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Carta a Amancio Alcorta

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por ANAPLUCHINSKY, 17 de Enero de 2023. Respuestas: 2 | Visitas: 445

  1. ANAPLUCHINSKY

    ANAPLUCHINSKY Poeta asiduo al portal

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    Buenos Aires, 1 de enero de un año de mierda.

    A usted:
    ¿Cómo le va, Señor Amancio Alcorta?, No sé qué día es hoy mañana, pero permítame presentarme. Soy el mismísimo Antonio Gerardo Rascacielo, apodado “El Rasca”, por unos cuantos pelotudos que nunca se enteraron que soy un tipo poderoso. Un tipo que hace muchos años dijo que no iba a ser parte de la Suprema Corte de la Nación Argentina, el mismo que junto a Manuel Belgrano izó la bandera argentina por primera vez un 27 de febrero de 1812 y quien también fue convocado por Carlos Salvador Bilardo para el Mundial ‘86 teniendo así el orgullo de levantar la copa junto a mi amigo íntimo, Diego Armando Maradona.
    Le escribo a usted para llegar a un acuerdo entre hombres, sin denuncias, sin disturbios, sin tiros ni muertes. Quiero que sepa que aparte de ser Dios, soy un tipo coherente y civilizado, pero, si alguien llegara a cometer una injusticia, un delito, un atropello a la razón, soy capaz de cualquier cosa, de matar, por ejemplo. De matar a esos hijos de puta que se apoderan de bienes ajenos y hacen lo posible para confundirnos, para volvernos cada día más locos, quedando así el cuerdo como loco y el loco como cuerdo. Manga de hijos de mil puta, yo los conozco a todos y solo pido que dejen de hacer el mal porque sino mataré a sangre fría a cada uno de mis enemigos, esos que están allí, abusándose de mi coherencia.
    Para mí es un gusto escribirle, Señor Amancio Alcorta. Antes que nada, quiero que sepa que vengo en son de paz.
    Tengo una personalidad con una moral que es incapaz de matar una mosca; detesto la violencia y a esos hijos de puta, mal paridos que no paran de insultar al prójimo, con su actuar y sus groserías; yo soy una persona de bien. Espero que a lo largo de estas líneas a usted le haya quedado claro.
    Debo reconocer, Señor Amancio Alcorta, que me hubiera gustado charlar de este tema, con un café de por medio, en un lugar tranquilo, por ejemplo, el cementerio; pero el garca de mi padre, que hace mucho tiempo que allí se hospeda, me ha dicho que en el bar del cementerio se pasan de vivos y lo matan a uno con los precios, hoy un café debe costar dos mil quinientos australes, la inflación del 2023… ¿Vio usted, Don Amancio?
    Igualmente, mi padre no tiene problemas, ha ahorrado toda su vida para llegar a ser el tipo mas rico del cementerio y el muy hijo de puta, lo consiguió, ahora vive como un rey.
    Bueno, vayamos al grano, que no me gusta andar con giladas, se habrá dado cuenta que soy un tipo serio.
    En fin, le escribo para decirle, con todo el respeto que usted se merece, que usted es una flor de hijo de puta, como mi padre y como esos tantos pelotudos que me llaman El Rasca. Usted se ha apoderado de una cosa que no es suya y espero que tenga la amabilidad de devolvérmela, exijo que me la devuelva, no se haga el sonso, sabe muy bien de que le hablo.
    Quiero que sepa, que conozco de esquina a esquina cada una de estas cuadras, con ellas somos uno.
    Hemos escuchado juntos sirenas de bomberos, policías y ambulancias. Bocinazos que siempre me recordaban que aún seguía vivo.
    Conmigo han caminado ejércitos de almas vacías que se rindieron en el camino, mientras yo seguía a paso lento escuchando a Fito y a Charly junto a mi primo Esteban que, con su paracaídas, bajaba de cielo a saludarme.
    Pero un día abandoné todo, un día en el que todo parecía normal, paró una ambulancia y de ella bajo una mujer con prisa vestida de blanco, quien me contó que estaban invadiendo al mundo y que necesitaban una persona poderosa para salvarlo, para salvarnos.
    Me dijo: “Vamos Antonio, vos sos el elegido, te necesitamos”
    Me dejé llevar por mis instintos de superhéroe y me fui tras ellos, juré que volvería.
    Pase quince años encerrado entre cuatro paredes descascaradas. De vez en cuando me ataban para inyectarme poderes.
    Fueron años muy duros, de soledad y lamentos, pero yo tenía una misión, salvar al mundo, y con el mundo, salvarla a ella, a quien dejé sola, en el barrio de Pompeya.
    Ayer por la tarde mi madre fue a buscarme, cuando la vi supe que mi misión estaba cumplida.
    Ella estaba viva, entonces el mundo también estaba vivo.
    Me subí a un auto, la gente se amontonaba para saludarme, todos sabían y seguramente usted también, Amancio Alcorta, que yo había salvado al mundo.
    Lo primero que hice fue dirigirme al cementerio para constatar que el hijo de re mil puta de mi padre estaba en paz y que ya no me rompería más las pelotas.
    Cuando llegué, me convidó un café y un pucho. Me fui prometiéndole que muy pronto me instalaría con él, ya que lo extrañaba muchísimo, pero antes, antes necesitaba ir al encuentro de mi otra mitad.
    Al salir de allí, camine por varias horas.
    De tanto en tanto, le preguntaba a la gente si sabían dónde quedaba la avenida Antonio G. Rascacielo, pero esos pelotudos, me miraban indiferentes, o bien, ni siquiera me miraban.
    Ahora entiendo, que esos seres de mierda eran sus cómplices, pero nadie se dio cuenta, ni siquiera usted, Señor Amancio Alcorta, que yo podría encontrarla.
    Así fue, que llegué a una hermosa esquina y me topé con esa flamante avenida. Mirando el cartel que la nombra, me llené de orgullo al leer, Avenida Antonio G. Rascacielo.
    Para demostrarles a todos esos miserables que yo no soy ningún pelotudo, muy cordialmente le pregunté a una amable señora en el medio de la multitud: “¿Cuál es el nombre de esta avenida?”. Muy tranquila, esa vieja hija de mil puta me dijo, señalando el cartel con el dedo: “Amancio Alcorta”.
    ¡No!, Le grite fuertemente, ahí dice: “Antonio G. Rascacielo”
    Pero la complicidad seguía, ya que esos mal paridos, coincidían en que aquella avenida, mi avenida, se llamaba como usted.
    Estos hijos de puta querían desorientarme, y estoy convencido de que usted les había dado esa misión. Ante semejante hecho irracional, desbordé de impotencia y entré en ira, en llanto, manifestando gritos de dolor.
    Entonces, apareció Miguel, el dueño del puesto de diarios, Miguel, un tipo que me conoce de toda la vida. Apartándome de todos, mientras me abanicaba la frente con un diario, me dijo: “Tranquilo Antonio, todos los que te conocemos sabemos que esta avenida es tuya, solo que este Amancio Alcorta, mientras vos estabas salvando al mundo, se hizo el vivo y se adueño de algo que no era suyo.”
    “Hacé una cosa Antonio, me sugirió, escribile una carta diciéndole que esta avenida te pertenece. No creo que tenga problema en devolvértela, según dicen, se adueñó de varias calles de Buenos Aires.”
    Es por eso, señor Amancio Alcorta, que le escribo antes de cometer una locura, y le pido por favor, que entre en razón y me devuelva lo que es mío.
    Le dejo un fuerte abrazo quedando a la espera de una respuesta favorable, por su salud mental y por la mía.

    Antonio Gerardo Rascacielo
    (Único dueño de la avenida)
     
    #1
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  2. marlene2m

    marlene2m Miembro del Jurado Miembro del Equipo Miembro del JURADO DE LA MUSA

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    Narración irónica que
    devela al final las alteraciones mentales
    del individuo
    Buena redacción.
    un placer leer
     
    #2
  3. ANAPLUCHINSKY

    ANAPLUCHINSKY Poeta asiduo al portal

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    Muchas gracias.Me alegra mucho que te haya gustado. Cariños
     
    #3
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