Caminábamos juntos

CAMINÁBAMOS JUNTOS

Sin esperar en la desesperanza,
tomé un día mis zapatos de andar junto a la gente,
con el pueblo,
porque nunca fui otra cosa ni quise serlo.

Caminábamos juntos.
¿Cómo era aquello? ¡Ah, sí! "Prietas las filas".

Sentí el calor de Andalucía,
la templanza extremeña,
la risa manchega y la sonrisa,
amplia y sincera,
de los navarros.
Me reí en Cantabria y canté en Asturias,
hablé en Cataluña,
compartí tiempo y cansancio con los murcianos
y los castellanoleoneses me dieron de su fuerza
y los aragoneses de su tesón.
La Rioja me animó con su charla generosa
y Galicia me preguntó cómo me sentía,
mientras los vascos me animaban a seguir
y de Baleares tuve la brisa
y de Canarias el océano.
Con ceutís y melillenses
hicimos una sola tierra en el abrazo
y Madrid,
y los madrileños,
fueron una fiesta.

De mi Valencia me llevé lo mío,
abrigo en el rigor de la meseta:
mi mar, mi sangre, mi sol.
Y lo repartí a manos llenas
entre mis hermanos y hermanas
de este pueblo mío que vive
sin esperar en la desesperanza.

Porque espera
en la Vida
con la paciencia del que sabe
que si dos más dos no son cinco
y lo blanco no es negro,
no puede haber más camino
que el lleva adelante,
caminando tranquilos pero sin descanso,
unidos,
conscientes
de la realidad y sus manejos,
de lo que se esconde entre bambalinas
y en la escena no se muestra,
de que sin memoria no hay pasado,
sin justicia no hay presente
y sin dignidad no vale la pena el futuro.

Y mis zapatos de andar junto a la gente,
con el pueblo que soy,
me miraron aquella noche
y me guiñaron un ojo.
"Mucho mejor", me dijeron,
"estar en las calles
y pisar el asfalto y las aceras,
que andar por pasillos de mármol
y salones alfombrados".

Y tenían razón.​

_____________________________
Básicamente, porque con las últimas lluvias y lo que nos está cayendo encima, me ha dado por recordar paseos y experiencias.

 

Que buen paseo por la gente de España y todo lo que te comparten. Un placer leerte, un abrazo y todas las estrellas.