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Carta de un guerrero

Tema en 'Prosa: Generales' comenzado por Arcangel, 16 de Octubre de 2006. Respuestas: 0 | Visitas: 5978

  1. Arcangel

    Arcangel Poeta recién llegado

    Se incorporó:
    28 de Septiembre de 2006
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    Amanecer plomizo en el campo de batalla, escudos, hachas y espadas se golpean sin cesar, cubriendo el suelo de un espeso barro rojo, donde las botas se hunden. Miro a mí alrededor y solo veo dolor, gritos inhumanos emergen de caras descompuestas, transformadas por un día, mandíbula desencajada, ojos inyectados de miradas vacías, que luchan por sobrevivir y no por ganar, al guerrero medio no le interesa la victoria de sus señor, sino su supervivencia, en cambio, los mercenarios si luchan por la victoria, la victoria es su fin, con ella conseguirá el precio pactado. Es fácil distinguir a los mercenarios del resto de soldados, estos no gritan ni se lanzan a la batalla desesperados por acabar con el enemigo antes de que el acabe con ellos, estos en cambio, caminan despacio entre los cadáveres, llevan la espada baja, como si la batalla no fuera con ellos, pero de repente giran sobre sus talones, una espada pasa por donde estaba su cabeza y ellos utilizando la inercia del giro elevan sus espadas para golpear directamente, al cuello de su oponente, a la axila o incluso la entre pierna, todos ellos golpes mortales, los cuerpos caen a su paso como gotas de lluvia ligera, pocos pero continuos, hasta que en el centro de la batalla se unen a los mercenarios del bando contrario, momento en el que las espadas empiezan a cruzarse a gran velocidad, y los golpes son esquivados, al poco rato los soldados normales ya están agotados, muertos o lloran desesperadamente mirando sus ensangrentadas manos y ven desde el suelo la lucha de los mercenarios, estratégica, estética, violenta y rápida, hasta que el agotamiento empieza a hacer acto de presencia en los cuerpos de los luchadores, entonces los golpes son más lentos las espadas en vez de estar en alto para un rápido bloqueo, van horadando el suelo en círculos, hasta que uno de los dos acomete violentamente, si tiene suerte el otro tendrá suficiente con esquivarle, pero si no, la espada del contrario caerá inexorablemente, con suerte sobre la armadura de la espalda y sin ella directamente sobre su cuello, cercenando así su vida y sus esperanzas, pero no sin dolor, pues después de tan tremenda lucha el filo de las espadas es casi inexistente y mas que cortar golpean cual martillo contra el yunque. Ha terminado la batalla, nunca me gustó la guerra, pero viéndola ahora tan de cerca, la aborrezco aún más, durante la noche los dos bandos dejan de luchar y mandan algunos hombres a recoger los cuerpos de sus compañeros. Aunque se pueda pensar que podrían enzarzarse en luchas entre los dos bandos esto no sucede, pues lo que en ese momento están haciendo les tiene demasiado asustados como para pensar en más, en más sangre, en más brazos cercenados, en sacar las espadas de los pechos de sus compañeros o arrancar las hachas de las espaldas, el hedor los atonta, la sangre reseca en grandes cantidades huele, y su olor no es agradable, por eso siempre llevan telas tapando su boca, pero muchos de ellos aún así no tienen estomago y vomitan encima de los cuerpos que recogen, haciendo que el olor sea aún mas acre. por otra parte esta la zona donde están los heridos, ese sitio es como estar en mitad de la batalla, cuerpos mutilados gritando de dolor, miradas perdidas, que nunca recuperarán el brillo de antaño y un montón de curanderos corriendo de un lado para otro, pues no dan abasto, otros en sus tiendas intentan descansar pero los gritos resuenan en la noche, alterando el poco juicio que podría quedarles.

    Así he pasado las tres últimos días y noches mi amor, el agotamiento empieza a apoderarse de mi, por ahora he sobrevivido, pero no se cuanto más duraré, te echo de menos, echo de menos tu consuelo, tu calor, tu comprensión, tu amor.


    Juan Nadie​
     
    #1

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