


    Su nombre evoca a una historia de amor y tragedia. De pasión, de entrega y sacrificio por el otro. Fidelidad a sus sentimientos al extremo de morir por ellos. Julieta es como la bautizaron y en un drama shakespeareano pareciera que vive.

    Su fuego interior se manifiesta en su mirada segura y fuerte peor no menos romántica. Sus ojos, marrones claros con pequeñas rayas negras, todavía revolotea al soñar con el príncipe azul y se pierden al creer en lo idílico. Lo que nunca llegó y lo que no puede ver porque, en contadas ocasiones, las lágrimas opacan su brillo y nublan su pensamiento.

    El rojo de pelo y labios, en general, hacen juego con su vestimenta que posee su propio estilo. El negro y la elegancia, el violeta y la divinidad femenina y el colorado y la fuerte atracción de las sensuales llamas.

    Es que Julieta es más que un nombre, es identidad. Es añoranza de un amado inmortal e imposible; es trasgresión a frías estructuras familiares; es ansiedad cuando se muerde las uñas; es agitación en su respiración y el cierre de su pecho, acumulando penas; es palidez en su ya blanco cutis que cubre con maquillaje blanco, negro y rojo para darse más impronta y que su estética siga una coherencia.

    Un cuerpo curvilíneo que despierta ardores que no puede saciar. El mismo cuerpo voluptuoso tan admirado es tan despreciado, por cuasi hombres o por ella misma. Cicatrices en su muñeca cuentan un pasado tortuoso y desconocido para el resto de los mortales. La carga que ha de soportar, en las deformaciones de su columna toda su vida.

    El perfume de su piel, embriaga. “Hechicera”, la han llamado, “viciosa” también. No se equivocan. Su boca besa con tentación los cigarrillos o comen con placer sexual un chocolate. Esos labios suspiran tratando de aliviar la asfixia del corazón.

    Un fénix que quema con sus alas, luchando contra su propio descontrol, renace una y otra vez de sus cenizas para superarse.

    Ó, como reza su tatuaje, escrito en griego, ubicado en su zona lumbar: Athena, la Diosa de la Sabiduría y de la Guerra. Nacida de Metis y Zeús, ya adulta con un escudo y una lanza. La misma Athena que está dispuesta a perder su vida por el bien de la Tierra, por la paz y la justicia y por lo más grande que posee el ser humando que lo iguala con un Dios: el amor.




     
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