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Capítulo III Don Salvador Rimales

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Victor Rodriguez, 27 de Mayo de 2018. Respuestas: 0 | Visitas: 545

  1. Victor Rodriguez

    Victor Rodriguez Poeta fiel al portal

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    Don Salvador Rimales, hombre tosco, pelirrojo, de mediana estatura, macho alfa de la comarca y sus alrededores, un tanto barrigón, terrateniente rico y poderoso, propietario de varias de las haciendas de frutales y café de esos predios, latifundista. Se autocalificaba como: “recuperador de tierras baldías, de rastrojos”, como él los solía descalificar para minimizarles el valor y la legitimidad de uso y tenencia de esa tierras por sus naturales y legítimos propietarios al mismo tiempo que hacia destacar la plusvalía de “SU” fundo. Ese ejemplar, de hombre, era el propietario y señor de El Tierral. Ya ese nombre con el que bautizó a la hacienda, era sugestivo de los obscuros orígenes de esos hermosos valles y colinas siempreverdes. Impregnadas constantemente, con el aroma de la guayaba en flor, de la trementina del mango, del café tostándose, y esa empalagosa fragancia del jarabe de caña dulce en plena cocción; para asegurarse de disfrazarla y hacerla parecer sicológicamente como un erial que él, -con mi esfuerzo he convertido en éste edén que es ahora-.
    El Tierral era, circunstancialmente, la hacienda en “turno, “atravesada” en el camino de aquel pródigo niño quien, desperdiciaba generosamente la vida por esos andurriales. A la deriva. -A la buena de Dios- decía él, como si, a su edad, alguien le hubiese mencionado, por lo menos, de su existencia. Cuando el hombre que salvó a Domingo de la mordedura de la víbora, “Palo’e yuca”, apodo ganado, por tener un problema de desviación de una vértebra cervical que le mantenía la cabeza ladeada, de una manera una manera tal, que parecía que estaba colgado del cuello con una cuerda invisible; presentó al chico a Don Salvador Rimales, éste se quedó viéndolo, pasándose el índice y el anular de la mano derecha por la mejilla izquierda, penetrándole los ojos con la mirada como queriendo visualizar los cromosomas de Domingo o descubrir en esos ojos, color miel de naranjal, la comisión de alguna felonía. Muchos pensaban y difundían que cuando Don Salvador miraba de esa manera, era porque había hecho “pacto con Diablo”, para que le diera el poder de mirar el cerebro de la gente y saber en qué pensaba a través de los ojos.
    Hasta llegó a pensar por un instante, que Domingo, podía ser su hijo pero, no tenía idea quien pudo haber sido la madre. De todas maneras y quien sabe por cual motivo, sintió afinidad para con el chico y pensó sorna y ladinamente:
    -Por la edad de este muchacho y alimentándolo un poco más, pa’que coja cuerpito, me puede servir de jornalero por mucho tiempo-

    Sin expresar su pensamiento, así lo hizo, le ordenó a “Palo’e yuca que lo llevara ante la cocinera, -Que le den doble ración de papas y un poco de carne salpresa- ordenó. Carne ésta; salada, prensada, ahumada y secada, al calor del fogón de leña y que por su alto contenido de sal, las queresas de la mosca al ser colocadas por estas en la, inicialmente sanguinolenta carne, se deshidratan e incrementa su valor proteínico. Domingo, sorprendido pero, agradado por las circunstancias, no había sido tan feliz en su corta y, mísera vida. Al día siguiente y “bien comido”, se le fue suministrado un machete y un azadón y fue ascendido a “jornalero manumiso”. Especie esclavo liberto que no recibe salario sino que le suministran el alimento, que él se come, solamente. A los efectos del chico, ese nuevo estatus, le pareció maravilloso y siempre anduvo con la barriga llena, pues nunca faltaba, tampoco, una que otra fruta complementaria de su nueva dieta.

    Inicialmente, todos las semanas, Don Salvador preguntaba a Palo’eyuca:
    – Palo’e yuca ¿Cómo le va a Domingo? Veo que está entrando en carnes. ¿Se porta bien?-
    Pregunta que se fue distanciando, a medida que pasaba el tiempo, mientras la confianza en Domingo aumentaba. La respuesta siempre fue la única, la misma, como una plana de mil y una líneas.

    -Se está poniendo volantooon la mugre de muchacho… Es obediente y se porta bieeen Don Salvador-

    Significando que estaba en proceso de desarrollo corporal y el calificativo MUGRE, pretendía ser éste, una expresión de ternura, rústica pero patriarcal pues, lo decía con una tímida sonrisa y un dejillo de orgullo, como de padre.

    Palo’eyuca era un hombre solo, sin mujer y sin hijos tenía un poco más de 40 años y parecía que instintivamente tenía la tendencia a proteger a Domingo. De hecho, ya le había salvado
    la vida una vez, de manera circunstancial.

    ¿Sería ese hecho, lo que incitaba al hombre a proteger al chico? Puede ser…
     
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