Barricudo, el borracho interestelar

Rodaban las botellas vacías de licor, de medusa destilada, en una nave espacial que viajaba por nuestro Sistema Solar zigzagueando a su libre antojo y libre albedrío. A pocas y se estrella con Deimos, ese satélite de Marte con nombre alusivo a diablillo con tupé.

El capitán de la nave, o sea, Barricudo Al Cojonudo, rodaba al compás de las botellas, ora por debajo de su cama estelar, ora por debajo del cuadro de mandos interestelar, ora boca arriba y olé, ora boca abajo y olá, permanecía semiinconsciente, debido a la tremenda borrachera que había pillado en la boda de su mejor amigo, en la cual se desmadró, metiéndole mano a la novia de este, por lo que el amigo casamentero se enfadó, montándolo en el platillo volante y marcando velocidad absurda en el acelerador digital, sin piloto automático siquiera y dando coordenadas al azar, creyendo que lo enviaba por lo menos a la porra.

Tres días habían pasado a semejante velocidad absurda y vaca-burra, por lo que Barricudo Al Cojonudo se encontraba lejos, muy lejos de su planeta de origen.

Despertó justo cuando la Luna era enorme ante sus cuatro ojos (no es que tuviera cuatro ojos, es que utilizaba gafas).
Asiendo rápidamente la media esfera del volante giró bruscamente la nave y el volante y él mismo, quedando cabeza arriba y pies abajo mientras entraba en un periquete en el radio de acción de la gravedad de nuestra Tierra. Barricudo echó un vistazo a las botellas. Viendo que estaban vacías, resopló y eructó, llenando la cámara del olor rancio característico del licor de medusa destilada, de la marca Porompompó.

Sin poder pensar con claridad, por la inmensa resaca, decidió aterrizar en nuestro azulado hogar. Y lo hizo en una bella península europea, en una playa donde no había nadie por ser un frío y lluvioso día de enero, y eso a pesar de que la mitad de su población estaba sin trabajo, y la otra a punto de perderlo, es decir, sin dar un palo al agua, y como en esta playa había mucha, de agua, queremos decir, aunque también arena, pues eso, que podrían acercarse de vez en cuando para apalear al agua, ya que no tenían nada que hacer.

Con el platillo volante más o menos bien aparcado, y decimos más o menos porque una mitad de la nave estaba en el agua y la otra mitad en la arena, Barricudo Al Cojonudo abrió la escotilla y sacó su enorme cabeza achichonada y la introdujo en el mar Mediterráneo, bebiéndose más de tres litros de agua salada y alguna que otra alga, que ya se sabe: el que borracho se acuesta, con agua se levanta.
Fue a su cama, se estiró, soltó cuatro o cinco pedos de aquí te espero y antes de dormirse otra vez canturreó una cancioncilla muy famosa en su planeta:

-Caramba carambita carambí lurí. Caramba carambita carambí lurá -y volvió a dormirse.


Pedro no era muy listo, pero sí obediente. Su madre le había dicho que no daba un palo al agua y se dijo: "Ahora te vas a enterar si no doy un palo al agua". Y a eso iba: a aporrear a la mar, para que su madre se enterase de quién era él. Aunque su madre ya sabía quién era él.

Con un cacho tronco que había encontrado en el jardín de su vecina, uno que sin duda echaría en falta la vecina, porque era el que sostenía la caseta del correo, se dirigía a su cometido cuando se topó de golpe con la nave espacial:

-¡Me cachis!, una nave especial -se dijo.

Y como Barricudo había dejado la escotilla abierta, entró, dejando en la escalera y el suelo de la nave un montón de granos de arena.

Al ver tal desparrame de botellas, tal desorden y las ojeras y ronquidos y pedos y pestazo de Barricudo, y su estado verdoso paliducho, se dijo que semejante alienígena había cogido una cogorza de las grandes, una merluza de escándalo, una borrachera enorme, vamos, que él entendía de eso.

Por mucho que insistía en despertar al borrachufo, no había manera. Se sentó a los mandos y a tocar botones y palancas sin entender ni una papa, consiguiendo que el platillo volante fuese de aquí para allá tralará, no estrellándose en varias ocasiones, contra el mar o la costa o los árboles, de puro milagro terrestre.

El caso es que le cogió el truquillo a eso de conducir la nave y a las armas burro-atómicas que portaba, y viendo a su madre en el jardín de su casa, gritándole que bajara de ahí, que era un golfo, un gandul, se cabreó y le soltó una bomba burro-atómica, quedando despeinada la madre, aunque en esqueleto pelado.
Como ya había matado a su madre, y eso está muy feo y no se hace, se dijo, aunque bajito, ya no tenía por qué parar. Así que sobrevoló toda su ciudad y la devastó, y luego otra y otra y otra... Hasta dejar a la susodicha península europea más deshabitada que una sala de cine emitiendo una película española.
Por fin tenía trabajo, todo el que quisiera, y se rió jajajajajajaja... Luego marcó en el cuadro de mandos números al azar y mandó a Barricudo Al Cojonudo no se sabe dónde, quizás otra vez a otra porra más lejana aún.

 

aterradoras imágenes que fluyen de la imaginación y sus maravillosas letras,
abrazos
Denn

 

Gracias querida Denisse por leer esta locura jajajjajjajaja.
Un abrazo amiga.

 

Jejeje , inocente extraterrestre que vino a caer en manos de un humano tan "singular" moraleja: Cuidado con las bebidas medusa destilada el agave es mejor, dicen... jajaja

un monton de abrazos desde este lado del planeta (donde bien pudieran haber extraterrestres tambien pero... esa es otra historia)

 

jajajjajajaja Ethel, gracias por pasear por esta locura jajajjajaja

Ya me contará lo de los extraterrestres del otro lado jajajjajajaj


Se la saluda afectuosamente.