Bosque

Ok, sí, lo admito, es el último lugar en el que se me hubiera ocurrido que terminaría pasando mi fin de semana, pero él es tan atractivo, y cuando mi miró con esos enormes ojos que irradiaban seguridad y emoción no supe ni como hallar las palabras para explicarle que cuando dije "Claro que me gusta caminar" me refería al aparato del gimnasio que cumple esa función, dentro de un área establecida y climatizada, y por un lapso de 45 a 60 minutos diarios; y no a lo que llevábamos haciendo toda la mañana, es decir, caminar sin un sendero aparente en esta zona boscosa de las montañas afuera de la ciudad.

Ahora me lamentaba enormemente de haber incluido en mi "mochila de ataque" como él había llamado a mi equipaje, objetos que en estos momentos después de horas soportando su peso sobre mi espalda me empiezan a parecer inútiles, como mi crema fácil humectante, mi kit completo de maquillaje, y esa sensual pijama con encajes coloridos y partes semitransparentes, que obviamente no tendría oportunidad ni energías de lucir. A duras penas había conseguido, tras horas buceando en mi closet, unos jeans que no fueran entallados y un par de playeras de algodón sin escotes ni estampados demasiado llamativos, estaba determinada a conquistarlo, me había sentido irresistiblemente atraída a su espalda fuerte y un poco ancha, su cabello siempre desordenado y su barba que enmarcaba perfectamente su rostro. Sabía que nunca me tropezaría con él en un antro luciéndome en un entallado vestido corto que gritara "quiero pecar".

Nos habíamos conocido cuando saltamos casi al mismo tiempo hacía el último ejemplar de edición limitada de La Sombra del Viento, siempre me ha gustado leer, pero es algo que no suelo contarle a mis amistades, les parecería aburrido, a ellos les hablo de los últimos cocteles que probé, o de la moda que esta por entrar en la siguiente temporada, toda mi vida he sentido que hay partes de mi que no tiene sentido dar a conocer, como mi amor por los buenos libros. Pero cuando él vio como me brillaron los ojos al tomar el libro, era algo imposible de encubrir y no tenía caso, fue entonces que me dijo "No pareces el tipo de chica que gusta de un libro" y yo algo molesta me defendí diciendo "¿Qué acaso nunca has escuchado que no se debe juzgar a un libro por su apariencia?", fue entonces que me invito de excursión y me dejo conservar el libro, claro que yo ahora quería era, entre otras cosas, conservarlo a él.

Y entonces, en parte consecuencia del destino, en parte de mis acciones y decisiones, aquí estaba, caminando sin saber a dónde o por cuánto tiempo, creo que a pesar de mis intenciones de disimular mi cansancio lo notó, porque camino un poco más lento hasta que lo alcance y me dijo "Descansaremos un rato a la sombra de ese árbol, un par de kilómetros más y llegaremos a nuestro destino". Se sentó y me dejé caer sin gracia ni coquetería a su lado con unas ganas terribles de cerrar los ojos y dormir el resto del fin de semana, en eso, sentí una suave caricia en mi antebrazo, volteé sorprendida y me di cuenta de que él me había tocado solo para atraer mi mirada y ofrecerme de su bebida energetizante, que acepte sin dudar, conteniendo mi pensamiento de "preferiría beberla de tus labios" y en su lugar diciendo un simple "Muchas gracias" y entonces, tratando de alargar la plática y con ello el descanso, agregué "¿Desde siempre te ha gustado todo esto de salir de excursión?", a lo que él, después de dar un par de rápidos tragos a su bebida contestó: "Si, hubo un tiempo en que salía a caminar cuando estaba relajado contemplando la belleza de la naturaleza a mi alrededor, o a correr sin rumbo fijo para tranquilizar mi espíritu", traté de imaginar lo que él narraba, tratando de poner de lado lo sexy que probablemente se viera corriendo contra el viento y ligeramente bañado en sudor, y estoy segura de que por un instante pude sentir la paz que en ocasiones llenaba el alma de él.

Reanudamos la marcha acompañados de una plática que fluyo de música a lugares que debes visitar y libros que leer antes de morir, y hasta una que otra opinión de política nacional y mundial, cuando de repente se detuvo y volviendo hacia mí me cubrió los ojos con sus manos, mi corazón se aceleró tanto que temí él lo notara, presentí que se acerco a mí y entonces pude sentir su aliento en mi odio susurrando "'¿Estas lista para maravillarte?" Tartamudeado un poco solo alcancé a decirle "Aja", me dejé guiar unos pasos más, fue entonces que lo escuché, el inconfundible sonido del agua en constante movimiento.

Cuando dejé de sentir sus manos sobre mis ojos, los abrí lentamente, era el paisaje más hermoso que hubiera visto en mi vida, estábamos en la orilla de un peñasco, rodeados de árboles altos de follaje espeso, muy por debajo de nuestros pies corría lentamente un arroyo de agua tan cristalina que pude ver el fondo, y justo enfrente de nosotros, había una cascada que se apreciaba de mínimo 25 o 30 metros de altura. Permití que mis sentidos se llenaran extasiados de todo lo que me rodeaba, desde el olor de la tierra hasta el sonido del viento entre las hojas de los árboles, entonces mi mirada se detuvo en él que contemplaba aparentemente complacido mi cara que supongo reflejaba una mezcla de asombro y felicidad, dije "Gracias" y él simplemente contesto "Sabía que eras tú".

Ya no sentía el cansancio en mis piernas ni el sudor en todo mi cuerpo y en un arrebato de espontaneidad di el paso que me separaba de él y me arroje a su cuello rodeándolo con mis brazos, lo besé en los labios y en las mejillas, él rodeo mi cintura con sus manos acariciando mi espalda, yo jugueteé con su barba y él con mi cabello, no estoy segura si nos caímos o nos dejamos caer, pero terminamos haciendo el amor todo el resto de la tarde y parte de la noche sobre las hojas con las que el otoño había empezado a cubrir el bosque.

 

PILAR
Felicitaciones por tu palpitante relato.
Abrazos poéticos.​

 

Muchas gracias