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Carta Tardía

Tema en 'Fantásticos, C. Ficción, terror, aventura, intriga' comenzado por Cris Cam, 19 de Febrero de 2019. Respuestas: 2 | Visitas: 859

  1. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

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    Carta Tardía

    Estimado amigo:


    Sé que Ud. se va a sorprender del porqué de esta carta después de tantos años. Sé que la esperó durante mucho tiempo, más por curiosidad profesional que por satisfacción personal. Pero las cosas se dieron así. Y ahora quiero contarle la verdad, el porqué esperé hasta ahora, se lo va a decir el resto de la carta. Pero no quiero, luego de 25 años hacer un racconto histórico, la memoria me confunde los afectos, y puedo creer que cosas que impactaron ocurrieron hace instantes y aquellas mínimas, allá lejos en el tiempo o que nunca ocurrieron o que fueron sólo pasajeros de mis pesadillas.

    Dado que las cosas ya no pueden volver atrás, primero le quiero decir que a pesar de que hoy estoy profundamente triste, sólo quedan por delante cosas buenas, de la misma manera que los restos de un barco hundido, no pueden ir más allá del lecho abisal. La vida es contradictoria hay cosas malas que se vuelven buenas, yo por ejemplo, sin soberbia lo digo, y viceversa.

    Aquella mañana en que nos conocimos, nunca supuse que hoy le estaría escribiendo esta carta, tenía tanto odio encima, que lo único que deseaba era que todos, principalmente Ud., se murieran. Hasta creo que en ese momento alucinaba viendo como sus tripas se revolcaban por el piso, pero por suerte, más para mí que para Ud., eso no sucedió.

    Ayer, me informaron la fecha exacta de mi excarcelación. Me quedan exactamente dos años, cuatro meses y cinco días. Y aunque suena frío, no sé si alegrarme o entristecerme. Cuando salga, no tendré la angustia de muchos de mis compañeros de no saber que hacer o de que vivir, tengo dinero suficiente en mis cuentas bancarias. Antes de que el juez congelara mis depósitos, le di cuatro cheques a mi hermana, con las tres cuartas partes de mi dinero, bonos y títulos, un poder para vender las propiedades, si ella quisiera, y el resto en una cuenta especial de la cual el propio banco, comisión mediante, me entregó una modesta pero suficiente suma todos los meses, y aún queda resto. De esa forma nunca gasté o de otro modo no podía gastar, en drogas, sobornos y otras yerbas. Ya estaba en el infierno, para qué aumentar la temperatura del horno.

    Pero no fue esa noticia la que me incitó a escribirle, sino una carta que recibí desde Francia, donde mi hermana me cuenta que mi hija María de los Ángeles, acaba de recibir un premio comunal en “Tributo a sus actividades humanitarias con los hijos de los inmigrantes africanos y su integración con la Sociedad Francesa”, lindo título parece, y mucho más de una hija de un convicto de asesinato múltiple.

    Sí, soy culpable. Creo que tuve uno de los procesos más cortos, me entregué sin dilaciones, confesión inmediata, sentencia rápida. Pero aunque salga a vivir mi invierno, nunca me perdonaré lo que hice.

    La cárcel hace de los hombres monstruos irrecuperables, yo soy una de las excepciones a la regla, los años de encierro, insuficientes para lo que hice, me transformaron en otro hombre, mucho mejor que el que entró. Pasé todas las etapas lógicas del hombre privado de su libertad. Violencia física, resentimiento, patoterismo, homosexualidad. Descubrí y luego me olvidé de Dios. Participé activamente de dos motines, estuve a punto de asesinar. Pero, como todo llega, un día harto de mí mismo, en lugar de usar un fleje en mis muñecas, como le sucedió a Malaver (pobre gordo, yo estoy convencido que era inocente). Digo, que en lugar de terminar con mi vida, abrí la puerta de la biblioteca del penal, conocí a los clásicos de la historia, la filosofía y la vida, y fueron ellos los quienes, casi tres mil años antes de que yo naciera, me perdonaron la vida.

    Cuando la conocí a Victoria. Yo era un joven pedante, venía de una buena familia, la cuarta generación de prósperos comerciantes. Era yo mismo un importador y exportador con bastante suerte, determinación le dicen ahora. Tenía 23 años y el mundo a mis pies. Ella se fascinó con mi forma de encarar el mundo, casa, auto propio, mi moto y creyó que había encontrado su príncipe azul. Qué otra cosa podía esperar una chica que apenas terminaba el secundario. La envolví con mi energía y fue fatal para ella.

    Yo era celoso, profundamente posesivo y a la vez disoluto e infiel. Por culpa de su madre, que viendo lo que yo era, no la aconsejó (porque la madre sí sabía como yo era, pero parece que le gustaba más mi chequera que mi corazón), ni la desalentó ¡Las cosas que uno puede reflexionar a los 65 años y no antes!. Terminó casándose conmigo.

    Victoria era hermosa de verdad (creo que, físicamente, yo también lo era), pero más de una vez la humillé con mis aventuras con mujeres que no le llegaban a la suela de la sandalia (¿De qué sirve que lo diga ahora, no?). Éramos un matrimonio con activa vida social. Los hijos vinieron pronto, Ernesto primero, luego María de los Ángeles, lo cual fue una dicha momentánea para Victoria. Pero la soledad y el desprecio (confieso que, a pesar de todo, yo no era conciente de eso), hicieron todo lo demás.

    Creo que recién cuando los chicos rondaban los primeros años de primaria, Victoria decidió que no quería más esa vida. Era feliz con sus hijos, tenía un buen pasar, pero el amor no había pasado por su jardín. Lo que yo consideraba amor, que a la vez había heredado de los míos, tardé muchos años de encierro y meditación para darme cuenta que era soberbia y machismo, pero en su más estúpida versión. Victoria me había esperado todos esos años, tenía la profunda esperanza de que yo madurara, pero quizá al descubrir sus primeras e inocentes arrugas en los labios, decidió, y permítame volver a usar esta palabra, que ya era tiempo.

    No era, como quizá Ud. podría llegar a pensar, una mujer timorata y voluble, pero cuando una mujer ama, y al hombre a veces le pasa lo mismo, se vuelve tarada. Si ella hubiese tomado la decisión más pronto, creo, no hubieran sucedido las cosas como sucedieron. Le decía que no era una mujer voluble, sin embargo luego de tantos años conmigo, se había vuelto condescendiente. Y eso, mi amigo Barrientos, la hizo volver a equivocarse.

    El argumento era simple. Cuando yo viajaba, él entraba. Sólo que ella no sabía que yo sabía. Mi hermana, que creo por ese entonces, la quería más a ella que a mí, me lo había adelantado. Me alcé de hombros y le dije que esperaba no volver antes de tiempo y los encontrase juntos. Mi hermana, que primero pensó en sus sobrinos, después en Victoria, primero pegó un portazo. Pero luego, volvió a abrir la puerta y escupió el piso, y me dijo que limpiara el piso porque yo me arrastraría por él. Mi hermanita había vivido 5 años menos que yo, pero era muchos años más madura.

    Le decía que tengo una profunda tristeza, pero esta vez es genuina. Usted pensará, quizá, que mi hija no quiere saber más de mí. Eso sería lo más natural después de lo que pasó, pero el cielo, o como se lo quiera llamar, tuvo piedad de mí, y ella todavía me quiere, a pesar de lo que le hice. Lleva, evidentemente, la sangre de su madre. No. Su ángel de la guarda, mi hermana, me cuenta en esa misma carta que le quedan a lo sumo 6 meses de vida. Yo me pregunto, y vuelvo a interrogar al cielo, como una persona como ella puede tener un fin así. No tengo medios suficientes, ni tiempo para volver a verla, y limpiar con la lengua el piso que ella escupe.

    El tipo era un gusano, sabía de la necesidad afectiva de Victoria y así la tenía. Primero se encontraban a escondidas, en un café, un cine, un oportuno llamado telefónico, un hotel. Con el tiempo, el audaz, le sugirió que le gustaría conocer a los hijos, tuvieron varias salidas juntos. Era del tipo simpático, cordial, alegre. Cuando se ganó la confianza de ellos, comenzó a entrar a casa. Recuerdo el pacto de silencio de mis hijos ante mis comentarios irónicos. Aunque debo decir yo estaba enredado con otra mujer, quien no deseaba hacerse cargo, en el hipotético caso de una separación, (tiempos tristes aquellos en el que no había divorcio), de los chicos, y yo oscilaba entre recuperarlos o irme. Para ese propósito este tipo me venía como anillo al dedo, yo en el momento que quisiese podía llegar con un abogado y certificar el adulterio.

    Pero el tipo además de audaz era astuto. Aunque tenía conocimiento de que lo vigilaba (un informe de la agencia me lo hizo saber), no se inmutó y tomó otras precauciones. Hubiéramos estado jugando al gato y al ratón por años. Si no fuese que la naturaleza, tendría que decir maldita naturaleza, hizo lo suyo.

    Yo estaba en Mendoza, cerrando un negocio y sin esperar a recibir ningún informe pegué la vuelta, pude haber vuelto más pronto, pero mi miedo neurótico a los aviones siempre me pudo. Esa noche como tantas el gusano, ( sí, Ud. sabe que yo sé su nombre, pero no lo quiero llamar de otra manera). Digo, el gusano pasó la noche en casa, Ernesto dormía en su habitación, Victoria tuvo que salir por un rato de la casa, entonces entró al baño cuando Maria de los Ángeles, que en ese momento tenía sólo 13 años, se estaba duchando. El ya había tenido algunos juegos perversos con la nena, pero no habían sido más que juegos, por lo que contaba, en un mal cálculo, con la complicidad de ella. Mi hija comenzó a gritar, él le tapó la boca y la amenazó, pero fue suficiente como para que Ernesto con sus 14 años bajase a ver que le pasaba a su hermana. Lo sorprendió y ahí mis hijos se terminaron de enterar quien era el tipo. Ernesto quedó perplejo porque no salía de su asombro. El gusano aprovechó y le dio un golpe en la mandíbula y lo noqueo, se volvió hacia la niña y le dijo: Ves lo que hiciste por gritar. Pero ella gritó mas fuerte todavía. En ese preciso momento Victoria, volvió a la casa y vaya a saber de donde sacó fuerzas para defender a la nena, lucharon, pero como es obvio él la comenzó a golpear sin compasión. Ernesto volvió en sí, atontado, quiso ayudar a la madre, pero la fuerza del tipo pudo más, demasiado más, esta vez lo pateó en la cabeza y lo mató. Para él era fácil, las cosas se habían complicado, tenía que salir cuanto antes de la casa. No pudo porque 6 disparos salieron de la 38 corta, que Ud. encontró en mi mano.

    ¿Y no fue eso lo que confesé? Sí, yo confesé eso. Confesé que al ver a mi hijo muerto y a mi hija lastimada, disparé sin pensar en nada más. Pero resulta, mi amigo Barrientos, que yo llegué 3 horas más tarde y encontré a mi hija, en un rincón, llorando y diciendo: A mamita no la quise matar, a mamita no la quise matar.

    Sí, mi amigo, yo soy el culpable, yo maté a mi hijo, yo maté a Victoria. Usted siempre lo supo, pero debido a la razonable duda, todo quedó allí, nadie preguntó, a nadie le importó. Corría tanta sangre absurda por el país, que a quien le importaba. Pero Ud., le dio una segunda oportunidad a mi hija. La que yo no le di a mi hijo.

    Me pregunto, recién ahora que estoy terminando esta carta, si la luz que me hizo rescatar al ser humano, desde el monstruo que era, no se esta tomando venganza recién ahora. Cuando creía que todo lo podía, me llevé al mundo por delante y ahora, que estoy viejo y reblandecido, el mundo se me cae encima de a pedazos.

    Será Justicia.
     
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  2. sergio amigo

    sergio amigo Invitado

    Referirse a si mismo en tercera persona lo convertía en un espectador de sus propias aberraciones. Un gran relato, sin duda. Saludos cordiales, Cris.
     
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  3. Cris Cam

    Cris Cam Poeta adicto al portal

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    Gracias, Sergio
     
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