Carta de amor

Quiero que sepas que quererte a ti ​

Me nace de forma muy natural

Que tu existencia es lo mejor que a mí​

En esta vida me pudo pasar.​

–Sabrás, Herencia de Timbiquí–​

Hola, mi morenita hermosa:

Estoy aquí, escribiéndote, inspirado de ti, amando cada palabra que va saliéndoseme del pecho mientras te pienso, extrañándome contigo.

Te quiero, vida mía, desde la calle en que nos vimos, hasta este cuarto donde no paro de verte a todas horas, a cada rato, viéndome en ti, llenito de luna, infinito en el cielo de tu mirada.

Te quiero, amor, desde la tarde que nos vio coincidir de corazón, detenidos nuestros pasos en una sonrisa, hasta las noches en que seguimos coincidiendo de palabra y sueño, en cuerpo y alma, vos moviendo la pluma desde mis adentros, yo tomando tu mano y dejándome llevar, entre líneas, hacia un nosotros de madrugada.

Te quiero, vida mía, mi amor de tarde, y te quiero con locura, con todas las locuras juntas: con la locura de mi padre y su padre y el padre de éste; con la locura de Cervantes y Gabo; con la locura de quien va por la calle imaginando siete imposibilidades cada día; con la locura que soy yo mismo cuando no estás conmigo, cuando te me vas llevándome a tu lado.

Y te quiero, vida mía, vida que me haces vivir, porque me miras y los hilos de mis venas despiertan de sangre nueva regándose por doquier, desbordada de ti, del amor y deseo que van sonrojándose en mis mejillas cuando te pienso, cuando me sonrío en tu recuerdo, cuando mi alma se descubre bailando si de repente suspiro tu nombre.

Te quiero, mi amor de tarde, amor de mis amores, y te quiero tontamente, porque sí; y te quiero con la ingenuidad sonriéndome chiquitita entre pecho y espalda; y te quiero con las mil y una cursilerías que vienen a mí cuando te digo a solas, que se me hacen de chocolates en la boca, de canciones en tus oídos, de serenatas (im)posibles en una noche estrellada de ti, en mí.

Te quiero, vida mía, mi amor de tarde, y no imaginas cuánto me gusta quererte. Y te quiero, amor de mis amores, vida de mis vidas, porque desde que coincidimos no hay tarde en que no te me pintes de rosas en el jardín secreto de mi corazón; y no hay madrugada en que no me descubra persiguiendo tus pasos, tratando de encontrarte nuevamente, a tientas, en la calle de mis sueños.

Con cariño y grata recordación,

Tu enamorado secreto