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Cada noche

Tema en 'Prosa: Filosóficos, existencialistas y/o vitales' comenzado por Emy, 27 de Diciembre de 2012. Respuestas: 2 | Visitas: 890

  1. Emy

    Emy Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    11 de Agosto de 2012
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    Pocas veces se formaba esa densa niebla a orillas de la playa.
    Era su momento favorito para pasear. Era clama y tiempo para pensar en nada.
    En aquellas noches me gustaba observarle desde mi ventana. Creo que nunca llegué a ver su rostro, tan solo su forma de caminar. Esa manera de meter sus manos en los bolsillos de sus vaqueros a la para que alzaba los hombros, aquella pose erguida y elegante.
    El viento le acompañaba mientras silbaba entre sus cabellos.
    ¿En que estaría pensando? Podían ser mil cosas, mil recuerdos o proyectos navegando a sus anchas por su mente... Felicidad, tristeza paz, enfado, nostalgia... Tantas posibilidades planteaba aquella figura perfilada en la noche.
    Puede que en una ocasión se dejara ver. Después de alejarse entre aquella niebla, minutos después, venía de cara hacia mi ventana. Recuerdo esconderme entre las cortinas cada vez que se acercaba. Allí de pie, justo delante de mí, con la cabeza alta y su mirada apuntando a mi silueta oculta por una fina capa naranja que había comprado en la tienda del barrio.
    ¿Me distinguiría? ¿Sería capaz de ver mi cara sonrojada sin motivo aparente?
    Es cierto, cada noche me preguntaba quién sería, que aspecto tendría, porqué paseaba bajo el manto de estrellas invisibles desde la arena... ¿Quizá buscaba escapar? ¿Quizá encontrarse?
    Cierto era que no lo sabría hasta que saliera de detrás de mis cortinas.
    Decidida a ponerle rostro por fin, aquella noche le esperé más impaciente que nunca.
    Se retrasaba... Solía pasear por el frío y fino manto de miles de granos de arena hacia las 23.00 h.
    Harta de esperar. La paciencia nunca fue una de mis virtudes. Así pues aquella noche sería yo la que acudiría a su encuentro.
    Había paz, el oleaje era tranquilo y parecía que el mar entonara una dulce melodía. Todo aquello que rondaba por mi cabeza desapareció al escucharla. El aire era puro y refrescante. Dios! Había olvidado lo que gustaba el mar. De pequeña solía imaginar que era una sirena y quería creer, que en otra vida lo fui.
    Sin darme cuenta me alejé de mi casa hasta perderla de vista. Hacía frío y no había nadie a mí alrededor. Nada ni nadie me interrumpiría.
    Dejé escapar mi yo de la infancia y me puse a revolcarme por la arena, frené casi en seco cuando la tierra se nivelo justo delante de la orilla donde las olas podían salpicarme y me obsequiaban con preciosas conchas y caracolas.
    Se hacía tarde, ya era hora de volver a casa pensé. Me puse a caminar aunque muy lentamente. Era la primera vez que recordaba no ir con prisas. Hacía viento y algunos mechones me acariciaban las mejillas; era una sensación que me encantaba. Ahora todo parecía posible. No hacía falta levantar los pies del suelo para volar, bastaba con cerrar los ojos mientras el tiempo mágicamente se detenía y tú avanzabas veloz por tu imaginación.
    Antaño solía hacerlo muy a menudo. Solía plantarme en mitad de ninguna parte y tener cualquier lugar a mi alcance, solía sentir que la paz y la confianza me envolvían formando una cuna. Era por así decirlo mi momento. Uno, en el que no conocía el significado de los pensamientos negativos, uno en el que todo escapaba a mi control y aun así todo parecía entrelazarse perfectamente a mí.
    Por fin llegué al punto en el que aquella figura se paraba para observarme, alcé la vista y miré hacia mi ventana.
    El silencio quedó roto por las 11 campanadas que marcaban la hora. Entonces lo vi, mi perchero con cientos de cosas encima de él curiosamente formaban una silueta humana que parecía esconderse.
    Automáticamente, mis labios esbozaron una sonrisa como aquellas que solía ofrecerles a cada persona que cruzaba su mirada con la mía Recordé que antaño cada piedra del camino me instaba a ser más fuerte y a ver las cosas con optimismo, recordé que si tan solo veía una figura sin rostro, era porque olvidé el mío propio y recordé que la perspectiva puede cambiar cada cara de la moneda que creas ver con claridad.
    No volvería a quedarme en mi habitación buscando esa figura. Noche tras noche, día tras día dejaría que mil sensaciones invadieran mi cuerpo, que mil sonrisas dejaría escapar por minuto, que de mil personas que conociera mil y una me enseñarían algo y que mis recuerdos sirvieran para recordarme que el ojo puede que no sirviera para ver si no en ocasiones tan solo para mirar.
    Cada noche volvería a caminar sin rumbo y cada noche encontraría una vieja parte de mí que creía perdida.
     
    #1
    Última modificación: 3 de Enero de 2013
  2. darwinsin

    darwinsin Poeta que considera el portal su segunda casa

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    Género:
    Hombre
    Cada noche

    Pocas veces se formaba esa densa niebla a orillas de la playa.
    Era su momento favorito para pasear. Era clama y tiempo para pensar en nada.
    En aquellas noches me gustaba observarle desde mi ventana. Creo que nunca llegué a ver su rostro, tan solo su forma de caminar. Esa manera de meter sus manos en los bolsillos de sus vaqueros a la para que alzaba los hombros, aquella pose erguida y elegante.
    El viento le acompañaba mientras silbaba entre sus cabellos.
    ¿En que estaría pensando? Podían ser mil cosas, mil recuerdos o proyectos navegando a sus anchas por su mente... Felicidad, tristeza paz, enfado, nostalgia... Tantas posibilidades planteaba aquella figura perfilada en la noche.
    *puede que en una ocasión se dejara ver. Después de alejarse entre aquella niebla, minutos después, venía de cara hacia mi ventana. *recuerdo esconderme entre las cortinas cada vez que se acercaba. Allí de pie, justo delante de *mi, con la cabeza alta y su mirada apuntando a mi silueta oculta por una fina capa naranja que había comprado en la tienda del barrio.
    ¿Me distinguiría? ¿Sería capaz de ver mi cara sonrojada sin motivo aparente?
    Es cierto, cada noche me preguntaba *quien sería, que aspecto tendría, porqué paseaba bajo el manto de estrellas invisibles desde la arena... ¿Quizá buscaba escapar? ¿Quizá encontrarse?
    Cierto era que no lo sabría hasta que saliera de detrás de mis cortinas.
    Decidida a ponerle rostro por fin, aquella noche le esperé *mas impaciente que nunca.
    Se retrasaba... Solía pasear por el frío y fino manto de miles de granos de arena hacia las 23.00 h.
    Harta de esperar. La paciencia nunca fue una de mis virtudes. Así pues aquella noche sería yo la que acudiría a su encuentro.
    Había paz, el oleaje era tranquilo y parecía que el mar entonara una dulce melodía. Todo aquello que rondaba por mi cabeza desapareció al escucharla. El aire era puro y refrescante. Dios! Había olvidado lo que gustaba el mar. De pequeña solía imaginar que era una sirena y quería creer, que en otra vida lo fui.
    Sin darme cuenta me alejé de mi casa hasta perderla de vista. Hacía frío y no había nadie a *mi alrededor. Nada ni nadie me interrumpiría.
    *dejé escapar mi yo de la infancia y me puse a revolcarme por la arena, frené casi en seco cuando la tierra se nivelo justo delante de la orilla donde las olas podían salpicarme y me obsequiaban con preciosas conchas y caracolas.
    Se hacía tarde, ya era hora de volver a casa pensé. Me puse a caminar aunque muy lentamente. Era la primera vez que recordaba no ir con prisas. Hacía viento y algunos mechones me acariciaban las mejillas; era una sensación que me encantaba. Ahora todo parecía posible. No hacía falta levantar los pies del suelo para volar, bastaba con cerrar los ojos mientras el tiempo mágicamente se *detenia y tú avanzabas veloz por tu imaginación.
    Antaño solía hacerlo muy a menudo. Solía plantarme en mitad de ninguna parte y tener cualquier lugar a mi alcance, solía sentir que la paz y la confianza me envolvían formando una cuna. Era por así decirlo mi momento. Uno, en el que no *cnocñia el significado de los pensamientos negativos, uno en el que todo escapaba a mi control y aun así todo parecía entrelazarse perfectamente a *mi.
    Por fin llegué al punto en el que aquella figura se paraba para observarme, alcé la vista y miré hacia mi ventana.
    El silencio quedó roto por las 11 campanadas que marcaban la hora. Entonces lo vi, mi perchero con cientos de cosas encima de él curiosamente formaban una silueta humana que parecía esconderse.
    Automáticamente, mis labios esbozaron una sonrisa como aquellas que solía ofrecerles a cada persona que cruzaba su mirada con la mía Recordé que antaño cada piedra del camino me instaba a ser *mas fuerte y a ver las cosas con optimismo, recordé que si tan solo veía una figura sin rostro, era porque olvidé el *mio propio y recordé que la perspectiva puede cambiar cada cara de la moneda que creas ver con claridad.
    No volvería a quedarme en mi habitación buscando esa figura. Noche tras noche, día tras día dejaría que mil sensaciones invadieran mi cuerpo, que mil sonrisas dejaría escapar por minuto, que de mil personas que conociera mil y una me enseñarían algo y que mis recuerdos sirvieran para recordarme que el ojo puede que no sirviera para ver si no en ocasiones tan solo para mirar.
    Cada noche volvería a caminar sin rumbo y cada noche encontraría una vieja parte de *mi que creía perdida.


    Texto muy existencial, en donde muchos nos sentimos identificados al evocar lugares, fragancias, seres que marcaron nuestras vidas, muchas veces debemos recordar para sentirnos vivos, me tomé el atrevimiento de señalarte con asteriscos unas palabras en la que hacen falta unas tildes, además de unas mayúsculas, saludos, bellas imágenes, que pases bien y chispas estelares a tu pluma---
     
    #2
  3. Emy

    Emy Poeta recién llegado

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    11 de Agosto de 2012
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    28
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    1
    Muchas gracias por tus palabras, es muy reconfortante saber que otras personas sienten lo que yo y lo pueden interpretar también, desde diferentes puntos de vista. Gracias también por las correcciones, enseguida las aplico. Un beso.
     
    #3

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