Capitulo 3 de la maldición de los Reyes Magos.

CAPITULO 3: DESDE QUE SIEMPRE LA TIERRA ERA FUEGO DE LAS PROFUNDAS LEYES DEL MOMENTO.​

Desde que siempre la tierra era fuego de las profundas leyes del momento, cuando los ojos eran el cuerpo de las sombras en sus misterios, y las sonrisas solo iban al compás del tiempo en sus secretos, ardían las coronas en el silencio, con los secretos del miedo y sus palabras en la copla de un acompañante sabor entre lágrimas de acero. Se escondía un juramento que bañaba los palpados y los hacia sangrar con sus pestañas al revés, pues la medicina de los labios, emprendía la batalla que caracterizaba a los Yorúgalos, unas criaturas de alma congelada entre las olas en miniatura de un mar de piedras, acompañadas de amaneceres sin oxigeno que cortaban los brillantes terrenos, pues eran metidos en el terror de los episodios adheridos al ultimo olvido, con los corazones al son de las galopadas de su sexto sentido. Los perfumes serian la rabia, de dejar atadas las espadas y colgarlas entre las paredes de sangre y espuma, neutralizando las heridas de pieles muertas al acecho, que derramaban sangre en oscuras circunstancias y eran víctimas de su locura en batallas que hacían fuego.
Las arenas ardían con golpes de cristales, que se estrellaban como si fueran brujería, con las manos de las últimas gotas de sangre de un vampiro. Los Reyes Magos lucharían al compás de su gran habilidad, de cortar cabezas de Vaminoudeados, que eran sombras de carne y hueso, con dientes de vampiro y lengua de color roja, mezclada con grandes gotas de sangre, que cultivaban siempre productos, que fundían cada luz ánti terrestre, pues esas luces venían de las corrientes del universo, masticadas en trozos de venganza, para acoplarse en formatos informáticos y destronar al Internet terrestre y hacerlo de piedra, apartándolo de la humanidad y deteniendo a los tiempos modernos.
Llueven las gotas, se hacen de pinchos, llueven cuerpos sin almas, se hacen como una llama sin refugio, por no perder nada ante las llegadas, que consumen a los años, y contemplan que cada frase, es el paso a la muerte, y de ella se abrieron las farolas, y cayeron sus luces al asfalto, para prender de lava, todo lo que rodeaba a ese misterio, que dejaba el arte de las almas sin una lágrima, tapando cada una de ellas, a la misma vez que desafiaban al imperio del tiempo.