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Calle 55

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por RDZ, 17 de Agosto de 2012. Respuestas: 1 | Visitas: 582

  1. RDZ

    RDZ Poeta recién llegado

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    Viernes 9 de Julio de 1999, 15.37 horas, es hora de volver, aunque más nos sea por un rato, a 1969.Estas calles de hormigón armado, con juntas de brea, hacen que el colectivo “blanco”, el actual 159, se sacuda permanentemente y eso es francamente incómodo, aunque diría, es parte del paisaje un tanto desolador, ya estoy acostumbrado, pero en realidad esta calle 14 de Berazategui es así. Y todo por un partido de futbol con los villeros. Cosa que no haría si mis padres me dejaran jugar al futbol en alguno de los clubes respetables de la ciudad, pero para escaparse no hay otra opción que el “potrero”. Si al menos, el trayecto tuviera el romance de Venecia, Florencia o Siena, si al menos en vez de barro y pobreza, por la ventanilla del colectivo, se vieran góndolas negras, lustradas con flores rojas en la proa. La voz romántica del gondolieri rebotando en el eco de los canales. Pero no, vale todo, codazos bajos, patadas y demás. La pelota pica mal y sale para cualquier lado en forma impredecible, la cancha es de tierra y cada tanto está tapizada por cascotes y vidrios. Más vale no caerse nunca. Los villeros son duros, flacos, fibrosos y huesudos y no se los puede marcar mordiéndoles los talones, porque siempre el que sale perdiendo es uno, mejor es dejar metro y medio de distancia tanto de adelante como de atrás, para no correr riesgos. Pero como en todo alguien ganó y alguien perdió. En definitiva éramos dos o tres pibes del centro, los demás siempre eran villeros y como siempre falta alguien para completar los equipos, ahí entrabamos nosotros.La entrega de premios no fue menos traumática que el partido, los que habían perdido y sin mediar vestuario ni duchas, que no había por supuesto, emprendieron el regreso a sus casas. Los que ganamos esperamos el premio, todos sentados en un tronco largo que estaba en uno de los laterales de la cancha y cerca de los pastizales. Luego de un rato llegó un don nadie que parecía ciertamente mayor, para nosotros como de cincuenta años y deteriorado más de la cuenta y no por el paso de sus años sino seguramente por sus hábitos, él traía el premio para los ganadores, mate cocido con leche y pan, todo el equipo disfrutó el premio al instante y se respiró felicidad sin diferencias sociales.En el cómodo colectivo “blanco”, algo había cambiado, las juntas del asfalto ya no parecían tan incómodas sino por el contrario recreaban una sensación, varias veces vivida, en ocasiones de volver de algún viaje increíble, cuando el avión tocaba tierra en el aeropuerto de Ezeiza, que tenía la pista de aterrizaje con el hormigón igual que las calles de Berazategui, relax y felicidad. Mientras que el colectivo “blanco” se acercaba al centro, cosa que se formalizaba cuando se pasaba la “barrera del tren”, algo así como la puerta del paraíso, ciudades que son de una forma de la barrera para allá y de otra de la barrera para acá. Pasar la “barrera” era volver a la normalidad que no incluía lujos desde ya.Sensación de gol. Acá estoy después de sufrir. Acá estoy en lo alto y los que escribieron frases ofensivas en mi locker, harán las valijas algún día. Sensación de gol.Mantener la calma, aunque Rodrigo falleció hace unas horas, por una maldita hemorragia digestiva alta, como si la encefalopatía post-sarampionosa y su tumor no hubieran sido suficientes. El padre, llorando, besa el rostro de su hijo dentro de la bolsa blanca, que está depositado sobre la camilla que lo llevará a la morgue del hospital Garrahan. Sensación de muerte, y esta trilogía que gana de a poco las propias ganas, no es un invento, existe por sí sola, la muerte de otro chico, el partido de la “calle 55” y las ganas. Todo se junta en un procesador y el revoltijo me desploma en un sillón como si el rápido Buenos Aires - La Plata me hubiera pasado por encima en la “barrera”.Si pudiera pedir una ficción, qué pediría?De todo, pediría que el papá de Rodrigo pudiera estar un poquito más con él, jugando a la pelota antes que le diagnostiquen el tumor en la pierna izquierda, lo dejaría al papá un rato con su hijo comiendo en un McDonalds mientras Rodrigo se entretiene con el ketchup arrastrado por la papas fritas blancas y calientes, o lo dejaría al papá un rato más con Rodrigo a la noche en su casa, cuando él llega cansado de su trabajo y Rodrigo se queda al lado contemplándolo con esas ganas locas de sentarse a upa, porqué será tan difícil cuando los chicos crecen que los papás sean cariñosos con ellos? Ya son muchas cosas que estoy pidiendo, por eso cuando llego a casa a la noche trato de jugar a la pelota en el living con Nachito todo lo que yo pueda aguantar y cuando salgo a comer con Bárbara y León, trato de ser cariñoso, a veces León, que tiene 33 años me mira pensando que algo me pasa, cuando toco su pierna con mi mano comprobando que está ahí conmigo. Porque me quedó como un miedo insoportable, que el tiempo se vaya y nos queden tantas cosas por hacer. Quisiera hacer todo antes que el tiempo se vaya. Sensación de pérdida. Duelo sin consumo espontáneo. Insomnio aterrador. Pesadilla de mi adolescencia, el agujero negro, los pies pegados al piso al escapar de algún peligro y el espiral girando y yo yéndome hacia el centro con una piedra enorme siempre en la misma órbita mirándome. Alguna vez en la calle “55” me tocaba perder.
     
    #1
  2. lluvia de enero

    lluvia de enero Simplemente mujer

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    Es más que conmovedor el relato que nos dejas. Muchos detalles para detenerse y no pasar por alto. Una manera especial de contarlo, una manera profunda de llegar al lector y la gran sabiduría de los pequeños detalles que hacen más grandes nuestros afectos.

    Un gusto enorme volver a leerte.

    Gracias. Un beso.
     
    #2

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