Autos en el espacio

En cambio todo lo que muestra amor es del hombre, curamos el despertar del movimiento con el arte abandonándonos ligeramente en un beso inminente que genere la misma paz que un vaso de agua; empezamos con las letras o los tintes haciéndonos nuestros después del sacrificio o después de cada tinte de aroma digital. Pero todos estamos vivos, no hay que pasar por una biblia gruesa para revivir los sueños del pasado o para traspapelarlos de origen a origen.

Es parte de la vida someter a rigurosas experiencias el cuerpo, llevarlas a la cúspide y sobrevolar las montañas de arriba abajo como especies sin angustia, o remodelar las virtudes del que habla haciéndolas fáciles al lenguaje impropio, al deseo de la exploración, pues la antena sigue disponible, permitimos que la luna sea ese lenguaje o que desprecie mi amor propio el inmenso color del sol, la rabia con que tomamos cada hoja recién hecha deduciéndola como carne, como el pasado que repele a tan inmensa actividad.

Habrá pasado un año desde el embarazo esta chica o este chico y no estudiamos la indestructibilidad de las hormonas, nos ponemos a pensar en la inversión que tomamos con el agua y ¿Qué pasara?, habremos estudiado todo en un lapso de una vuelta, en el interés de procrear un individuo maduro, el capacitador del futuro, el inversor de una nueva espera, el oro que oxida las partes nobles de la inquietud de algunos animales. El abandono siempre jugara en las paredes mientras que la vivienda estaría yo creo, rodeada por ellos, los hijos de la mejor costumbre, el sol rodeado o perteneciente a las estrellas, el ruido inalcanzable de una póstuma presentación; habrá pasado medio millón de años, esto es una prueba que piensa que el movimiento asustara a los anteriores, a los que reencarnan y así consecutivamente, sin orden, sin ese olfato inmaduro que acaba con las edades.