Carta del Conde Merimné a: una doncella, segun Eirene

Carta del Conde Merimné a: una doncella, segun Eirene



CARTA DEL CONDE MERIMNÉ A: UNA DONCELLA, SEGÚN EIRENE *1





Me dijeron hombres cautos embriagados de vida:
“si queres alcanzar aquello que procuras sol: ni vender tu alma, ni tu suerte al buen postor; sino asir tu égida y partir lucido de anhelo, esperanzas y deseos; que un hombre por mas que es ceñido por la belleza de la vida, imprescindible es enamorarse del sueño de mujer”.
Con osadía inyectada, elocuencia, verdad, di la apuesta al pretendido destino. Entregado a decir lo que mis emociones susurraran; las letras, ante el obstáculo de la distancia, empeñaron tal empresa. Le hacía hincapié a aquel afanado hombre:

“…de tantas ninfas que por el andar he topado, vista superficial, ninguna se ha clavado arduamente como ella. Que el tiempo como cómplice postro mi cobardía, y murmuro que me he afirmado como amante de ella, linda orquídea. Y mí extraviada fe, para la mujer que puede dar función a mí ser, retorno, después de su caída febril:… ¡es que yo lo sé! Me confieso su amante, ¡que vehemente!... el instante de mi vida alardea y enmudece al ver el sol tan de cerca, al presentirla a ella.”
Un estrecho silencio permitió a mi éxtasis calmar. Mi gran sentimiento se vio brumoso de entre la imaginación… tiempo largo paso. Aquel hombre no ha dicho nada… su embriaguez actúa y de mi por hoy, se olvido ¿Qué mas podría hacerme considerar la vida, y todo su sentido, si ella se alimenta de instantes azarosos que la voluntad del hombre siempre intenta aventajarlos, es decir, soy libre en el instante decidiendo qué y cómo vivir ese instante, así las consideraciones de aquel hombre embriagado de instantes resultan vacías ante mi instante? Siendo que esto es una repugnancia a los cobardes, a los que no apuestan por lo que de verdad los mueve.



En un día de ellos
Hoy, si eso es verdadero, yo diré directamente que eres la mujer que entusiasma mis suspiros, y que el destino conspirador puede justificar mi decisión lanzada. Yo diré, además, que esto no puede tomarse como una vacilada. No un escrito más. Ni una carta más que pretenda convencer de enamorarte (pues en medio esta mi creencia de que tu sentimiento es similar), sino el de desenmascarar mi creencia como verdadera o totalmente falsa. Seré directo diciéndote que te quiero y anhelo, seré directo diciéndote que me quiero embriagar de vida con tu delicada compañía, muy alagada por mí. Que mi enamoramiento hacia ti es un instante muy poderoso, lleno de esperanza, pasión y deseo. ¡Creedme! Estoy seguro que nada nuevo hay por aquí, lo he insinuado poco a poco, excepto la propuesta directa, lo que decora mi sentir. Soslayo la melancólica disyunción de Hamlet, a manera, contestadme: ¿sos amada de este amante afirmado, o sos el silencio que quema lo antes dicho?

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*1 Hija adoptiva de plebeyos. Pertenecía a la servidumbre del reinado, idolatra no pronunciada del conde y su linaje. (1654-1719)

 

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