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BIOGRAFIA Y OBRA POETICA DE RAMON LOPEZ VELARDE

Tema en 'Poetas famosos, recomendaciones de poemarios' comenzado por ZAHOIS, 10 de Agosto de 2005. Respuestas: 0 | Visitas: 13278

  1. ZAHOIS

    ZAHOIS Poeta fiel al portal

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    31 de Mayo de 2005
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    BUENOS DIAS, AMIGOS...
    CAMINANDO POR LOS CAMINOS DE LA POESIA, A VECES ENCONTRAMOS FIGURAS NO MUY CONOCIDAS. ESTE ES EL CASO DE RAMON LOPEZ VELARDE, POR SU CORTA VIDA,PERO QUE NOS LEGO UNA RICA POESIA.

    Pocos paralelos a Ramón López Velarde pueden encontrarse en la historia de nuestra literatura, no sólo por su genio y la calidad de su lenguaje, sino porque a él se debe, en mucho, el cierre del modernismo y la fundación de nuestra poesía contemporánea. Fue un hombre de su tiempo, que recibió numerosas influencias literarias asumidas y no.

    Nacido en Jerez de la Frontera, Zacatecas, en el mismo año en que Rubén Darío publicó su revista Azul, López Velarde empezó a escribir cuando ingresó en el Seminario Conciliar de Zacatecas en el año de 1900. Después fue a estudiar al Seminario de Santa María de Guadalupe en Aguascalientes y posteriormente al Instituto de Ciencias de la misma ciudad.

    En 1908 ingresó al Instituto de Científico y Literario de San Luis Potosí y colaboró en periódicos y revistas de provincia. Aunque conoció a Francisco I. Madero en 1910 y le simpatizó el movimiento revolucionario, no fue seguidor de esta causa.

    En 1911 recibió el título de abogado y ejerció su profesión como juez en El Venado, San Luis Potosí, en 1912 va a la Ciudad de México y al año siguiente vuelve a San Luis Potosí. Inconforme con su suerte o, tal vez impedido por la tormenta revolucionaria, se traslada definitivamente a la capital en 1914.

    En periódicos y revistas de la Ciudad de México publica con regularidad ensayos, poemas, periodismo político, ensayos breves y crónicas, y aquí, como diría José Luis Martínez, "cumple el destino oscuro de los pretendientes sin título en la corte": ocupa modestos puestos burocráticos y docentes, entabla rápidas y efusivas amistades entre el mundillo periodístico y bohemio y se inicia con arrojo, pero también con timidez y freno religioso al erotismo al que puede acceder.

    En 1916 aparece su primer libro, editado por Revista de Revistas, consagrado " a los espíritus de Gutiérrez Nájera y Othón" . Se titula La Sangre devota y título y contenido, delatan su nostalgia por la provincia, el fervor de su pureza y la figura de la musa de sus primeros versos, la mítica Fuensanta. Este amor primero, se llamó en realidad Josefa de los Ríos, era también oriunda de Jerez, ocho años mayor que el poeta, murió en 1917 y seguramente no tuvo una relación, más que platónica, con el joven López Velarde.

    En 1916 inició una relación sentimental con Margarita Quijano, maestra culta y hermosa, diez años mayor que él y que fue breve, ya que ella la terminó por "mandato divino".

    En su segundo libro, Zozobra, de 1919 pueden advertirse ya las marcas, las "flores de pecado", como el las llama, resultantes de haber vivido en la ciudad. En ese momento tiene 31 años y continúa soltero.

    En este año, un amigo de la escuela de Leyes de San Luis Potosí, Manuel Aguirre Berlanga, secretario de Gobernación lo lleva a trabajar a su lado. En mayo del año siguiente, 1920, la rebelión obregonista hace huir al gobierno y el presidente Carranza es asesinado en Tlaxacalaltongo el 21 de mayo. El poeta pierde su trabajo y decide no colaborar más con el gobierno, sin embargo, en 1921, cerca del aniversario de la Independencia escribe uno de sus trabajos más conocidos: La Suave Patria

    Este fracaso, aunado a lo que él sobrellevó también como un fracaso sentimental, acabaron con su ánimo: un año más tarde, en 1921, muere en la madrugada del 19 de junio asfixiado por la neumonía y la pleuresía, en una casa de apartamentos de la Avenida Alvaro Obregón, entonces Avenida Jalisco. Lo habían matado, dice José Luis Martínez, "dos de esas fuerzas malignas de las ciudades que tanto temiera: el vaticinio de una gitana que le anunció la muerte por asfixia y un paseo nocturno, después del teatro y la cena, en que pretendió oponerse al frío del valle, sin abrigo, porque quería seguir hablando de Montaigne".

    Las poesías que dejó a su muerte fueron reunidas en el libro Son del corazón y su prosa, que incluye comentarios líricos, retratos literarios, críticas, recuerdos de provincia, temas del momento, etc. fueron reunidos Enrique Fernández Ledesma en El minutero.

    A UN IMPOSIBLE

    Me arrancaré, mujer, el imposible
    Amor de melancólica plegaria,
    Y aunque se quede el alma solitaria
    Huirá la fe de mi pasión risible.
    Iré muy lejos de tu vista grata
    Y morirás sin mi cariño tierno,
    Como en las noches del helado invierno
    Se extingue la llorosa serenata.
    Entonces, al caer desfallecido
    Con el fardo de todos mis pesares,
    Guardaré los marchitos azahares
    Entre los pliegues del nupcial vestido.



    HUERFANO

    Huérfano quedará mi corazón
    Alma del alma, si te vas de ahí,
    Y para siempre lloraré por ti
    Enfermo de amorosa consunción.
    Triste renuncio a las venturas todas
    De tu suave y eterna compañía,
    Hoy que se apaga con la dicha mía,
    El altar que soñé para mis bodas.
    Y el templo aquel de claridad incierta
    Y tú, como las vírgenes vestida,
    Brillarán en la noche de mi vida
    Como la luz de la esperanza muerta.


    EN UN JARDIN

    Al decir que las penas son fugaces
    En tanto que la dicha persevera,
    Tu cara es sugestiva y hechicera
    Y juegan a los novios los rapaces.
    Al escuchar la apología que haces
    Del mejor de los mundos, se creyera
    Que lees a Abelardo... En voz parlera
    Dialogas con los pájaros locuaces.
    De pronto, sin que tu me lo adivines,
    Cual por un sortilegio se contrista
    Mi alma con la visión de los jardines,
    Mientras oigo sonar plácidamente
    Los trinos de tu plática optimista
    Y el irisado chorro de la fuente.


    ELOGIO A FUENSANTA

    Tú no eres en mi huerto la pagana
    Rosa de los ardores juveniles;
    Te quise como a una dulce hermana
    Y gozoso dejé mis quince abriles.
    Cual un ramo de flores de pureza
    Entre tus manos blancas y gentiles.
    Humilde te ha rezado mi tristeza,
    Como en los pobres templos parroquiales
    El campesino ante la virgen reza.
    Antífona es su voz, y en los corales
    De tu mística boca he descubierto
    El sabor de los besos maternales.
    Tus ojos tristes, de mirar incierto,
    Recuérdanme dos lámparas prendidas
    En la penumbra de un altar desierto.
    Las palmas de tus manos son ungidas
    Por mi, que provocando tus asombros
    Las beso en las ingratas despedidas.
    Soy débil, y al marchar por entre escombros
    Me dirige la fuerza de tu planta
    Y reclino las sienes en tus hombros.
    Nardo es tu cuerpo y tu virtud es tanta
    Que en tus brazos beatíficos me duermo
    Como sobre los senos de una Santa.
    ¡Quien me otorgara en mi retiro yermo
    Tener, Fuensanta, la condescendencia
    De tus bondades a mi amor enfermo
    Como plenaria y última indulgencia!





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