Barbacoa en la avenida.

¿A estas alturas?
Un milagro, como mínimo,
y dios duerme hace años...

¿Qué tienes clavadito en la pupila
que no te deja ver donde te encuentras?
Una de cal y otra de arena,
me digo y lo mastico,
sonrisas y lágrimas,
amor y odio.

Soy un caldero,
remueve bien mis huesos
y verás que suena a hueco,
es el paso de los años...
sí, es el paso de los años.

Todo algunas veces queda en nada,
nada casi nunca es para siempre.

¿Vuelas?
Algunas veces salgo a la terraza
y creo que imagino verdes bosques,
después vuelvo a chocarme con el orden.

Busco la independencia desde hace tanto,
que las personas que montan sus barbacoas de noche en plena calle
se vuelven en mi lengua principiantes,
nada que ver con principitos,
esos sí que saben quemar bien la carne.

Me miro la mano izquierda,
escucho a mi diestra
y todo parece nada
y nada no dura siempre.

Enciendo un cigarrillo
y con los ojos rojos
y la tristeza en los bolsillos
me repito:
busco la independencia desde hace tanto...

 

Un zumo de tristeza y nostalgia deja tu poema, Juan Carlos, aunque resulta bastante oscuro. Cuando yo era pibe en las obras en construcción era normal que a mediodía los obreros se hicieran su asadito en la vereda (acera, creo que decís vosotros), incluso regadito con un tintorro. Tiempos idos...

abrazo
Jorge