Carta de amor III

Hola…

Quiero decirte algo: me gustas. Y me gustas en las mañanas, de tarde, cuando llega la noche y al rayar el alba que aún no es. Me gustas al desayuno: voy sorbiéndome tus ojos, soplando tu sonrisa, saboreándote entera, de pies a cabeza, de la cabeza a los pies. Y me gustas al almuerzo, cuando tomo de sobremesa esas palabras tan tuyas, tan ligeras, tan dulces… aquellas palabras que solo tú sabes decir, con esa vocecita adentrándose en mí, rellenándome de mariposas el estómago. Me gustas como para merendarte de abrazos, de besos, de miradas (re)creando amorosas las hojas, los pájaros, la brisa que me (re)corre dichoso por el parque. Y me gustas cuando te asomas entre las nubes, trayendo la luna, halando las estrellas, haciendo venir la noche y un poema cósmico que trazo en el cielo, pensándote, pensándome contigo, colgándonos allá arriba siendo un nosotros. Me gustas como para amanecer gustando de ti, de nadie más; como para desvelarme conversando con el gato que sabe tus secretos; como para volar de luciérnagas hasta tu ventana, abrirla y dormirme a un ladito de ti, arropándote de ternura y esperanza hasta despertarme en tu corazón, vos bostezando en el mío a eso de las seis. Me gustas desde hace mil mañanas, tardes, noches y madrugadas. Y me gustas desde hace mil desayunos, sobremesas, meriendas y desvelos. Me gustas hoy, justo ahora; y seguirás gustándome después, al término de esta carta, luego del punto final que espero se transforme en un quizás a flor de tus labios. Estaré esperándote en el parque a las ocho de la noche del próximo viernes. Ojalá, para cuando vengas, aquél quizás sea un también me gustas, salido de tu corazón, mientras la luna nos mira coincidir al ritmo de un beso, nuestro primer beso de amor. Hasta entonces.

Con cariño,

Tu enamorado secreto.