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Biografía de Juan Clemente Zenea

Tema en 'Biografías' comenzado por Manuel Bast, 10 de Diciembre de 2020. Respuestas: 2 | Visitas: 606

  1. Manuel Bast

    Manuel Bast Poeta que considera el portal su segunda casa

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    JUAN CLEMENTE ZENEA Y FORNARIS

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    Escritor cubano al cual se le reconoce haber ejercido gran influencia en la literatura cubana al retomar el Romanticismo, marcando una nueva línea en la poesía hispanoamericana. En prisión escribió 16 composiciones que fueron reunidas póstumamente bajo el título Diario de un mártir.

    Nació en Bayamo, Granma, el 24 de febrero de 1832, hijo de un teniente español y de una hermana del poeta cubano José Fornaris. Fue huérfano de madre desde muy pequeño. Su padre se vio forzado a regresar a España cuando aun el futuro poeta era muy joven.

    Cursó las primeras letras en una escuela privada de su ciudad natal. A los trece años de edad en 1845 se traslada a La Habana donde su talento literario pronto le abre caminos en el periodismo.
    Ingresa en el colegio El Salvador, de José de la Luz y Caballero, donde amplia sus conocimientos, aunque a pesar de ello yde ser sobrino por parte de madre del poeta José Fornarisse estima que la mayor parte de su formación la adquirió autodidacticamente.

    Sus inicios
    En 1846 publicó sus primeros poemas en La Prensa, periódico habanero del que llegó a ser redactor en 1849.
    Un folletín suyo aparecido en esta publicación durante una semana santa hubiera provocado que el Obispado lo excomulgara, de no mediar su padre, quien publicó una carta de retractación que le hizo firmar.
    De esta época datan sus relaciones amorosas con Adah Menken, poetisa y actriz llegada a La Habana con una compañía de Nueva Orleans, que le ayudó a perfeccionar sus conocimientos de inglés y francés.
    En colaboración con José Fornaris y Rafael Otero publicó La mujer ¿Es un ángel? ¡No es un ángel! ¿Sí será o no será? (La Habana, Imp. de Soler, 1850). Redactó junto a Idelfonso Estrada Zenea, El Almendares y colaboró en La Voz del Pueblo.
    Usó los seudónimos Adolfo de la Azucena, Espejo del corazón, Ego quoque,***, Un amigo de la juventud, Una habanera.
    Al igual que la Zambrana y Mendive se levantó contra el Siboneyismo, al comprender que tal movimiento no era más que una forma peculiar de la decadencia romántica.

    Vida sentimental
    Se enamoró de la actriz estadounidense Adah Menken, quien le correspondió. En su primer destierro se reúne con ella en Nueva Orleáns, de donde ella provenía. La relación terminó poco después pero no logra que el poeta deje de sentir especial admiración por ese romance.
    Zenea tenía una personalidad muy fuerte aunque a pesar de ello esta mujer fue el amor de su vida.

    Clandestinidad
    Complicado en la causa seguida contra Eduardo Facciolo por la publicación de este periódico clandestino, marchó en 1852 a Nueva Orleans.
    En esa ciudad se afilió al club El Orden de la joven Cuba y colaboró en El Correo de Luisiana, El Independiente y Faro de Cuba, en el que aparecieron sus campañas contra el gobierno español.
    Trasladado a Nueva York, se inscribió en la sociedad La Estrella Solitaria e hizo propaganda anexionista en La Verdad, El Filibustero, El Cubano.
    En 1853 fue condenado a muerte en La Habana, pero gracias a una amnistía general pudo regresar al año siguiente a esta ciudad, donde residió por más de diez años con excepción de un viaje a Estados Unidos en 1856.
    Poemas suyos fueron incluidos en la recopilación El laúd del desterrado (poesía),(Nueva York, Imp. de La Revolución, 1858). Ejerció como profesor de inglés en el colegio El Salvador.

    Colaboraciones
    Colaboró en Guirnalda Cubana, La Piragua, Brisas de Cuba, Floresta Cubana, Revista de La Habana, El Regañón, Álbum cubano de lo bueno y de lo bello, La Chamarreta, El Siglo, Ofrenda al Bazar, Revista del Pueblo, de Cuba, y en las publicaciones españolas La Ilustración Republicana Federal y La América, donde publicó una serie de artículos sobre literatura norteamericana.
    Fundó y dirigió la Revista Habanera, que fue clausurada por el Capitán General -Domingo Dulce. Por estos años asistía a las tertulias de Nicolás Azcárate.
    En 1865 se trasladó a Nueva York. Allí perdió todas sus economías en actividades mercantiles.
    Colaboró en La Voz de América y dirigió la Revista del Nuevo Mundo. Invitado por Pedro Santacilia se trasladó a México, donde fue redactor del Diario Oficial. Al comenzar la revolución en 1868, se trasladó a Estados Unidos. Participó en las fracasadas expediciones del Catherine Whiting y el Lillian; redactó el periódico La Revolución, que fundó en unión de Néstor Ponce de León; colaboró en El Mundo Nuevo - América Ilustrada. Dio conferencias en el Ateneo Cubano de Filadelfia.
    En 1870 viajó clandestinamente a Cuba en circunstancias ambiguas, pues traía dos misiones; una de información, encomendada por la Junta Cubana de Nueva York, y otra del gobierno español, que proponía a los insurrectos la autonomía a cambio de la capitulación.

    Encarcelado y fusilado
    Cuando intentaba regresar a Estados Unidos, después de una entrevista con Carlos Manuel de Céspedes, presidente de la República en Armas, fue sorprendido por una columna española y detenido, a pesar del salvoconducto que le había entregado el embajador de España en Estados Unidos.
    Tras ocho meses de incomunicación en la fortaleza de La Cabaña, en La Habana, fue fusilado.
    En prisión nuevamente, mientras esperaba la consumación de la condena, Zenea escribió un largo poema titulado Infelicia, donde recordaba los días felices vividos junto a Adelaida Mac Cord:

    ¨Del baile y de emociones fatigados
    Salimos al jardín a errar dichosos;
    En frente de un ciprés nos detuvimos,
    Y en el sabroso platicar, sentados
    Al pie de unos rosales olorosos,
    ¡Oh! ¡qué cosas tan dulces nos dijimos!
    Y la tristeza de la separación definitiva:
    Los hados implacables
    Entre nosotros dos, dando un gemido,
    Como abriendo los antros de la muerte,
    Nos abrieron abismos insondables
    De soledad separación y olvido¨


    Obras inéditas
    Dejó inéditas Jaquelina y Reginaldo, novela escrita en verso; La azucena del valle, leyenda en verso escrita en colaboración con José Agustín Quintero y una edición crítico-bibliográfica de las poesías de José María Heredia.
    Tradujo al inglés la Plegaria a Dios, de Plácido (seud. de Gabriel de la Concepción Valdés) y al español el drama Andrea, del Sarto, de Musset.
    Cuentos de niños, de Laboulaye, y poesías de Longfellow, Leoparti, Musset y Lamartine. Ha sido traducido al ruso, inglés. y francés.

    Obras publicadas
    1855 Poesías
    1859 Lejos de la patria. Memorias de un joven poeta
    1860 Cantos de la tarde
    1861 Sobre la literatura de Estados Unidos

    Poemas más reconocidos
    En un álbum
    Fidelia
    A una golondrina
    Ausencia
    En Greenwood
    Nocturno
    Las sombras
    Retorno
    Oriente y Ocaso
    Diario de un mártir

    FIDELIA

    ¡Bien me acuerdo! ¡Hace diez años
    y era una tarde serena!
    ¡Yo era joven y entusiasta;
    pura, hermosa y virgen ella!
    Estábamos en un bosque,
    sentados sobre una piedra,
    mirando, a orillas de un río,
    como temblaban las hierbas.

    ¡Yo no soy el que era entonces,
    corazón en primavera,
    llama que sube a los cielos,
    alma sin culpas ni penas!
    ¡Tú tampoco eres la misma,
    no eres ya la que tú eras;
    los destinos han cambiado:
    yo estoy triste y tú estás muerta!
    La hablé al oído en secreto
    y ella inclinó la cabeza;
    rompió a llorar como un niño
    y yo amé por vez primera.
    Nos juramos fe constante,
    dulce gozo y paz eterna,
    y llevar al otro mundo
    un amor y una creencia.
    Tomamos, ¡ay!, por testigos
    de esta entrevista suprema,
    unas aguas que se agotan
    y unas plantas que se secan;
    nubes que pasan fugaces,
    auras que rápidas vuelan,
    la música de las hojas
    y el perfume de las selvas.
    No consultamos entonces
    nuestra suerte venidera,
    y en alas de la esperanza
    lanzamos finas promesas;
    no vimos que en torno nuestro
    se doblegaban enfermas,
    sobre los débiles tallos,
    las flores amarillentas;
    y en aquel loco delirio
    no presumimos siquiera
    que yo, al fin, me hallara triste,
    ¡que tú, al fin, te hallaras muerta!
    Después, en tropel alegre,
    vinieron bailes y fiestas,
    y ella expuso a un mundo vano
    su hermosura y su modestia.
    La lisonja que seduce
    y el engaño que envenena,
    para borrar mi memoria
    quisieron besar sus huellas;
    pero su arcángel custodio
    bajó a cuidar su pureza,
    y protegió con sus alas
    las ilusiones primeras;
    conservó sus ricos sueños
    y, para gloria más cierta,
    en el vaso de su alma
    guardó el olor de las selvas,
    guardó el recuerdo apacible
    de aquella tarde serena;
    mirra de santos consuelos,
    áloe de la inocencia…
    ¡Yo no tuve ángel de guarda
    y, para colmo de penas,
    desde aquel mismo momento
    está en eclipse mi estrella;
    que en un estrado, una noche,
    al grato son de la orquesta,
    yo no sé por que motivo
    se enlutaron mis ideas;
    sentí un dolor misterioso,
    torné los ojos a ella,
    presentí lo venidero:
    me vi triste y la vi muerta!
    Con estos temores vagos
    partí a lejanas riberas,
    y allá bañé mis memorias
    con una lágrima acerba.
    Juzgué su amor por el mío,
    entibiose mi firmeza,
    y en la duda del retorno
    olvidé su imagen bella.
    Pero al volver a mis playas,
    ¿qué cosa Dios me reserva?…
    ¡Un duro remordimiento
    y el cadáver de Fidelia!
    Baja Arturo al Occidente
    bañado en púrpura regia,
    y al soplar del manso Alisio
    las eolias arpas suenan;
    gime el ave sobre un sauce,
    perezosa y soñolienta;
    se respira un fresco ambiente,
    huele el campo a flores nuevas;
    las campanas de la tarde
    saludan a las tinieblas,
    y en los brazos del reposo
    se tiende naturaleza…
    ¡Y tus ojos se han cerrado!
    ¡Y llegó tu noche eterna,
    y he venido a acompañarte
    y ya estás bajo la tierra!…
    ¡Bien me acuerdo! Hace diez años
    de aquella santa promesa,
    y hoy vengo a cumplir mis votos,
    y a verte por vez postrera.
    Ya he sabido lo pasado…
    Supe tu amor y tus penas,
    y hay una voz que me dice
    que en tu alma inmortal me llevas.
    Mas… lo pasado fue gloria;
    pero el presente, Fidelia,
    el presente es un martirio:
    ¡yo estoy triste y tú estás muerta!

    Bibliografía activa
    Poesías, Recogidas y Publicadas por los redactores de las Brisas de Cuba, Imp. de Spencer, La Habana, 1855.
    Poesías, Recogidas y Publicadas por los redactores de las Brisas de Cuba, Imp. de Spencer, La Habana, 1855.
    Lejos de la patria, Memorias de un joven poeta, por Adolfo de la Azucena (seud.), Imp. La Charanga, La Habana, 1859.
    Cantos de la tarde, Elegías, Poesías varias, Pról. de Joaquín Lorenzo Luaces, Carta de Ramón Zambrana, Imo. La Antilla, La Habana, 1860.
    Sobre la literatura de los Estados Unidos, New York, 1861.
    Poesías póstumas del malogrado poeta Juan Clemente Zenea, Imp. de M. Martínez, Madrid, 1871.
    Poesías completas de Juan Clemente Zenea, Cantos de la tarde, Poesías varias, Traducciones, En días de esclavitud, Diario de un mártir, Imp y Redacción de El Mundo Nuevo, Nueva York, I872; Id., 1874.
    Nueva colección de Poesías completas de Juan Clemente Zenea, Imp. La Moderna Poesía, La Habana, 1909.
    Juan Clemente Zenea (Antología), "Alocusión al pueblo cubano", por Sergio Cuevas Zequeira, Proemio de El Comité, "Juan Clemente Zenea. Biografía", Rambla, Bouza, La Habana, 1919.
    Poesías, Secretaría de Educación, Dirección de Cultura, La Habana, 1936 (Cuadernos de cultura. 3a. serie, 1).
    Poemas selectos, "Juan Clemente Zenea y y Alfredo de Musset. Diálogo romántico entre Cuba y Francia", por Mariano Brull, Editorial Lex, La Habana, 1945.
    Poesía, Recopilación y pról. de José Lezama Lima, Academia de Ciencias de Cuba, Instituto de Literatura y Lingüística, La Habana, 1966.

    Bibliografía Pasiva (Selección)
    Bueno, Salvador: "Los amores de Zenea con una artista de circo", en Carteles, 38 (41): 45, La Habana, oct. 13, 1957.
    Caillet-Bois, Julio: "Juan Clemente Zenea (1832-1871)", en su Antología de la poesía hispanoamericana, Aguilar, Madrid, 1965, p. 469.
    Florit, Eugenio: "Juan Clemente Zenea (Márgenes al centenario de su nacimiento)", en Revista Bimestre Cubana, 29, pp. 168-173, La Habana, 1932.
    Gómez Carbonell, María: Estudio crítico biográfico de Juan Clemente Zenea, La Habana, 1925.
    Lezama Lima, José: "Juan Clemente Zenea", en su Antología de la poesía cubana, t. 3, Consejo Nacional de Cultura, La Habana, 1965, pp. 191-200.
    Márquez Sterling, Manuel: "Los últimos pensamientos de Zenea", en El Fígaro, 25 (20): 249, La Habana, 1909.
    Palma. Ricardo: "Juan Clemente Zenea", en La América Ilustrada, 3: 97, Nueva York, 1873.
    Valverde, Antonio: La poesía de Juan Clemente Zenea, "A una golondrina", Estudio crítico, Hermes, La Habana, 1924.
    Vitier, Cintio: "El errante", en su Poetas cubanos del siglo XIX. Semblanzas, Instituto del Libro, La Habana, 1969, pp. 40-43

    Fuente consultada:
    Ecured.cu.
    verbiclara.wordpress.com
     
    #1
    Última modificación: 10 de Diciembre de 2020
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  2. Elba Nery García

    Elba Nery García Poeta veterano en el portal

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    Gracias por compartir , Manuel , me encantó el romance a Fidelia. No conocía de ese poeta , gracias a ti me he deleitado con sus letras .
    Abrazo.
     
    #2
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  3. Manuel Bast

    Manuel Bast Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Estimada Elba, Fidelia es sin lugar a dudas uno de los romances más bellos que haya tenido la oportunidad de leer. Hace algún tiempo tuve el honor de componer y publicar, glosando a Zenea a través del romance que nos ocupa, el poema "Yo y mi adorada sirena".
    Me place estimada amiga y poetisa tu visita y me satisface que hayas sacado provecho de ella.
    Un abrazo y mis respetos
    MANUEL
     
    #3

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