Calma...

Las cosas me iban mal. Trabajo, salud, deudas... la impotencia me llenaba de coraje.
Mientras tenía un ataque de ansiedad, por no saber en qué momento el monstruo dentro mío podría surgir de nuevo... se acercan mi esposa e hijas con las compras de la semana.
La menor se me acerca con una docena de huevos, y yo instintivamente abrí mis brazos para cuidar que no se caiga.
Ella depositó los huevos en la mesa.
Tomó una de mis manos abiertas de lado, y la puso palma arriba.
Tomó después mi otra mano y la puso también palma arriba.
Abrió la caja de huevos, tomó uno... lo depositó en mi palma abierta.
Repitió a ponerme un huevo en la otra palma.
Luego cerró la caja, y girando con gracia se dirigió a la cocina.
...
Me quedé en vacío. Mi mente en blanco.
...
Al minuto y medio pensé:
El mejor modo de aprender a mantener la calma, es entender que en nuestras manos... caben vidas ajenas que no están involucradas en nuestros problemas.

 

Es la sabiduría de entender que la mente puede concentrarse en algo mejor que la queja estéril, que lejos de arreglar las cosas, las complica.
Desviar el foco de atención y parar el reloj mental para pensar justamente en calma.
Me gusta la fluidez de tus prosas, eso se agradece a la hora de leer.

Que tengas un día feliz.

 

En primera persona llega este relato y, aunque la calma se debe trabajar, aporta una buena dosis de narrativa y de control.
Me gustó por tacto y por fluidez.

Un saludo.